Rajoy e Iglesias, en el Congreso.

Por A. Robles.- De entrada, qué hace Mariano Rajoy reclamando pactos y acuerdos para dar visibilidad a un gobierno, que sólo tendría de gobierno el nombre, en medio del bloqueo parlamentario, el macarrismo en dos terceras partes de la Cámara Baja, la ingobernabilidad, el gentucismo ‘koletista’, la España invertebrada políticamente. Han sido unos resultados malos, qué digo malos, pésimos para su partido, con la pérdida de sesenta y pico diputados, y Rajoy se obstina en dar la espalda a la evidencia, incluso en salir al balcón de Génova a celebrar con los suyos acaso el nacimiento de la España invertebrada políticamente, alumbrada en los paritorios de los gurtel, los bárcenas y los ratos.

Ha sido una derrota fulminante, se mire por donde se mire, solamente maquillada por los resultados aún peores de un PSOE que anda sin rumbo y a la deriva desde que el infame Zapatero incrustó a Gramsci en el ADN del partido y dio laica sepultura a Pablo Iglesias, el original, el fundador de la cosa, nada que ver con el rufián de la coleta. Qué hace, repito, Mariano Rajoy reclamando pactos de aquí para allá para tratar de gobernar lo más parecido a un gallinero.

Sorprende que a estas alturas, ningún dirigente del PP se haya atrevido a nombrar la bicha no sólo de la corrupción como causa de la pérdida de más de tres y medio millones de votos en cuatro años. Patético papel el de los populares al hacer lectura del escrutinio y el reparto de escaños. El crispado rictus de sus dirigentes era toda una definición de su estado de ánimo tras el revés padecido. Escuchándoles sin embargo daban la impresión de que su inútil victoria testimonial les serviría para algo práctico. Incluso hubo algún toque de euforia en alguna pintoresca candidata que se atrevió a dar unos ridículos pases taurinos de salón, montera en ristre, en medio de la chacota general. Una estampa tan caricaturesca como metafórica del estado de desatino por el que transita la derecha liberal española.

Lo han tenido todo estos cuatro años para demoler la gran obra de ingeniería social de la izquierda española. El arriolismo sin embargo, auténtico caballo de troya en el corazón de Génova, decidió que no era tiempo para adecuar los principios del partido a los de la mayoría de sus votantes. El panfilismo ideológico del PP les ha pasado factura. Cuando se enarbola la bandera del arriolismo, cuando se camufla el discurso ideológico que esperan oír muchos de sus votantes, cuando se defienden a gays y lesbianas antes que a los católicos, cuando se pastelea con la inmigración ilegal, cuando se transige con Mas y no se aplica el articulado constitucional previsto para hacer frente a los insurreccionismos soberanistas, cuando no se revocan las leyes abortistas, cuando no se pone tasa a los desvaríos del feminismo radical, cuando no se prioriza el derecho de los españoles sobre los de fuera, lo normal entonces es que el PP se dejara en el camino parte de la cosecha acumulada en noviembre de 2011. En total, insisto, más de tres millones y medio de votos menos que en las generales de 2011. Algo para meditar muy en serio.

Me cuesta comprender el interés de Rajoy en seguir gobernando. Mi consejo, y estoy seguro que el de muchos españoles, sería instigarle a que deje a la izquierda administrar el caos. Nuestro patriotismo no nos exime del deber de decir las cosas tal y como la sentimos. Y lo que nos pide el cuerpo es una pasada de España por la izquierda radical como antídoto frente a la enfermedad moral incubada en millones de compatriotas, con los que ya hace tiempo que dejamos de compartir el mismo destino común. La depravación de una parte de España es tal que sólo una pasada por la izquierda más irredenta podría surtir el efecto de que algunos sufran en carnes propias el mal que ellos mismos han propiciado.

No podemos ni debemos ignorar que la democracia se asienta en España sobre una monumental estafa. Cuando en regiones como Andalucía, el dinero público se utiliza para alimentar una red clientelar de quien se cree dueño del poder; cuando de ese poder depende la manutención de una legión de analfabetos, de parásitos sociales y de vagos crónicos, cuando la estabilidad y el futuro de un país depende de esa turba de gañanes y maleantes con derecho al voto, entonces uno no puede por menos que desear lo peor para esos compatriotas como necesaria catársis para el renacimiento de una España bien distinta a la actual.

Deje el PP que la izquierda arruine las ínfimas expectativas económicas de esa masa de vagos y maleantes, que completen su ruina los que no conciben otro horizonte económico sin los PER ni las ayudas públicas, que España aparezca con números rojos en todos los indicadores económicos internacionales, que nuestras empresas pierdan competitividad, que el paro vuelva a superar todos los registros precedentes, que la realidad tozuda haga trizas el futuro de los peores. Deje el PP que los menesterosos, los funcionarios inútiles, los ideólogos de la barbarie, los subsidiados crónicos, las ONGs rampantes, los tontos abajo firmantes, los indigentes morales, la escoria social… se queden sin ayudas públicas por la inanición económica del Estado. Deje que el instinto guerracivilista de los nuevos gobernantes despierte al fin al león durmiente. Deje que el instinto de rapiña de la izquierda bolivariana arramble con las rentas más bajas. Deje el PP que el gentucismo instituyente oficialice el caos y el desorden multiétnico y apele a que la derecha social y el Ejército tomemos las calles cuando el gentucismo instituyente oficialice la anarquía y se atreva a rebasar ciertos límites constitucionales. Piense el PP que la actual situación de bloqueo parlamentario sólo conviene a los cálculos estratégicos de los ‘koletistas’, cómodamente instalados a la espera de dar el bocado definitivo a los socialistas y de subvertir cualquier cosa que tenga para nosotros un valor emocional.

En cualquier caso, la cara visible de este desaguisado no puede seguir un día más al frente del PP ni pretendiendo formar gobierno con el apoyo de lo peor de cada casa.

No puedo ni debo olvidarme del indecente Pedro Sánchez. Quedará en la historia de la partitocracia española como el único líder socialista que ha sido capaz de perforar el suelo electoral de su partido hasta en dos ocasiones. El PSOE tiene un problema. Sus pésimos resultados en las municipales y ahora en las generales acreditan lo ya sabido: es un partido a la deriva, con un líder derrotado y pasado de hora, y con un severísimo lío de identidad. El PSOE hizo una apuesta errada con Zapatero, de gravísimas consecuencias: se tornó filonacionalista. Y ahí se hundió. Su único futuro consiste en recuperar la E de Español y volver a ser un partido de Estado, en lugar de una formación dogmática, irascible, chata de ideas y alérgica al acuerdo con la España pulcra y aseada. También debe cambiar de líder con urgencia: ¿Qué hace todavía ahí el mequetrefe de Pedro Sánchez, el hombre que ha cosechado el peor resultado electoral de la historia de sus siglas, un personaje que ha convertido al PSOE en una maquinaria política más herrumbrosa que la que dejó Zapatero, sin rumbo y sin identidad? No debemos ignorar tampoco que el PSOE ha podido maquillar sus raquíticos resultados gracias al granero de votos que aún conserva en Andalucía.

Por otro lado, los 69 escaños logrados por el partido liderado por Pablo Iglesias certifican la imparable progresión de la extrema izquierda en España, que ha sabido rentabilizar el descontento exisitente en la sociedad por la crisis y ya es la primera fuerza política en Cataluña y en Vascongadas. Por contra, Ciudadanos ha pagado cara su indefinición y ambiguedad en torno a los grandes asuntos que nos conciernen a muchos. Cuando uno transita en política al acecho de lo que resulta más oportuno, sin sentir frío ni calor, al final te ocurre lo que a los de Albert Rivera, descompuestos y sin novia a la que cortejar.

Que España se desmorona ha pasado de ser un temor a convertirse en una cruda realidad. La polarización de la sociedad española ha sido deliberadamente provocada durante años de activismo izquierdista y de dejación de funciones del PP. Es la hora de que los patriotas planten cara a los desafíos en ciernes y reclamen al frente de la derecha conservadora a un líder de las hechuras de José Calvo Sotelo y no a un paniaguado del perfil de Rajoy. En ello nos va nuestro futuro más inmediato y que la izquierda pueda o no completar su gran obra de demolición del edificio llamado España. Que lo consigan o no sólo de nosotros depende.

EL PAPEL DE SOLUCIONA

Nos presentamos a estas elecciones sin más avales que el de nuestros irreductibles correligionarios. Sin hacer campaña, sin presencia en las calles, sin pedir el voto salvo en mis intervenciones en ‘La Ratoneras’, sin papeletas a domicilio, sin publicidad callejera, sin presencia en los medios, sin apoderados ni interventores en los colegios, con todo en contra, este servidor, candidato al Senado por SOLUCIONA en la provincia de Málaga, logró la suma de casi dos mil votos. Que dos mil malagueños, sin más información que la procedente de este medio, se dignaran acercarse al colegio electoral, buscar tu papeleta al Senado y rellenar la casilla correspondiente para introducirla después en la urna (sin contar las que fueron anuladas), no deja de ser una edificante forma de obligarme a darles las gracias de la forma más encarecida y emocionada.

Es la primera vez en la historia de la partidocracia que un candidato al Senado cuatriplica en votos los recibidos por su partido. Ello me obliga a dar las gracias a todos mis votantes y a sentirme satisfecho y orgulloso de saber que cuento con el afecto de casi dos mil convecinos malagueños, quienes me dieron su respaldo en el peor de los escenarios políticos posibles. Al placer de escribir estas líneas sumo el de saberme depositario de la amistad de todos ellos. Tengan la seguridad de que, en el ámbito informativo y político, seguiré siendo fiel guardián de los intereses de los españoles de buena voluntad. Con Alerta Digital y SOLUCIONA, hoy más que nunca, en defensa de la España en la que creemos, en defensa de lo que nos une, en contra de lo que representan los partidos que convertirán el hemiciclo de la carrera de San Jerónimo en una burda adaptación de la peor comedia que hubiese podido imaginar el mismísimo Buster Keaton.