El Papa exhorta a México a superar “la corrupción, el narcotráfico, la violencia y el tráfico de personas”
En tono muy sereno, y presentándose ante todo como «misionero de misericordia y paz», el Papa Francisco ha exhortado a las autoridades de México a combatir decididamente «la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo». Era una frase muy dura para oídos poco acostumbrados a las críticas, pero el Papa hablaba en tono dulce y poniendo el acento en las soluciones.
Podía decirla en confianza porque, como hizo notar el presidente Enrique Peña Nieto en sus palabras de saludo en el Palacio Nacional, «México quiere al Papa Francisco». Las autoridades lo confirmaron con un aplauso casi tan entusiasta como los que se ven por las calles, pues allí por donde pasa el «papamóvil» se van levantando oleadas de entusiasmo.
El Pontífice denunció que la búsqueda de privilegios por parte de los políticos se traduce en «corrupción» y narcotráfico», criticando con fuerza las actitudes políticas que no buscan el servicio al subrayar que cada vez que se busca «el camino del privilegio o benéficos de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo».
El modo de evitar los gravísimos problemas de México, que está ante los ojos del mundo entero, es, según el Papa, «darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos y honestos, capaces de empeñarse en el bien común, y en este siglo XXI, el ‘bien común’ no goza de buen mercado».
Era un discurso válido para cualquier país, pero Francisco hizo notar un factor valiosísimo que abunda maravillosamente aquí: «La principal riqueza de México hoy tiene rostro joven. Un poco más de la población está en edad juvenil. Esto permite pensar y proyectar un futuro, un mañana».
«Momentos duros»
El Papa reconoció que esta nación ha sabido superar «momentos duros y difíciles de su historia» cuando los ciudadanos han comprendido que «para superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, era necesario el acuerdo de las instituciones políticas, sociales y de mercado». Era un mensaje útil también para otros países que se autobloquean por discordias internas entre las instituciones.
La vía de salida, según el Papa, es buscar «nuevas formas de diálogo, de negociación», y darse cuenta de que el futuro de un país «no es sólo un asunto de leyes que requieran actualizaciones y mejoras -siempre necesarias-, sino de una urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro como corresponsable de la causa común de promover el desarrollo nacional».
El discurso pronunciado ante los miembros del Gobierno, los legisladores, jueces y autoridades de todo tipo era duro, pero dejaba buen sabor de boca. Era, efectivamente, la fórmula para la salida del atolladero de violencia y corrupción que sufre este gran país, el segundo del mundo en número de católicos después de Brasil.
La jornada era importante para la historia de México, pues por primera vez se recibía a un Papa como jefe de Estado en el Palacio Nacional.
Virgen de Guadalupe
En los viajes de Juan Pablo II, antes de que existiesen relaciones diplomáticas, los presidentes de México recurrían a argucias, a veces «surrealistas» para saludar al Papa en el aeropuerto o el algún otro lugar.
En su viaje del 2012, Benedicto XVI hubiera podido ya ser recibido en el Palacio Nacional, pero su problema cardíaco le impidió visitar a la Virgen de Guadalupe pues la capital se encuentra a 2.200 metros de altura, y el Papa alemán se limitó a visitar el estado de Guanajuato.
A su llegada al Palacio Nacional, el Papa Francisco estaba cansado por el enorme esfuerzo del día anterior, que había incluido un vuelo de doce horas a La Habana, el primer encuentro con un Patriarca de Moscú, para firmar con Kiril una declaración conjunta y, después, tres horas de vuelo a la Ciudad de México.
En el aeropuerto, el recibimiento fue grandioso, como lo fue también la presencia de personas en torno a la nunciatura para cantar al Papa, quien salió a saludarles y darles la bendición. Fue una jornada de más de veintidós horas de trabajo para una persona de 79 años.
Encuentro con los obispos
Después de su recibimiento en el Palacio Nacional, el Pontífice se trasladó a la Catedral y mantivo un encuentro con los obispos. En su discurso ante el clero, fustigó a los narcotraficantes advirtiendo que «me preocupan particularmente tantos que exaltan las quimeras y se revisten de sus macabros símbolos para comercializar la muerte a cambio de monedas».
Francisco advirtió a los obispos que no se dejen corromper, como sucede con gran cantidad de gobernadores y alcaldes, el Papa les rogó «no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia».
En un detallado análisis sobre «la metástasis que devora», Francisco les invitó a estudiar en profundidad «la proporción del fenómeno, la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión…».
El Papa les advirtió que, por la complejidad del desafío, los pastores de la Iglesia «no podemos refugiarnos en condenas genéricas sino que exige un coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral».
La grave amenaza requiere «contribuir gradualmente a entretejer aquella delicada red humana sin la cual todos seríamos derrotados».