¿De verdad sirve para algo protestar, “movilizarse”?
Son enésimas las ocasiones en las que hablando con padres y madres divorciados, y abuelos y abuelas, y familiares de hijos de padres divorciados; todos ellos, ante la terrible situación que padecen cientos de miles, varios millones de familias españolas dañadas por la pandemia del divorcio y especialmente damnificados por la perversa ideología totalitaria, liberticida, denominada “perspectiva de género” (en sus múltiples manifestaciones, ley del aborto, ley del divorcio, ley de “violencia de género”) me dicen que hay que hacer “algo”, que hay que moverse, movilizarse, salir a la calle, tomarla, hacer “concentraciones”, dar que hablar… todo menos permanecer impasibles. Toda la gente me acaba diciendo que hay que buscar una “alternativa” a la terrible tragedia que se ha ido creando desde hace décadas.
Conviene aclarar que, según los diccionarios, “alternativa” significa la “posibilidad de elegir entre opciones o soluciones diferentes”.
Pues bien, después de oír tópicos y más tópicos, consignas y más consignas, todos ellos del tipo: debemos movilizarnos para acabar con el actual sistema judicial, injusto, lento y arbitrario; … porque no se puede consentir que nadie haga nada por evitar que tantos niños –y niñas- acaben quedándose huérfanos de padre y de sus abuelos y abuelas, y tíos… porque es inadmisible que mientras la población española va camino de ser la más vieja de Europa y del Mundo, haya anualmente más de 1.00.000 abortos, y más o menos el mismo número de rupturas matrimoniales, y se suiciden más de un millar de hombres inmersos en procesos de divorcio, generalmente todos denunciados falsamente por las madres de sus hijos y bla, bla, bla… todo en la línea de lo que yo no paro de nombrar como “preguntas y respuestas del millón” (de esas que toda la gente de buena voluntad, sabemos cómo contestará de forma anticipada) generalmente acabo sintiéndome algo así, como si me transportaran a través de alguna máquina del tiempo a finales del siglo XIX. No salgo de mi asombro, cada minuto que pasa me suelo sentir más y más perplejo… a algunas personas, sólo les falta decir que si hacemos lo que ellas dicen, en nada de tiempo estaremos en disposición de poder “tomar el Palacio de la Moncloa, o el Congreso de los Diputados”.
También son muchas las personas con las que hablo que, según parece acaban de descubrir las ideas que Platón expone en “La República”, sobre un posible “gobierno de los sabios”, u ocurrencias semejantes. Ante dilemas tales, yo siempre acabo preguntando qué alternativa, qué soluciones me plantean exactamente, y sobre todo “cómo se hace todo ello, de qué manera, por qué procedimientos”.
Ante mis preguntas, siempre, salvo raras excepciones, vuelven a hablarme de “movilizarse”, de salir a la calle, de armar follón, de algarabías, de protestar… Porque ¿No me negarás que “algo” habrá que hacer… además, lo que se haga, seguro que no cae en saco roto?
Y yo me pregunto, y le pregunto a quien quiera contestar, ¿Protestar para qué?
Pongamos por ejemplo, las “movidas” organizadas años atrás para rodear el Congreso de los Diputados en la Capital del Reino. Para empezar, hay que decir que todas aquellas protestas fueron continuos fracasos (independientemente de la mayor o menor asistencia) pero, y esto es lo más importante: ¿sirvieron para “algo”?
A poco que uno lea algún periódico, o revista, o ponga la radio acaba concluyendo que el actual Gobierno de España –ahora “en funciones” y empantanado y focalizado con el “problema catalán”- o apenas sabe qué hacer, o carece de programa, o está improvisando, o ¡Vete tú a saber! El caso es que son muchos los españoles para los cuales apenas existen motivos de alegría en el día a día… Pero ¿para qué protestar, qué se supone que deseamos que cambie?
A estas alturas protestar está chupado. ¿O no?
Quienes organizan o convocan manifestaciones hablan siempre de que hay múltiples razones para protestar.
Bien, volvamos a los damnificados –y damnificadas- por las “políticas de igual-da y género”: el próximo 20 N, aparte de cumplirse el 40º aniversario de la muerte del General Franco, y el 79º aniversario de la muerte de Buenaventura Durruti, o José Antonio Primo de Rivera, o el 4º aniversario de la “victoria” electoral del partido que preside Mariano Rajoy; es el 55º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos de la Infancia, por este último motivo, tal cual se viene haciendo desde hace casi tres lustros, habrá en Madrid una “concentración de padres, madres, divorciados”, por la custodia compartida, contra la Alienación Parental y contra las leyes de género, tales como la LVIOGEN de 28 de diciembre de 2004.
Hace escasas fechas hubo “otra concentración más”, ésta promovida por un padre visitador, no custodio, de nombre Pascual.
¿Ha servido para algo la reunión que tuvo lugar en la Plaza de Cibeles, hace pocas semanas, servirá para “algo” la enésima concentración con motivo del día internacional de los derechos del niño?
Los humanos tenemos la “virtud” de emprender caminos, a veces sembrados de bastante piedras, y después de llevar recorrido un largo trecho, y habernos dado cuenta de no haber elegido la mejor opción, en lugar de rectificar, regresar al lugar de donde salimos y comenzar de nuevo, por otro camino mejor; tendemos a no dar nuestro brazo a torcer, continuamos, nos justificamos diciéndonos cosas tales como, después del largo rato, después de las energías empleadas… después de… seguro que encontraré un atajo y podré tomar el camino adecuado… Mientras tanto, son muchos los que en el trayecto acaban tropezando en unas cuantas piedras, se hacen amigos de ellas, e incluso, acaban yendo de copas con las piedras.
Uno de los más frecuentes problemas de España es que quienes tienen capacidad de decidir, son muchas las ocasiones en que optan por decisiones estúpidas.
Una de las cosas que más se suele decir, es que los políticos no escuchan, pero más bien es todo lo contrario, les hacen demasiado caso a algunos manifestantes, y lo llevan haciendo desde hace muchísimo tiempo. El problema está en que “la calle” pide reformas estructurales, y en eso sí que no están muy dispuestos a escuchar, pues sería “suicidarse” como casta política parasitaria.
Evidentemente no están dispuestos a cambiar la legislación denominada “de igualdad y género”, como tampoco están dispuestos a cambiar la organización territorial del Estado, o la forma de financiación de las diversas regiones, o a meterle mano al sector energético, o hacer una reforma laboral medianamente decente, o eliminar los privilegios de los colegios profesionales, o eliminar trabas burocráticas inútiles, o promover la innovación y el crecimiento empresarial en lugar de seguir subvencionando estúpidamente a las dichosas PYMES.
En época de elecciones, como ahora, prometen el oro y el moro, pero, si tocan poder, si llegan a gobernar, si tienen la osadía de anunciar una tímida y minúscula reforma en cualquier sector, saben que tendrán de inmediato como respuesta una bronca por parte de los posibles afectados,.. Y como consecuencia una vergonzante rendición del gobierno o una nueva chapuza que no vale para nada. Nunca se olvide que la mayor preocupación de los gobernantes no es la de agradar o conseguir simpatías, sino la de evitar antipatías, pues están permanentemente en campaña electoral.
A nadie se le escapa, si está medianamente informado, que la situación que sufre España es calamitosa, y que somos el país de la Unión Europea más divorcista, y con la población más envejecida, y con la natalidad más baja (hasta el extremo de que peligran las pensiones futuras y que nos encaminamos al suicidio como nación) y que no nos podemos permitir alrededor de cien mil abortos anuales, a la vez que cada vez son más los españoles que adoptan a niños extranjeros, y qué. El quid de la cuestión es que esas reformas son a su entender “política y socialmente incorrectas” y electoralmente costosas, motivo por el cual los padres de la patria procuran evitarlas y aplazarlas a toda costa.
Sin duda es hora de regeneración en el asunto que nos ocupa, es hora de que un cirujano (o un equipo médico de urgencia) haga algo, y lo haga ya, sin más aplazamientos. No caben más aplazamientos, no caben pretextos de ninguna clase, el pueblo español no se lo merece; no podemos seguir aceptando, como si fuera inevitable, de forma fatalista aquello de “tenemos los gobernantes que nos merecemos” ¿Acaso hemos hecho algo por lo que tengamos que purgar, o tal vez nuestros ancestros? España necesita reformas inaplazables, necesita profundos cambios.
El Partido Popular ha defraudado a la mayoría de los que el 20 de noviembre de hace cuatro años votaron cambio, una profundísima regeneración que debe ir más allá de pequeñas y temerosas reformas; es imperdonable que el partido de Mariano Rajoy haya acabado limitándose a apuntalar el sistema sin ir a la raíz de los problemas.
Permítaseme que termine dirigiéndome a los amigos de las algarabías, los alborotos, las movilizaciones más o menos multitudinarias: todo ello de poco o nada vale, más allá de expresar el “legítimo derecho al pataleo”… En España las decisiones que a todos nos afectan, y en especial todo lo relativo al derecho de familia, se toman en el Congreso de los Diputados, no se toman en “la calle”, es por eso, que recomiendo que nos unamos todos, en torno a el único partido político que habla sin tapujos, sin reservas, sin rodeos de defender lo que a los padres y madres divorciados nos interesa: la derogación de la “ley de violencia de género” y de la ley del aborto, y la reforma de las demás leyes aprobadas durante los gobiernos socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero, tales como la denominad de “divorcio exprés”.
Insisto: Hay que hacer “algo”, pero que sea eficaz ¿Qué mejor que unirnos a quienes mejor acogida da a nuestras reivindicaciones?