Errores y estrategias electorales
Más propio de las intenciones, y de los propósitos, que de los resultados electorales obtenidos por su partido, y los afines a su partido, que lo han convertido en la tercera fuerza en diputados en el Congreso, Pablo Iglesias Turrión ha aprovechado la noche electoral exitosa para dejarnos algunas perlas. Ha dicho que España ha votado un cambio de sistema. Un cambio de sistema, entiendo, es lo que se produjo en Venezuela de la mano de su amigo Hugo Chávez, o en Cuba, con Fidel. Debería definir, Iglesias Turrión, a qué se refiere él cuando dijo que España había votado un cambio de sistema porque, salvo errores, a ninguno de los treinta y seis millones de votantes le han dicho que eso es lo que iban a votar.
Otra lindeza del líder de Podemos es haber declarado que España es “plurinacional”. Me escriben desde Cataluña alarmados por este término, y en la medida que les puede afectar a ellos, a sabiendas de que el programa político de Iglesias Turrión, y de su partido, incluye un referéndum para Cataluña, asunto demasiado importante como para andar jugando con las palabras. Su amigo Errejón ha dicho que, tras los resultados electorales, se acabó el “turnismo”, o sea, se refiere al bipartidismo, pero no lo creo.
Como suele ocurrir en estas jornadas, todos los partidos han ganado, aunque el Popular haya perdido sesenta y tres escaños; veinte el PSOE (que son más dolorosos porque viene de un desastre protagonizado por Pérez Rubalcaba hace cuatro años). De Izquierda Unida qué vamos a decir… de nueve se han quedado en dos, pero serán efectivos a la hora de apoyar programas de izquierda. Alberto Garzón, que tras conocerse el resultado dio ante las cámaras un auténtico mitin, en vez de presentar su dimisión, decidió abandonar el arte de lo concreto para perderse en palabras y más palabras. Y Ciudadanos se quedó en cuarenta, cuando algunas encuestas – comopara fiarse de ellas- los daban como segunda fuerza política en votos… no se si Rivera ha sacado conclusiones válidas de esta experiencia, pero no se puede predicar a diestra y a siniestra, conviene ser claro en el mensaje y preciso en las promesas…
Tengo para mí, no obstante, que las elecciones las deciden los indecisos. En estas últimas, los indecisos han vuelto a dibujar, con sus decisiones, un panorama variopinto e indeciso, donde a partir de ahora los pactos y las consultas, entre los cuatro principales candidatos, y entre los cuatro siguientes, obligarán a un esfuerzo supremo.
Es probable, sólo probable, que de esta situación salgan algunas soluciones a los problemas de España, a saber, paro, corrupción, amenaza independentista, peligro yihadista… cuestiones en las que creo que coincidirían la mayoría de los españoles –en el fondo, esta dispersión de votos se puede interpretar como la búsqueda de soluciones diferentes para resolver los mismos problemas-.
Pero también creo que gran culpa de esta supuesta indecisión en el voto, que ha hecho caer al IBEX en más de tres puntos (lo que indica cómo han recibido los inversores los resultados electorales en la sesión del lunes), es la consecuencia de la política ejercida en esta legislatura por el Partido Popular.
Ha Rajoy le ha desgastado, por un lado, su gestión y por otro un sector crítico de la prensa que se supone debía ser afín. En su gestión, que se ha venido denunciando a lo largo de estos cuatro últimos años, la economía ha centrifugado casi toda su actividad, dejando a un lado cuestiones importantes anunciadas en su programa de hace cuatro años. Mariano Rajoy ha utilizado argumentos coherentes como la situación heredada de los socialistas, para justificar, por ejemplo, el haber incumplido su programa con subidas de impuestos y con el endurecimiento de las condiciones económicas para los funcionarios, pensionistas etc., pero no ha tenido argumentos igualmente convincentes para explicar a sus electores por qué no derogó la Ley de Memoria Histórica, por qué no sacó adelante la Ley del Aborto, o por qué no cortó de raíz la ansiedad independentista de unos pocos (que han llevado a su Comunidad Autónoma a una situación límite en el tema económico…, por ejemplo).
La crítica ácida de algunos medios que se podrían contar como coincidentes, también le han restado votos. Lejos de comenzar su andadura presidencial buscando acercar la clase política, que vive su Olimpo particular, a la sociedad española nos sorprendió con una reforma laboral más que discutida, en la que los jóvenes no encontraron soluciones para su futuro, y los menos jóvenes no vieron una respuesta equivalente a la confianza depositada en las urnas. Es probable que Rajoy no haya sido tratado con justicia, no obstante, durante su debate televisivo con Sánchez; y es seguro que la agresión en Pontevedra se pueda justificar de ninguna manera, pero gran parte de la pérdida de votos que ha obtenido el pasado domingo no corresponde a estrategias extrañas de terceros, sino a errores a la hora de concebir el cargo de Presidente de Gobierno.
Estoy convencido que cuanto se van arrepentir muchos de votar a la extrema izquierda, pero vamos que se anden con cuidado que estos ya empiezan hablar de malos y buenos y de fuerzas y este tipo de violencia stalinista.
Con algo tan sencillo como cumplir su programa electoral anterior y tocar los pesebres, Rajoy hubiera tenido mi voto y el de mi familia.
Pero ha sido demasiado cobarde, han podido más sus intereses partidista-oligopólicos, que el interés por mejorar o, cuando menos, aliviar la asfixia de los que pasamos el año con sudores y amarguras, pagamos impuestos y no recibimos nada a cambio, ni siquiera que nos aflojen la cuerda que llevamos al cuello. Ellos lo han querido así. Merecen mucho menos de lo que han obtenido.