CK.- De nuevo el sacerdote leonés Jesús Calvo en ‘La Ratonera’. Y de nuevo cumpliendo con las expectativas de sus muchos incondicionales. Jesús Calvo, convertido ya en todo un símbolo icónico de los católicos tradicionales españoles, se refirió, con la rotundidad en él acostumbrada, a la serie de agresiones perpetradas por elementos de la izquierda radical contra representantes de la Iglesia y que en los últimos días se saldó con la hospitalización de un párroco octogenario de Málaga luego de ser brutalmente golpeado cuando se hallaba dentro del confesionario.

“Lo de poner la otra mejilla no va conmigo, porque entonces se envalentona el enemigo. No se puede dar cauce al enemigo porque entonces nos pisará el cuello. La cobardía está dañando a la Iglesia”, señaló el párroco de Villamuñío (León). En este contexto, el Padre Calvo defendió la “legítima defensa” para hacer frente a dichas agresiones. “Hemos confundido la violencia injusta con la justa. No hay que olvidar que la violencia justa es legítima para defender los valores fundamentales y que no queden pisoteados. Lo contrario es cobardía”, dijo.

– Parece entonces claro que abomina usted del panfilismo de ese sector de la Iglesia Católica dispuesto a perdonar siempre a sus agresores…

Se puede perdonar la injuria personal, pero no se puede perdonar el delito de orden público y tiene que ser la autoridad quien lo castigue. Ese sector que usted menciona se deja pisar el cuello por eso de quedar bien con todo el mundo y de servir a dos señores, cosa que Cristo prohibió. Ante esa indefensión y cobardía creemos que nos hacemos más simpáticos. Y no, no, lo que estamos es tirando piedras contra nuestro tejado. ¿Con qué derecho nos vamos a quejar cuando vuelva a ver otra persecución?

– ¿Cree que el Estado colabora lo suficiente para atajar los ataques contra la Iglesia?

El Estado no colabora con el orden moral. No se da cuenta que cuando baja la moralidad, baja la economía, baja la seguridad ciudadana, baja el futuro y baja todo. El primer pilar que el Estado tiene que defender es que los principios morales revelados por Dios son la base de todas las demás leyes civiles y que cuando hay divorcio entre ambas se cometen inmoralidades y la autodestrucción de unos y de otros.

– ¿Hay márgen para el optimismo?

No. Se están cumpliendo las profecías bíblicas de San Pablo y estamos en una cuesta abajo de degeneración moral que nos va a conducir cada día más a la inseguridad.

– ¿Cuál debería ser la actitud de los católicos ante esta crisis moral?

Volver a reclamar la unidad católica de España y que el Estado proteja a la Iglesia de los principios morales que las leyes civiles tienen que imponer y respetar.

– ¿Cómo está viviendo el desafío de los separatistas en Cataluña?

Creo que el señor Rajoy no manda ni en su casa. Me gustaría hablar con su mujer para saber quién manda allí. No tiene ninguna autoridad. Ya he dicho que estas cosas huelen a pacto secreto de silencio para no delatarse unos a otros. Lo más grave de Cataluña es que están enfrentadas las familias y esta división atenta contra la unidad de la patria, contra el sentido común y contra la moral. Estos cuatro chulos tendrían que estar en la cárcel hace mucho tiempo.

– Este fue un país que se rebeló por ejemplo cuando el marqués de Esquilache, el principal ministro del rey, en marzo de 1766, pretendía erradicar el uso de la capa larga y el chambergo. ¿Cómo hemos pasado de ser un pueblo tan corajudo a una población tan sumisa y anestesiada?

Por cobardía. El pueblo español no peca de tonto, peca de cobarde. Cuando falta ese coraje de rebelarse, aunque sea rompiendo las urnas, como decía José Antonio, entonces no seremos capaces de salir de este juego. El pueblo español tiene recursos para decir: ‘se acabó la juerga’.

– Ha mencionado usted alguna vez la existencia de tres deslealtades al principios de la Transición política que hicieron posible la transformación de España de novena potencia económica mundial a la caricatura de país que hoy somos.

Hubo en efecto tres deslealtades que se produjeron en España. Primera, la deslealtad política entre el Borbón y Adolfo Suárez, quienes nos convirtieron al liberalismo sacándonos del nacionalcatolicismo y de los principios del 18 de julio. Segunda, la deslealtad militar de Gutiérrez Mellado, que descafeinó al Ejército convirtiéndolo en un Ejército de mercenarios al servicio de potencias extranjeras. Y tercera, la deslealtad religiosa. No podía faltar la Iglesia metiendo la pata con el vividor y traidor de Tarancón, un mal diplomático que equivocó la carrera.

Así que estamos con esta triple deslealtad, quitando los cimientos de la patria en la política católica, en la milicia amante de la patria y en una Religión que no permita falsas libertades ni tampoco el que las sectas vengan a manipular a nuestra juventud.