Una inquisición imaginaria, a poder ser
La Inquisición tenía ciertas normas básicas; al condenado que persistía en sus errores, se le entregaba al “brazo secular”, a la Iglesia, es decir, era “relajado”, que implicaba la quema en la hoguera, pero si se arrepentía, era reconciliado con la Iglesia, pero después iba a la pira para morir “en la paz de Dios y en el seno de la Iglesia Católica”. Los nobles sentenciados, como no podían ser quemados vivos, por ley, primero se les ahorcaban y posteriormente ya fallecidos, iban a la hoguera. A todos se les quemaban en el “quemadero”, lejos de donde se había producido el “auto de fe”, que era el lugar donde se leían las sentencias. También a todos los sentenciados a morir, se les confiscaba todos sus bienes, pero no confiscaban los bienes del cónyuge y en una gran mayoría incluso se respetaba los bienes gananciales que tuviesen ¡Qué humanos y detallistas eran los inquisidores!
El montante de las confiscaciones no figura en los procesos, ni en las cuentas de la Inquisición hasta donde se sabe, tampoco en las cuentas reales, a donde deberían parar, ya que las confiscaciones eran reales, pero en cada tribunal había un “juez de los bienes confiscados”, magistrado de oficio, que a su vez era controlado por las cortes no inquisitoriales, por lo que los inquisidores no podían confiscar cualquier cosa, ni de cualquier modo. Oficialmente, como pena menor, la más corriente era la flagelación.
El historiador Pierre Dominique dice: “Los culpables eran azotados durante siete viernes seguidos, en procesión, y a continuación, el primer viernes de mes, durante un año. Además, iban a la capital de la provincia o del reino para ser azotados en ella, en una gran ceremonia, el jueves de la Semana Santa. Los más culpables llevaban, durante un año el “sambenito”, una especie de casulla-saco de color amarillo pintada con una cruz de San Andrés roja. “Algunos incluso durante toda su vida y la infamia infligida al culpable lo será también a sus hijos y nietos, incapacitados como él para ejercer un cargo honorable y obtener un beneficio”. Además dice: “En cuanto a los que han escapado a la pira, no pueden esperar otra cosa que la prisión perpetua. No tendrán derecho alguno a leer, escribir, cantar, quejarse, sólo al látigo de los corredores, y a la muerte lenta en medio de la podredumbre y la locura”. Se quemaban las efigies de los muertos condenados y algunas veces sus cadáveres o sus osamentas”.
“Los sambenitos de los sometidos a suplicio, quitados de sus hombros en el momento de subir a la pira, serán colgados en los muros de las iglesias parroquiales, como otras tantas banderas arrebatadas al enemigo”. “No estaban colgados en las iglesias únicamente los sambenitos de los condenados a muerte en la hoguera (negros y adornados de llamas y con demonios pintados), sino también los sambenitos amarillos, pintados sólo con una cruz, de los condenados a penas menores, cuando habían cumplido su castigo, y ello en virtud de las instrucciones oficiales” – señala el hispanista británico Henry Kamen”. “Estos sambenitos llevaban bordado el nombre del condenado, lo que recordaba constantemente a la población la infamia, de tal o cual familia. Cuando los sambenitos estaban hechos jirones con el paso del tiempo, se sustituían por otros similares, copias de los originales”.
Comparemos con la situación política que vivimos. En la actualidad no se quema físicamente a nadie en hoguera alguna, por ningún motivo. No sería políticamente correcto – como se dice ahora. Aunque no será por falta de ganas, pero los tiempos han cambiado. Antes se quemaban a los herejes. La Real Academia de la Lengua define a una herejía, entre otras acepciones, como “Sentencia errónea contra los principios de un ciencia o arte” o bien “Actitud de una persona que disiente o se aparta de la línea oficial de opinión seguida por una institución, una organización, una academia, etc.”. Bien podía incluirse las normas básicas de convivencia: honradez, decencia, entre otras muchas ¿Qué pasaría si la Academia las incluyera en su definición de lo que es un hereje? Imaginemos por un instante que la Inquisición siguiera existiendo ¿Qué ocurriría entonces?
Pues que volverían los antiguos “familiares” inquisitoriales, o sea, personas, cuya honradez estaba fuera de toda discusión. En los tiempos de la Inquisición, el “familiar” tenía que estar casado, ser pacífico, limpio y como mínimo con 25 años, era un servidor laico del Santo Oficio, podía llevar armas para proteger a los inquisidores y disfrutaba de un cierto número de privilegios comunes (el padre de Cervantes y Lope de Vega lo eran), a los otros funcionarios. Era un alto honor. Muchos nobles, sobre todo al inicio, fueron “familiares” de la Inquisición. Se hicieron famosos como informadores y espías, aunque esa no era su verdadera función. La información y denuncias la proporcionaba la gente común; vecinos, conocidos que respondían a los llamamientos que se hacían en los edictos de fe o simplemente actuaban por conflictos personales. La policía secreta era la misma población.
La verdad, es que sin llevar el tema a límites inquisitoriales, sería bueno ver la cara que se le pondría a los actuales imputados actuales, a los sospechosos de haber cometido tal o cual delito contra la Hacienda Pública, incluso a los que apoyan o miran hacia otro lado para que otros lo hagan, aprovechándose de tal actividad ilícita, si repentinamente eran denunciados ante el tribunal de una moderna Inquisición por determinados “familiares”, como antiguamente se hacía. Que este tribunal, los retuviera en un sótano con lúgubres, estrechas y húmedas estancias (donde la incomodidad tenía siempre su aposento, como diría Cervantes), como se hacía entonces, que se les hiciera un juicio, más o menos legal, como antiguamente, que sólo tuvieran derecho a una defensa elegida por el propio tribunal sin posibilidad de elegir otro defensor, como también se hacía, que los testigos fueran prácticamente comprados, como se hacía, y que después de bastante tiempo, se hiciera en la plaza pública el típico “auto de fe”, donde se leyera la sentencia vestidos con el típico “sambenito” coronados por la “coroza” (caperuza). Y todo esto delante del respetable público, que entre gritos y alegrías escuchaban atentos la citada sentencia, como se hacía antaño, que una vez acabado el festejo, que entonces lo era, llevaran a los ya condenados por toda la ciudad, para que la gente los viera, que se hacía entonces, hasta un lugar que en vez de “quemadero” se llamara cárcel donde en un cartel bien grande se pudiera leer: “DE AQUÍ NO SALE NADIE A MENOS QUE CUMPLA INTEGRAMENTE LA CONDENA Y DEVUELVA ÍNTEGRAMENTE LO ROBADO”. Sólo eso. Y no se les aplicaría el resto de iniquidades, como entonces sí que se hacía (colgar los sambenitos en sus parroquias para escarnio de sus familias y del pueblo al que pertenecía, los descendientes tendrían que heredar sus miserias…).
¿Qué pasaría? Pues que los españolitos de a pie lo aplaudirían, como aplaudían las sentencias de los antiguos herejes. Pasaría que los futuros estafadores se lo pensarían varias veces, antes de apropiarse de un solo euro que no fuera suyo.
Bueno, menos mal, imaginaria… xD xD xD. Supongo que se refiere a la ejemplaridad, en la que hace hincapie. No a los metodos secretos. La inquisición me recuerda al “consejo de los diez” en Venecia. Una especie de tribunal secreto, con buzones públicos para recoger acusaciones anonimas, que terminaban con la muerte del acusado y su cadaver arrojado a las aguas del sistema fecal veneciano. Acusación anonima, juicio secreto, ejecución sin apelación… a lo mejor salías vivo, pero en general lo más probable es que no. Pero en lo de la ejemplaridad del auto de fe aplicado a los ladrones,… Leer más »
La diferencia es que estos inquisidores erán delincuentes y asesinos, son la misma ralea que nos gobierna con la diferencia de que estos son más sutiles y aparentemente más bondadosos. Se les quitaron muchas tierras a las buenas gentes con el cuento de que esos erán brujos y brujas, se violaron y se cometieron atrocidades tanto contra hombres como mujeres, normalmente el hereje y el brujo erá el propio inquisidor o sus amos, fue un episodio muy negro de la historia.
Es una pena que ahora solo se mete a prisión a los ladrones de poca monta, como quisieron hacer con la mujer que se encontro una tarjeta, y compro comida, pañales para su hija, por una necesidad extrema. Esta visto que en este país se perdona todo, menos la honradez.
Polette: gracias por sus comentarios. Soy el autor.
Tiene razón, la honradez es “avis rara” en este país y en estos momentos.
Si lo desea puede visitar mi artículo, en este mismo diario, ¿Existe la honradez?
Vuelvo a dar la matraca con el mismo tema, pero sin Inquisición.
Saludos.
siiiiiiiiiii , me relamo solo de pensar que haría torquemada con esta cada vez mas creciente piara de traidores a la patria
Sr. inquisidor: Nunca mejor elegido su nick. Gracias por leerme y por su comentario. Si se aplica lo que el artículo expone (que no lo dice todo por su gran extensión), Torquemada aplicaría, dependiente de lo robado uno de estos métodos: la confiscación de bienes, una multa (para sacar dinero y cubrir gastos), una penitencia (más formales y decretadas en ocasiones solemnes como los autos de fe – caso Pujol por ejemplo -) y las dispensas que conmutaban un castigo inquisitorial por un pago en efectivo. Quizá la penitencia, llevaría acarreada la flegelación, pero no creo que quemara a nadie.… Leer más »
Yo te lo digo se hubiera ahorcado el mismo, porque el erá un traidor.