Este es Quevedo
¿Pues qué diré de la honra? Que más tiranías hace en el mundo y más daño, y la que más gustos estorba.
Muere de hambre un caballero pobre, no tiene con que vestirse, ándase roto y remendado y da en ladrón; y no lo pide porque dice que tiene honra, ni quiere servir porque dice que es deshonra. Todo cuando se busca y afana dicen los hombres que es por sustentar honra. ¡Oh lo que gasta la honra! Y llegado a ver lo que es honra, no es nada.
Por la honra no come el que tiene gana donde le sabría bien.
Por la honra se mueve la viuda entre dos paredes.
Por la honra, sin saber qué es hombre ni qué es gusto, se pasa la doncella treinta años casada consigo misma.
Por la honra la casada se quita a su deseo cuanto pide.
Por la honra pasan los hombres a la mar.
Por la honra mata un hombre a otro.
Por la honra gastan todos más de lo que tienen. Y es honra, según esto, una necedad del cuerpo y alma, pues al uno quita los gustos y al otro el descanso. Y porque veáis cuáles sois los hombres de desgraciados y cuán a peligro tenéis lo que más estimáis hace de advertir que las cosas de más valor en vosotros son la honra, la vida y la hacienda; y la honra está junto al culo de las mujeres, la vida en mano de los doctores y la hacienda en las plumas de los escribanos.
¿Ves todos los pecados? Pues todos son hipocresía, y en ella empiezan y acaban y de ella nacen y se alimentan la ira, la gula, la soberbia, la avaricia, la lujuria, la pereza, el homicidio y otros mil. ¿Qué esperanza es del hipócrita? Ninguna; pues ni la tiene por lo que es, pues es malo, ni por lo que parece, pues lo parece y no lo es. “No queráis ser como los hipócritas tristes”, que en no ser hipócritas está el no ser en ninguna manera malos, porque el hipócrita es malo de todas maneras.
¿Ves aquel que gana de comer como sastre y se viste como hidalgo? Es hipócrita. ¿No ves los viejos, hipócritas de barbas con las canas envainadas en tinta, querer en todo parecer muchachos? ¿No ves a los niños y mancebos preciarse de dar consejos y presumir de cuerdos? Pues todo eso es hipocresía.
No es filósofo el que sabe las cosas, sino el que las hace; como no es rico el que sabe dónde está el tesoro, sino el que trabaja y le saca; ni aún ése es del todo, sino el que después de poseído, usa bien de él.
Vólcose el coche del Almirante en donde íbamos seis; descalabróse don Enrique Enríquez, yo salí por el zaquizamí del coche. Hallé al cochero hecho santiguador de caminos, diciendo que no le había sucedido tal en su vida. Yo le dije “Vuesa merced lo ha volcado tan bien que parece que lo ha hecho muchas veces”.
Pasamos a Linares, jornada para el cielo y camino de salvación, estrecho y lleno de trabajos y miserias. Íbamos en el coche con diez mulas; y en anocheciendo, en una cuesta que tiene los de Linares, nos quedamos atollados. Oíanse lamentos de arrieros en pena, azotes y gritos de cocheros, maldiciones de caminantes.
Los de a pie sacaban la pierna de donde la metieron, sin media ni zapato. Parecía un purgatorio de poquito. (Carta de Quevedo al marqués de Velada y San Román con motivo de un viaje de Felipe IV a Andalucía en 1624 en el que iba Quevedo).
Los mercaderes fueron los que compraban títulos de nobleza. En 1600 contaba Castilla con 100 Grandes y Títulos, en 1621 había ya 145, en 1665, 236 y en 1700, 425. Las Cortes concedieron permiso al rey para vender 100 hidalguías a 4.000 ducados.
Quevedo ironizó diciendo que parece que faltan nombres de lugares en España y que “pronto vendrán los marqueses de Ramillete y de Legumbres”.
Que no fuera yo español si no buscara peligros, despreciándolos antes para vencerlos después y De mi España ¿Qué diré que no sea con gemido? Vosotros sois presa de la guerra; nosotros del ocio y de la ignorancia. Allí se consumen nuestros soldados y nuestros recursos; aquí somos nosotros los que nos consumimos.
Para ser rico habréis de ser ladrón, y no como quiera, sino que hurtéis para el que os ha de envidiar el hurto, para el que os ha de prender, para el que os ha de sentenciar y para os quede a vos.
Se atribuye a Francisco de Quevedo y al rey Felipe IV un debate sobre el valor de la disculpa. El monarca sostenía que cualquier ofensa queda lavada por una disculpa. Sin embargo, el escritor alegaba que una disculpa deshonesta, cínica o mal planteada puede resultar peor que el hecho por el que se pide perdón.
El rey retó a Quevedo, quien entonces ejercía como su secretario, a ofenderle y encontrar una disculpa que resultase peor que el propio agravio.
Apenas se dio la vuelta el Rey, el poeta le puso las manos en las nalgas al Rey; no bien repuesto de la sorpresa, Felipe IV escuchó las siguientes palabras:
–Perdón, señor, pensé que era la Reina.
Los principales, a lo superior, lo llaman bonito, a lo bueno razonable, y a lo mediano, pésimo; nada les contenta: la causa no la dan porque no la saben. De todas las cosas hablan y de ninguna entienden.
Extravagante reloj que dando una sola hora no hay cosa que no señale con la mano.
Sólo tenía vocación para el oficio de diablo.
En tanto en Cataluña quedase un solo catalán, y piedras en los campos desiertos, hemos de tener enemigos y guerra.
Maestro de errores, doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios, y protodiablo entre los hombres.
“¡Gran ceguedad la mía, que con vanidad de maestro estoy enseñando estas cosas a los príncipes de quien las aprendo! Más por esto no seré culpable. Yo hago oficio de espejo.”
“Hay muchos que hablan por hablar, otros que hablan y escriben sólo porque les alaben y otros hablan y escriben por enseñar a los ignorantes, encaminar a los perdidos, desengañar a los engañados y controlar a los miserables”.
“Tan desnuda estuviera la mentira como la verdad, si la lisonja no la vistiera de todos los colores. Es la tienda de todos los aparatos del engaño, de todos los trastos de la maldad. En ella halla espadas la ira, máscaras el enojo…”
Del matador sólo da noticia el muerto.
Es un gran escritor verbal.
Venga la puta y tárdese la flota y sorba yo y ayunen los gusanos.
La que no se ha gozado, nunca es fea.
Yo me quiero andar de saya en saya. Volver quiero a vivir a trochimoche. Quiero gozar, que no quiero tener gusto mental tarde y mañana.
Aguardo el día postrero. Éste no sé cuándo vendrá; confío que ha de tardar, y es ya quizá llegado, y antes será pasado que creído.
Yo confieso que lo padezco todo, como mi dinero no padezca.
Cuando pensé que éramos, yo el amante y vuesa merced la querida, hallo que somos competidores de mi dinero y galanes.
Si vuesa merced me quiere a mí ¿Qué tengo yo que ver con vestidos, joyas y dineros, que son cosas mundanas y vanidad? Y si quiere mis doblones, ¿Por qué no habla verdad? ¿Y cómo en los papeles me llama “mi vida”, “mi alma”, “mi corazón”, “mis ojos” y no me llama “mis reales”, “mis doblones”, “mis talegones”, “mis bolsas”?
No es posible sino que cuando vuesa merced me empezó a querer me contó el dinero; porque a la propia honra que se acabó la bolsa, expiraron las finezas.
Nuestro Señor la guarde a vuesa merced, aunque temo que es tan enemiga de guardosos, que aun Dios no querrá que la guarde.
Me había encontrado con una muchacha tan linda y hermosa, que no había más que pedir, y ahora he descubierto en su condición que hay que pedir mucho más.
Pues te digo que si se supiera bien el tema de los padres, otro gallo cantaría a mucha gente, pues habría muchos menos problemas en cuanto a las herencias, porque en esto de las barrigas hay mucho que decir, pues los hijos es una cosa que se hace a oscuras y sin luz y no hay forma de averiguar quien fue concebido a escote, por muchos o a medias y como hay que creer en el parto pues resulta que todos heredamos por el dicho del nacer más acá o más allá.
Esto se comprende bien cuando las mujeres se enredan con otros, porque si los maridos están fuera, las mujeres pueden llegar a tener “más barrigas que un corro de pasteleros”. No hablo de la gente honrada a no ser que algún maldito como tú no la tergiverse y entonces te pregunto ¿Cuántos hijos piensas que el día del juicio se enterarán que su padre fue el amigo de la familia, el criado, socio, vecino u obrero que haya trabajado en su casa y cuantos padres se enterarán que no tienen descendencia real, cuando la han tenido oficialmente durante toda su vida? Pues hay muchos, muchos más de los que te imaginas.
Yo, señora me hallo tan bien con mi dinero, que no sé por dónde ni cómo echarlo de mí; y me aplico más a tomar que a recibir. Advierta vuesa merced que lleva camino de sacarme de pecado, porque estoy resuelto antes de salvarme de balde, que condenarme a puro dinero.
Y bien mirado, todo el infierno no vale nada, y vuesa merced me la encarece como si faltaran demonios a quien los quisiere. Vuesa merced vuelva los dientes y las uñas a otra parte, porque yo tengo la castidad por logro, y soy pecador de lance. Y lo mío fuera suyo, sino tuviera una lujuria que se precia de miserable.
He conocido que sus ojos de vuesa merced si son el matadero de las ánimas, son el rastro de las bolsas.
Todo se acaba, y el dinero más presto, si no se mira por él. Vuestra merced haga cuenta que no me ha pedido nada, que yo hago la misma, porque no hallo otro camino de guardar los mandamientos y hacerlos guardar, sino guardando mi dinero de vuesa merced.
Dígame, reina ¿Qué paciencia o sufrimiento me ha columbrado que me codicia para marido? Yo tengo cara de soltero y condición de viudo, que no me duran una semana un par de mujeres; y es imposible que no sea género de venganza el quererse vuesa merced casar conmigo, conociéndose y conociéndome.
Yo no quiero tomar mi matrimonio con mis manos, ni estoy cansado de mí, ni enfadado con mis vicios, ni quiero dar picón al diablo con vuesa merced. “Maridee” por otra parte; que yo he determinado morir ermitaño de mi rincón, donde son más apacibles telarañas que suegras.
Y porque no me suceda a los que se casan, no quiero tener quien me suceda; y perseveraré en este humor, hasta que haya órdenes de redimir casados como cautivos. Si vuesa merced me quiere para mientras marida, o como para marido, o para entre marido, aquí me tiene corriente y moliente.
Señora, mi dinero se haya mejor debajo de la llave que sobre prendas, que es humilde y nada altanero, ni amigo de dar sobre nada; que es como de materia grave y no leve, su natural inclinación es bajar y no subir. Vuesa merced me crea que yo no soy hombre de prendas, y que estoy arrepentido de lo que he dado sobre vuesa merced. Si vuesa merced da en pedir, yo daré en no dar, y con tanto daremos todos. Guarde Dios a vuesa merced, y a mí de vuesa merced.
Díceme vuesa merced que está preñada, y lo creo, porque el ejercicio que vuesa merced tiene, no es para menos. Quisiera ser comadre para ofrecerme al parto, que compadres sobrarán en el bautizo mil.
Dame vuesa merced a entender que tiene más prendas mías en la barriga, y podría ser, si no ha digerido los dulces que me ha merendado; que el hijo yo se lo dejo todo entero a quien lo quisiera, no pudiendo ser todo entero de nadie. Señora mía, si yo quisiera ser padre, en mi mano ha estado hacerme fraile o ermitaño; no soy ambicioso de crías.
Y desengáñese vuesa merced que yo no he de tragar este hijo y antes muera de hambre que tal trague.
Los primeros días que fui a casa de vuesa merced, a recibir merced, me daban susto, porque eran tanto los compañeros que estaban por aquellos corredores que preguntaba si había difunto. Ahora sé que aunque no le hay, vienen por cuerpo. No he visto en mi vida hija de tantos padres.
Y es cosa peor del mundo para mi humor, que soy amigo de huérfanas y a Adán no le invito otra cosa sino que tuvo mujer sin madre, que quiero más tratar con la culebra y con el diablo. Vuesa merced, sino está bien emplazada, está bien ocupada; y, pues iglesia, es razón que le valga, y hábitos de frailes en los muertos dan menos cuidados que en los vivos.
Dice que riño y pongo leyes, como si gastara. Pues si yo diera ¿Qué habría de agradecerme? La gracia es hacerlo sin blanca. Yo tengo celos y no dineros, y todos juntos somos moneda; y más parece el tema de cofrades que de galanes.
Y si vuesa merced los quiere más a ellos que a mí, yo quiero más que a vuesa merced a mi dinero; y si vuesa merced me quiere más a mí que a ellos, también la quiero más que a ellos. Sólo hallo un remedio, que es quererme sin dinero y sin competidores.
Linda cosa es ser puta de manos, de boca, de mangas, de tienda, de mesa; y en llegando a lo demás darme con un virgo en estas barbazas y hacerse doncella entre manos, no siéndolo de entrepierna. Donaire has tenido; no he visto virgen postiza tan graciosa ¿Cuántas veces puedes ser doncella en este mundo?
Entró una que parecía mujer muy galana, y llena de coronas y cetros y hoces y abarcas y chapines y tiaras y caperuzas y mitras y monteras y brocados y pellejos y seda y oro y garrotes y diamantes y terrones y guijarros y perlas.
Y un ojo abierto y otro cerrado, vestida y desnuda, por el un lado era moza y por el otro vieja; unas veces venía despacio y otras aprisa, y parecía que estaba lejos y estaba cerca, y cuando pensé que comenzaba a entrar, estaba ya en mi cabecera. Yo me quedé como hombre que le preguntan qué es cosa y cosa, viendo tan extraño ajuar y tan disparatada compostura. No me espantó: suspendióme; y no sin risa, porque bien mirado era figura donosa.
Era la Muerte, que decía: La muerte no conocéis, y sois vosotros mismos vuestra muerte: tiene la cara de cada uno de vosotros, y todos sois muertes de cada uno de vosotros mismos. La calavera es el muerto y la cara es la muerte, y lo que llamáis morir es acabar de morir, y lo que llamáis nacer es empezar a morir, y lo que llamáis vivir es morir viviendo; los huesos es lo que vosotros deja vuestra muerte, y lo que le sobra a la sepultura. Pensáis que es huesos la muerte, y que hasta venir la calavera y guadaña no hay muerte para vosotros, y primero sois calavera y huesos que creáis que lo podéis ser.
Vuestra majestad se consuele conmigo, que soy el Rey Perico (Tío Perico), y no me dejan descansar de día ni de noche, ni hay casa sucia ni desaliñada ni pobre ni antigua ni mala, que no digan fue en tiempo del Rey Perico.
Mi tiempo fue mejor que ellos pueden pensar, y para ver quién fui yo en mi tiempo y quién son ellos, no es menester más de oírlos, porque en diciendo ahora a una doncella su madre “Hija, las mujeres bajos los ojos, mirar a la tierra y no a los hombres”, responden: “Eso fue en tiempos del Rey Perico: los hombres han de mirar a la tierra, pues fueron hechos de ella, y las mujeres al hombre, pues fueron hechas de él”.
Si un padre dice a un hijo:” No jures, no juegues, reza las oraciones cada mañana, persígnate en levantado, echa la bendición a la mesa”, dicen que eso se usaba en tiempos del Rey Perico. Ahora le tendrán por un maricón si se sabe persignar, y se reirán de él si no jura y blasfema, porque en vuestros tiempos más tienen por hombre al que jura que al que tiene barbas.
Yo, la Prosperidad, traigo a los infiernos a la mayoría de los que aquí están. Soy la que hace olvidar a los hombres de Dios, de sí mismos y de sus prójimos. Hago confiar a todos en sus riquezas, los enlazo con la vanidad, los ciego con la diversión, los cargo con los tesoros, los entierro con sus trabajos ¿En qué lugar no estoy? ¿Qué cordura existe conmigo? ¿Qué locura no hago crecer? ¿Qué tipo de advertencias hago? ¿Qué consejos doy? ¿Qué castigos aplico? ¿A quién los aplico? Yo alimento de sucesos los escándalos, de escarmiento las historias, de venganza a los dictadores y personajes sanguinarios, y de sangre a los verdugos.
Aquí hay muchos reyes, príncipes, ministros y personas muy importantes que me reverencian y no tengo consideración alguna con sus almas, pues se mantuvieron humildes e hipócritas a prueba de la Prosperidad, y no puedo ni quiero perder el tiempo con ellas. Que en el mundo, el que alcanza todo lo que quiere, como no echa de menos a Dios para nada, lo olvida aun para jurarle.
Todos han guardado bien sus dineros, pero no debo decir donde lo tienen, cómo lo tienen y cómo lo han obtenido y además no me importa: la causa es secreta, la hacienda no debe saberlo.
Y no te molestes en enredar a los hombres con adulterios y gustos de mujer, que no hay pecado tan traidor como ese, pues apunta al infierno y acaba en el arrepentimiento cada vez, las mujeres se dan mucha prisa para desengañarse; y las que no se arrepienten se hartan ¡Hijos diablos; ayudad a estafadores y a usureros, a las venganzas, a las pretensiones y a las envidias!
Y sobre todo, os encomiendo la hipocresía, que es lazo de todas las cosas y de todos los sentidos y potencias, que no se siente, ni se conoce, ni se rehúsa pero se premia y adora. Y sobre todo, atestiguar los chismes con los que ostentan el poder y veréis lo que hacen y lo que padecen, y como ponen al mundo y a donde van a parar.
Dice una mujer: Los hombres sois unos tiranos ¿Porque razón siendo las mujeres de las dos partes del género humano, la que constituye la mitad, habéis hecho vosotros solos las leyes contra nosotras, sin nuestro consentimiento y a vuestro albedrío? ¡Malditos seáis! Vosotros nos priváis de los estudios por la envidia que tendríais de nosotras al sospechar que os podemos superar y ser mejores; de las armas, por miedo a que nos riamos de vosotros cuando os ganen las guerras. Os habéis constituido en árbitros de la paz y de la guerra y nosotras padecemos vuestros delirios.
El adulterio en nosotras es nuestra desgracia, todos nos miráis malamente y vosotros lo usáis para divertiros en la vida y aprovecharos de nosotras. Queréis que seamos buenas para que vosotros podáis ser malos. Nos decís que seamos honestas para que vosotros podáis ser unos granujas.
Si miramos a otros hombres, decís que somos desenvueltas; si os echamos miradas, entonces somos peligrosas y, a causa de lo que vosotros llamáis honestidad, nos condenáis a no tener ni potencias ni sentidos. Convertís en malas a las que no lo son ¡Cobardes! Si todos limitáis nuestras vidas y aumentáis nuestras privaciones, es lógico que nuestros apetitos se orienten a lo que quisierais que no sucediera. Infinitas mujeres entran en vuestro poder siendo buenas, pero las enseñáis a ser malas y ya hay pocas malas que bajo vuestra dominación puedan empeorar aún más.
Tenéis encarcelados a todos nuestros sentidos sin excepción alguna; tenéis controlados con grillos nuestros pasos, con llaves nuestros ojos, pero hoy es el día en que se tiene que corregir este desaguisado sin más dilación porque llevamos mucho tiempo esperándolo; tenéis que darnos estudios y puestos en el gobierno, y oírnos para poder desagraviarnos de las leyes establecidas por vosotros, instituyendo algunas en nuestro favor, y derogando otras que no son perjudiciales.
Responde el hombre: Mujer odiosa, hembra infierna y diabla, escúchame bien; yo y los hombres que estamos en estos malditos infiernos es por vosotras, que nos engañasteis. Me opongo a vosotras viendo que vuestra hermosura vence frecuentemente a la razón, y la retórica y la dialéctica no pueden contra vuestra belleza.
Dime mujer afeitada y legañosa: ¿Qué ley se os podrá confiar, si la primera mujer se estrenó quebrantando la de Dios? ¿Qué armas se pondrán en vuestra mano, si con una manzana descalabrasteis toda la generación de Adán, sin que se escapasen los que todavía no habían nacido? Si nosotros hacemos las leyes, vosotras las deshacéis.
Si los jueces gobiernan el mundo, y las mujeres a los jueces, las mujeres gobiernan y desgobiernan el mundo, y desgobiernan a los que les gobiernan, porque con mucho puede más la mujer a la que aman, que el texto que estudian. El diablo convenció a la mujer, porque a Adán no pudo convencerle de que desobedeciera a Dios.
Estáis con el engaño en la boca de tal manera que uno llega a pensar que sois incapaces de hacer algo mal porque muy a menudo sois incapaces de hacer algo bien; sin embargo declaro sobre mi conciencia que no hay nada más capaz de destruir un Estado o lo que se os ponga por delante que vosotras. Con el corazón humano es muy eficaz el demonio si llama a una de vosotras. Sois un regalo que se debe temer y amar pero es muy difícil amar y temer la misma cosa, siendo esa cosa, además propia. Si tenemos los cargos y los puestos, vosotras os pasáis la vida entre galas y trajes.
Una sola norma tenéis; vuestra belleza ¿Cuándo alegasteis que no os valiera? Nos convencisteis a todos los hombres y os creímos como bobos y estúpidos. Si cambiamos las leyes y la justicia, es porque la mayoría de las veces seguimos la doctrina de vuestra belleza y la de las maldades que nos mandáis hacer, cobráis los intereses y quedamos como jueces indeseables, villanos y detestables. Nos envidiáis la asistencia y los cargos en las guerras, siendo ésta a quien debéis el descanso de las viudas y a nosotros el olvido de los muertos.
Os quejáis del efecto de vuestro adulterio y que nosotros no tengamos castigo, mira; si una libertad vuestra quita las honras a padres e hijos y afrenta a toda una generación ¿Por qué creéis que es un castigo injusto, siendo tan importante la honra de tantos inocentes que la vida de quien se comporta de una manera espantosa y hace mucho mal? Vosotras, por la cantidad de vuestros adulterios, no los podéis contar y nosotros, por raros, no sé qué vamos a contar.
Pues es de cosa de risa el pensar que pedís vuestra honra, porque estáis pidiendo lo que nos habéis dado. Ya lo dice el dicho “Lo que arrastra honra”, pues bien, la honra del marido resulta que son las culebras y las faldas. Quejaros de que os protegemos demasiado es lo mismo que quejaros de que os estimemos, porque nadie protege lo que desprecia.
Todo mujer – continúa el hombre – todo está sujeto a vosotras. Disfrutáis de la paz y ocasionáis la guerra. Si habéis de pedir lo que os falta a muchas, pedid moderación y sentido común; además te diré que nuestros sentidos no saben lo que es una mujer verdadera y estamos hartos de lo que parecéis.
Si os besamos, nos pringamos los labios; si os abrazamos, parece que apretamos tablillas y abollamos cartones; si nos acostamos con vosotras, os dejáis la mitad de vosotras en las zapatillas debajo de la cama; si os pretendemos, nos cansamos; si os tenemos, nos cohibimos; si os mantenemos, nos empobrecemos; si os dejamos, nos perseguís y si os queremos, nos dejáis. Dime para qué sois buenas, porque siendo soberbias de vuestro poder sobre nuestras necesidades que están muy sufridas y castigadas, veréis vuestros disparates tan claros como el agua.
Y cuando pensamos que padecéis los meses, nos da asco y cuando estáis sin ellos pensamos que los tendréis más veces o que ya los habéis tenido, y entonces nos espanta de quien nos hemos enamorado. Dormís con una cara y unos cabellos y os levantáis con otro rostro y otros pelos.
Siempre consultando los espejos. Con vosotras, lo primero que vemos al despertaros es una cara, una garganta y unas manos como las tenéis en la realidad; pero todo lo que vemos en vosotras es artificial y no natural, vuestro pelo es comprado, muchas tenéis la cejas más ahumadas que negras y no hablo de las narices, las orejas con sus ceras, los labios que parecen lamparillas y ¿las manos? que parecen blancas pero son untadas.
Parece que cuando os acostáis con nosotros os habéis puesto en adobo con las caras como una confitura de pasas y al día siguiente os pintáis y repintáis, hasta tal punto que si os lavaseis la cara, no os conoceríamos. Sois desconfiadas y cuando queréis caer bien a algún hombre, vais corriendo en busca de perfumes, colonias y jabones y encima disimuláis el sudor y olor de los pies con todo tipo de polvos.
Con vosotras estamos perdidos; las estatuas tienen menos asqueroso fundamento. Y hablando de belleza, fíjate en la cantidad de mujeres feas que son más de seis veces que las bellas y te preguntarás ¿Por qué? Pues te lo diré; las feas se condenan más fácilmente porque como les es más difícil conseguir hombres, ya piensan en pecar mucho antes de hacerlo y les cuesta más aborrecerlo, hastiarse y arrepentirse, vienen aquí en ayuno de hombres habiéndoles rogado hasta la saciedad; en cambio las que no lo son, como encuentran tantos que les satisfaga el apetito carnal en seguida se hartan y arrepienten. Y eso es, mujer, todo lo que tengo que decir sobre vosotras.
Nota del autor: todo esto lo dijo Quevedo.
Lo felicito señor Cepas. Traer hasta este medio una figura como Quevedo es digno de agradecer.
La última parte de su artículo no tiene desperdicio. Hombre y mujer; Mujer y hombre. Ambos con la pluma de Quevedo se quedaron satisfechos.
Hoy me pregunto: ¿Qué diría Quevedo ante el fichaje del ex JEMAD por PODEMOS?
Quevedo repetiría: “A los príncipes de la vida buscona y gorrones de almuerzos. Escribanos cuya pluma pinta según moja en la bolsa del pretendiente”.
Magistral José Alberto. Como siempre.
Un abrazo
Sr. Román: a mi eso de “A los príncipes de la vida buscona ….” no me sale, por mucho que me devano la sesera. ¿Como se le ha ocurrido a usted? Por la misma razón, no puedo imaginar que “piropos” le diría Quevedo al ex JEMAD, a PODEMOS y a la Zaida. Desde luego buenos no serían. Pero de lo de nariz pegada (lo comenta Gerardo Pérez Morales, más abajo) no le iría de más al general “barbas” comunista. ¡Hay ZP, que malo has sido! Pero no eres el único inútil, que Rajoy te sigue muy de cerca. De nada… Leer más »
muchisimas gracias por este articulo,no me explico y me da verguenza no haber leido al monumental quevedo antes! imperdonable! como sabia quevedo!!! genial y grandioso! y que sentido del humor, ya no fabrican gente asi,rompieron el molde cuando hicieron a quevedo
Sr. alonso: gracias por sus comentarios. Para animarle, le diré que yo “descubrí” a Quevedo hará unos cuatro años. Pero la culpa no haberlo leído no es ni de usted, ni mía. Es del ministro de cultura de turno QUE NO POTENCIA LA CULTURA.
¿Cuantos hemos leido el Quijote? ¿Cuantos? Me callo….
En la medida de lo posible y de lo imposible intentaremos potenciar el tema, que materia hay, para dar y tomar.
Un saludo.
Erase un hombre a una nariz pegado Erase una nariz superlativa Erase una nariz sayón y escriba Erase un peje espada muy barbado Era un reloj de sol mal encarado Erase una alquitara pensativa Erase un elefante boca arriba Erase Ovidio Nasón más narizado Erase una pirámide de Egipto Las Doce Tribus de narices era Erase un naricísimo infinito Muchísimo nariz, nariz tan fiera Que en la cara de Anás,fuera delito. Cuando, de chiquillo, leí éste soneto A Una Nariz, la verdad es que no me dijo mucho. De mayor, sabiendo que fue dedicado a su rival, Don Luis De… Leer más »
Perdón, he omitido un verso, el verso 9 dice:Erase un espolón de una galera.
Sr. Pérez Morales: Gracias por su verso. Hay muchas cosas muy interesantes de “Quebebo” – que le decía Góngora, tanto en prosa como en verso. Como usted dice bien, a Quevedo, ni se le estudia, ni se le lee, ni “ná” de “ná”. Lo mismo digo de Lope, Cervantes, Góngora (“y ríase la gente, que cuando pitos flautas, cuando flautas pitos.”), etc. Es una pena. Lo único que ahora se estila es la ordinariez, la grosería y la mala educación, sobre todo, la estupidez, en vez de potenciarse la cultura. Estoy por escribir más sobre D Francisco (Quevedo), que tiene… Leer más »