Curiosidades Históricas
El Juicio de Residencia fue un procedimiento judicial del derecho castellano e indiano que se efectuaba en Castilla y especialmente en las colonias americanas españolas, desde los siglos XV al XVIII, por lo que sometía públicamente la conducta de cada oficial del rey al terminar el ejercicio de su cargo con objeto de investigar ilegalidades.
Tenía como objetivo la fiscalización de la labor de gobierno de un funcionario a la conclusión de un mandato. Estaban sometidos a ellos los virreyes, oidores (magistrados y jueces), gobernadores, alcaldes y otras autoridades.
El Consejo de Indias designaba al juez que había de tomar residencia a los funcionarios que él mismo había nombrado, mientras que virreyes, gobernadores y audiencias lo hacían para sus subordinados.
Su desarrollo se iniciaba con una actuación secreta en la que el juez investigaba a través de diversos informes el comportamiento del funcionario y el grado del cumplimiento de sus funciones. Después se abría una pesquisa pública en la que cualquier persona, español o indígena, podía presentar quejas, apoyadas en pruebas, contra la actuación del gobernante investigado. Éste podía hacer lo que estimara oportuno en su descargo.
Por último, el juez se pronunciaba sobre su inocencia o culpabilidad en todos y en cada uno de los cargos presentados. Las sanciones se castigaban con multas, confiscación de bienes, la cárcel e incluso podía llegar a la descalificación para ocupar cargos públicos.
El rey dictaba el veredicto definitivo. El mismo virrey podía estar sujeto a inspecciones y a un juicio de residencia como todo alto funcionario español.
No sería mala idea aplicar este método en los tiempos que vivimos. Habría alguna sorpresa que otra.
Obedezco, pero no cumplo, es una frase que en 1528, tiempos de Carlos V, ya se usaba en la América Española, para describir la actitud de algunos funcionarios coloniales locales hacia la Corona, siendo el primero más conocido el incidente de Hernán Cortes con el entonces gobernador de Cuba, Diego Velázquez.
Similar al “hago lo que me conviene”, el obedezco, aseguraba que el superior no se hubiera equivocado en dar una orden, el no cumplo, que el funcionario que recibía la orden, asumía su propio riesgo y la responsabilidad de posponer la obediencia hasta tener tiempo de informar al superior, que a veces o había fallecido o había cesado en su destino; de todas las circunstancias que éste ignoraba, posibilitando así una decisión revisada y justa, ya que la lentitud de las comunicaciones provocaba uno o dos años de retraso en las soluciones de los problemas existentes en aquella época. Es el equivalente a las actuales apelaciones y recursos de reposición o alzada.
El caso es que muchas veces no se obedecía sin demostrar claramente la desobediencia. En España, existen por desgracia, casos muy similares, como es el de determinados organismos oficiales y algunas Comunidades Autónomas que dicen que obedecen lo que se les ordena, pero no cumplen lo ordenado, alegando multitud de razones absurdas, ilógicas y de todo tipo, dando largas que a veces duran años y no será por la lentitud de las comunicaciones que actualmente son prácticamente inmediatas.
No es preciso comentar que organismos y Comunidades actuales hacen como los antiguos colonos españoles. Es de dominio público.
LA CÉDULA DE GRACIAS AL SACAR
En agosto de 1801, el rey Carlos IV, con objeto de aumentar las arcas reales, creó un curioso impuesto: La Cédula de Gracias al Sacar. Iba destinada particularmente a los españoles que vivían en los distintos virreinatos de América, incluidos los que habitaban en las Islas Filipinas.
La citada Cédula, permitía que un “pardo” (descendiente de esclavo africano mezclado con europea o amerindia o al revés) o un “quinterón” (descendiente de blanco mezclado con descendiente de mulata o al revés) y en posesión de determinados documentos, fuera en realidad blanco, olvidándose para siempre su anterior casta.
Era ésta una dispensa que se podía comprar a cambio de una suma considerable y que permitió a algunas personas adineradas de origen africano o mixto acceder a cargos públicos, entrar en colegios profesionales, en la universidad, en el ejército, incluso adquirir títulos nobiliarios.
Dicho de una manera más clara; permitía a “pardos” y “quinterones” ser admitidos en una sociedad rigurosamente jerarquizada en el orden político y social debido al concepto de “limpieza de sangre” que imperaba en aquella época, a cambio de una muy elevada cantidad de dinero.
Como ha reconocido el hispanista Joseph Pérez, “el hombre de origen más oscuro y de más humilde cuna podía adquirir ciertas prerrogativas nobiliarias mediante unos cuantos miles de reales de vellón “.
En la realidad que vivimos, en el que el problema del racismo e integración social a causa de la inmigración, está a la orden del día, por lo menos en España, aunque no menos existente en otros países, nos podíamos preguntar las consecuencias que pudieran derivarse si hipotéticamente se aplicara dicha Cédula.
Resultaría que un rosario inacabable de inmigrantes de todo el orbe, que sin tener esa “limpieza de sangre”, pagando cantidades desorbitadas, y con frecuencia sin saber leer, escribir, sin cultura alguna e ignorando el conocimiento de nuestro idioma, se convirtieran de la noche a la mañana, como por arte de magia, en nobles, policías, catedráticos, abogados, médicos, componentes de cualquier colegio profesional, miembros de entidades oficiales, incluso funcionarios del Estado de todo tipo.
O sea se convertirían en ciudadanos con todos los derechos “per se”, inherentes al país donde se desearían instalar, que en el caso que nos ocupa, sería España. La consecuencia es que podríamos tener, de pegote, más políticos, más funcionarios de todas clases y más profesionales de cualquier tipo habido y por haber.
Si ahondásemos en el origen de la actual población blanca española, quizás pudiésemos descubrir sorpresas de determinados ciudadanos, en los que bastantes años atrás, sus ancestros tuvieron un color muy distinto al blanco. Si ese fuera el caso, se les podría aplicar algún tipo de impuesto similar al comentado en este artículo. O sea borrón y cuenta nueva.
De lo que no cabe la menor duda, y sin dar malas ideas a la Agencia Tributaria Española, aunque imaginación no le falta, es que sería ahora un buen sistema de recaudación.
Estas tres “curiosidades”, bien valían para aplicarlas hoy en día.
En realidad, la historia no hace mas que mostrar que los patrones de conducta humana, no varían mucho con el paso de los siglos. Ignorante de mí, me llamaba mucho la atención que la persona con más títulos nobiliarios y de “grandeza española” se llamara Fitz-James Stuart, lo encontraba y lo sigo encontrando ridículo. Hasta que vi una información que no conocía: El ducado de Alba, fue comprado por alguien con esos apellidos, a todas luces extranjeros, sin mas méritos patrióticos que la “pasta gansa” que puso sobre la mesa, desvirtuando totalmente a aquellos que ganaron sus títulos de nobleza… Leer más »
Sr Pérez Morales: muchos títulos nobiliarios han sido comprados, ya desde el tiempo de Felipe III, para recaudar fondos, ya que la Hacienda Real siempre estaba en bancarrota y no sólo era costumbre en España, también en Inglaterra.
Si le interesa, puede consultar un artículo que escribí en este diario el año pasado “Suspensiones de pagos”.
Un saludo.
Perdón, en marzo de este año.
Me ha resultado muy curiosa la historia de esta cédula que explica Usted de Gracias al Sacar. Pero es que me ha venido a la cabeza que hace pocos años, unos tres o cuatro, tal vez, esto mismo se propuso y no sé si se llegó a aplicar o si está todavía vigente. Y es que si un extranjero compraba una propiedad inmobiliaria por un valor superior a los 500.000 euros (hablo de memoria), obtenía la ciudadanía española de inmediato y sin ningún trámite más. Vamos que la respuesta a su pregunta sobre el tema, quizás es más pertinente de… Leer más »
Sr. José Orgulloso: Gracias como siempre por leerme.
Lo que comenta fue cierto, me suena algo en la Costa del Sol, pero no me acuerdo de cuando.
Hay una diferencia abismal: En la Cédula que cito, se convertía un negro o un mulato en blanco, sin más, pagando mucho dinero. Es como si al negro o cuarterón o lo que fuera, le echaran una mano de pintura blanca que nunca se pudiese quitar.
Un saludo.
Muy oportunas sus curiosidades. La pregunta es la de siempre José Alberto, ¿Quién juzga al juez? En aquella época resultaba muy difícil desobedecer una orden sin la correspondiente sanción o arresto. Desobedecer una orden aunque ésta fuese un dislate, estaba penado hasta con la muerte. Lo que hace que resulte un tanto difícil de creer, que se juzgase a un “mandamal” con condición de funcionario, como presunto autor de ciertos desmanes denunciados por personas de menor rango o de estrato social bajo. En cuanto a lo de admitir en la sociedad a personas denominadas “pardas” mediante el pago de un… Leer más »
Sr. Román: gracias por sus comentarios. Por lo visto el juez supremo era el rey (hay que imaginar ese juicio en tiempos de Fernando VII). Sí ha habido casos de “peces gordos” juzgados. Quizá uno de los más conocidos fue el del obispo de Puebla, en México, Juan de Palafox y Mendoza (antijesuitico), que fue al mismo tiempo obispo, general, presidente de la audiencia y virrey de Nueva España, y que se escapó por los pelos, aunque parece ser que se “inventó” un impuesto “sui generis”, que le enriqueció mucho (hasta los indios podían declarar en contra/a favor del juzgado).… Leer más »
Jaja… gobernador de Cuba… “Yo me autoproclamo gobernador de Irak”
Ya puestos, prefiero Sr. Mad Hatter, hacer lo del artículo que publiqué sobre “ideas para independentistas”, me “invento” una “nación ” y prohibo que se hable catalán, se use la barretina y se baile la sardana, y al que lo incumpla ordeno a “mi ejército” que lo cuelguen de los tobillos, desnudo, para que se tueste bien, eso sí “impregnado” de crema catalana para atraer a los mosquitos.
Un saludo.
No sé por qué me llama “señor”, todavía soy joven.
No entiendo nada de lo que dice pero adivino que usted es otro más que no conoce y no maneja más que una acepción de la palabra “nación”. Y creo que no se ha dado cuenta de que las naciones no se descubren, sino que son inventadas. Todas las naciones del mundo se han inventado, ninguna se ha descubierto.
¡Venga!, a rezar tres padres nuestros, a ver si Dios nos ayuda porque sino es así….
Disculpe “joven”, no lo sabía. Yo llamo Señor a todo el mundo, porque se supone que todo el mundo lo es. Pero si lo prefiere, le puedo llamar “oiga”.
Le falta algo de sentido del humor, creo.
En cualquier caso gracias por su comentario. Sr. Mad Hatter.
O como dijo Groucho Marx, les llamo caballeros porque aun no los conozco.