El pacto de la continuidad
Es evidente que Ciudadanos se ha erigido como una bisagra lo suficientemente engrasada para desurdir el atasco post electoral. Resulta sencillamente claro que, además, se ha convertido en un salvavidas tanto para la derecha como para la izquierda, que, dicho sea de paso, cuenta con más socios para salir de la situación, aunque algunos ya empiezan a adivinar el precio que tendrá que pagar, por ejemplo, el PSOE de este señor Sánchez que parece no enterarse de lo que le rodea. Pero esa misma resolución para pactar, que ha sido el doniminador común de estas últimas elecciones municipales y autonómicas, ha venido a demostrar, también de manera innegable, el afán del partido de Rivera de protagonizar las sesiones, marcar los tiempos y mantenerse en ese burladero de privilegio que, en política, es lanzar a los demás esgrimiendo parte de tus argumentos, pero en la seguridad de que si algo falla, pagarán los demás. ¿hasta qué punto, los electores, hartos de tanta especulación, mantendrán al partido que lidera Albert Rivera intacto para las generales?
El resultado de las alianzas partitocráticas es un volver a empezar. Si los electores, con la división del voto, han querido mostrar el rechazo a las políticas convencionales, apostando una parte considerable por las nuevas opciones, que se alejaban de la corrupción, principalmente, y el encasillamiento político (no me atrevo a decir ideológico), la nueva situación creada habrá decepcionado a muchos. Porque los partidos supuestamente renovadores no han alcanzado los votos suficientes para poner en marcha sus programas, y los tradicionales, aún en el caso de que hubieran aprendido la lección, no han contado con suficiente fuerza para demostrar a los españoles que han rectificado su forma de actuar.
Del rosa al amarillo, el partido de Rivera ha demostrado actuar en los dos bloques; ha mostrado una resuleta manera de interferir en dos formaciones antagónicas, bajo dos contradictorias maneras de entender la política, pero ha traicionado el espirítu de una parte de sus seguidores porque allá donde ha apoyado a unos o a otros, ha sacrificado uno de los estandartes principales de su campaña, de su bandera, al apoyar a los corruptos. No importa que una de la exigencias fuera sacar de las listas del PP o del PSOE a aquellos candidatos imputados si, a la postre, se ha dado el apoyo al partido que ha cobijado los asuntos turbios ante la inacción de sus líderes, o a pesar de ellos.
Tanto esfuerzo para llegar, a través de las campañas, para al final apoyar a los de siempre.