El primero soberbia, el segundo avaricia…
Así era la retahíla que cuando niños recitábamos en la catequesis preparatoria para la primera comunión. Frente a esos “pecados” la doctrina católica posee antídotos, frente a los vicios, virtudes: Contra la soberbia, humildad. Contra la avaricia, generosidad. Contra la ira, paciencia. Contra la envidia, caridad (lo que ahora la gente suele llamar “solidaridad”) y contra la pereza, diligencia… Los catequistas de mi niñez además de enseñarnos, de forma comprensiva, todos esos preceptos morales, pretendían inculcarnos que hay que evitar todo lo que envenena a la felicidad, la buena vida, y buscar la manera de salir adelante en la vida y en la sociedad con la luz de la sabiduría, en lugar de buscar la forma de evadirse, huir, o escapar de los desafíos y las contradicciones, los problemas, las grandes pruebas a los que nos somete la cotidianidad.
En relación a los “pecados” anteriormente mencionados, existen tres tendencias especialmente destructivas que constituyen la causa fundamental de todo sufrimiento: la avaricia, el odio y la estupidez. Estos tres venenos son la esencia de todas las falsas ilusiones y las causas negativas que impiden la realización de nuestras riquezas, de nuestras potencialidades para lograr una vida feliz y creativa.
La estupidez engendra odio y avaricia
Cuando hablo de “estupidez” me refiero a la ignorancia (pasiva, negligente, o consciente) de lo que realmente es importante en la vida, el ofuscamiento que nos impide ser capaces de comprender la realidad, nuestra propia realidad y la realidad del entorno más o menos cercano a nosotros, y la íntima relación entre nosotros y el entorno.
La filósofa Ayn Rand habla de que la especie humana, más que “homo sapiens” habría que denominarla “homo potencialmente sapiens”; puesto que los seres humanos podemos elegir ser, pensar, y actuar de forma racional, o por el contrario, renunciar a ser racionales… La cuestión tiene una especial importancia, aunque pueda parecer una perogrullada.
Renunciar a pensar y a actuar de forma racional, conduce a vivir de forma incoherente, en un mar de contradicciones, de “ignorancia voluntaria” que algunos también llaman “oscuridad fundamental”, y otros estar “alienados”, tener una falsa conciencia de la propia realidad y del entorno.
Cuando el ser humano está atado a este tipo de ignorancia, tiende a buscar su realización en el consumismo, en la adquisición compulsiva de objetos, en la obsesión por alcanzar todo lo deseable, de manera caprichosa (que algunos consideran sinónimo de “derecho”), la fama, el poder, etcétera. La avaricia se transforma en búsqueda desproporcionada, sin medida, impulsiva, descontrolada e inevitablemente frustrante, centrada en la satisfacción de los deseos particulares, incluso a costa de la felicidad ajena.
El odio procede de los impulsos violentos que emergen del egoísmo irracional, en los cuales están incluidas las explosiones de ira, el resentimiento, la envidia y todos aquellos sentimientos tóxicos que llevan a las personas a funcionar de manera poco constructiva, e incluso a la autodestrucción.
Los tres venenos – la avaricia, el odio y la estupidez- minan, destruyen nuestra felicidad, son un gran obstáculo a la hora de establecer relaciones interpersonales positivas e impiden el desarrollo de la creatividad. Y por supuesto, en el ámbito social, comunitario, son causantes de conflictos, de opresión, maltrato, violencia de toda clase.
El resentimiento entra en juego cuando alguien, aun encontrándose en condiciones bastantes beneficiosas, odia hasta el punto de estar dispuesto a aceptar graves desventajas con tal de ver perjudicada a la persona que odia. Así actúan quienes se manifiestan adversarios del capitalismo, de la economía de libre mercado, a sabiendas de que su condición sería menos favorable bajo cualquier otro sistema económico; y aun siendo perfectamente conscientes de esto, pretenden acabar con el sistema e implantar regímenes totalitarios, liberticidas, intervencionistas, alguna de las muchas formas de “socialismo” porque su mayor deseo es que los “ricos” a los que odian y envidian salgan perjudicados, salgan perdiendo.
Cuentan que tras la “Revoluçao dos cravos” en Portugal, uno de sus líderes, Otelo Saravia de Carvalho en su visita al primer ministro de Suecia, Olof Palme, le dijo que uno de sus principales objetivos, y de las tareas que iban a emprender en Portugal era “acabar con los ricos”, a lo cual Olof Palme respondió que él y su Gobierno tenían objetivos diferentes, y por el contrario, él pretendía “acabar con los pobres”.
El rencor es la consecuencia de un sentimiento de ira mal gestionado, e incluso nunca verbalizado, y está estrechamente relacionado con la codicia y el desear los bienes ajenos.
Por el contrario, cuando perdonamos, nuestros sentimientos dejan de ser rehenes de la persona que nos lastimó. El perdón parece ser uno de los conceptos más difíciles de comprender y de experimentar. Pero además de eso, es un vocablo mal entendido.
Muchas veces no perdonamos porque creemos que el perdón contribuye a la injusticia. “Quienes me han hecho daño no merecen mi perdón”, pensamos a veces. “Si lo perdono me volverá a herir, a hacer daño,… se volverá a aprovechar de mi bondad”, me tomará por tonto…”.
Cuando alguien no perdona, guarda su herida en baúl de los recuerdos, y la saca de vez en cuando, y se recrea en ella, como el que mira un álbum de fotos, y revive nuevamente el dolor que aquel acontecimiento le produjo en el pasado, en su pasado de niño o adolescente. Y, entonces, poco a poco se va convirtiendo en rencor, resentimiento.
Perdonar no significa aceptar la crueldad, olvidar que algo doloroso ha sucedido, ni excusar, justificar el mal comportamiento de alguien; tampoco implica necesariamente la reconciliación con el agresor.
Quienes poseen la capacidad de perdonar lo hacen, entre otros motivos, para no desperdiciar su valiosa energía atrapados en la furia y el dolor por cosas con respecto a las que nada pueden hacer. Perdonar es reconocer que nada se puede hacer para cambiar el pasado, y permitir liberarnos de él. El perdón sirve para descansar y no implica necesariamente que el ofensor “se salga con la suya”, tampoco aceptar algo injusto. Significa, por el contrario, no sufrir eternamente por esa ofensa o agresión. Decía un amigo mío que “odiar”, estar instalado en el rencor, es algo así como sentarse junto a la persona odiada, tomarse un buen vaso de veneno, y esperar que la persona odiada, que supuestamente nos ha ofendido, se acabe muriendo por envenenamiento.
Las personas que son capaces de sobreponerse a las tragedias, de salir airosos de las grandes pruebas a las que nos somete la vida, o que logran salir de períodos difíciles de dolor emocional, también consiguen abandonar su papel de víctima, y mueven su voluntad y optan por una vida nueva. Frente a las personas que mantienen su dolor al rojo vivo, con la pretensión de demostrar al mundo lo mal que han sido tratadas, sin querer darse cuenta de que se dañan ellas mismas al hacerlo; están las que se recuperan, se vuelven personas de bien y son felices, fuertes, prósperas o exitosas. Es lo que los psicólogos denominan “resiliencia” (capacidad de las personas de sobreponerse a la adversidad y ser fuertes en las situaciones de crisis).
Y dirán ustedes ¿A cuento de qué nos viene este señor con este discurso sobre las terribles consecuencias de la ignorancia, la arrogancia, la ira, el resentimiento, la codicia…? Pues muy sencillo ¿Qué si no, es lo que subyace en la legión de individuos que tienen por costumbre vocear, vejar, insultar, coaccionar, violentar, a quienes con ellos discrepan, a la primera oportunidad en las llamadas redes sociales, en los medios de información “de masas”, hasta en la vida cotidiana, en sus relaciones interpersonales. No creen que es de urgencia extrema abrir un debate serio sobre todo ello?
También, todo lo hasta ahora contado, es característico de quienes odian la excelencia, lo “aristocrático” en el sentido Aristotélico.
Etimológicamente la palabra «aristocracia» significa «gobierno de los mejores» (del griego ???????????? aristokratía, de ??????? aristos excelente, y ??????, kratos, poder). Muchos pensadores del mundo antiguo como Platón, o Aristóteles, o Cicerón veían en la república aristocrática al mejor sistema de gobierno, y consideraban que el poder debería ser liderado por una elite intelectual, poseedora de suficientes conocimientos y estudios, frente a la ignorancia del vulgo y de la masa inculta.
Decía Joaquín Costa en “Oligarquía y caciquismo como forma de Gobierno en España…” que el régimen caciquil posee un elitismo perverso que impide lo que, más tarde Wilfredo Pareto denominaría “la circulación de las elites”; en el régimen caciquil los más capaces y los mejor preparados son apartados, es la postergación sistemática, la eliminación y exclusión de los elementos superiores de la sociedad, tan completa y absoluta, que el país ni siquiera sabe si existen; es el gobierno y dirección de los mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, que mantiene lejos de la cabeza, fuera de todo estado mayor, confundida y diluida en la masa del servum pecus (Del latín, significa rebaño servil) a la elite intelectual y moral del país, sin la cual los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no retroceden.
España es una meritocracia a la inversa. El actual régimen político selecciona a los peores y prescinde de los mejores individuos, de las personas componentes de la sociedad española. En el régimen caciquil oligárquico sólo triunfan los peores.
Para que “triunfen los peores” es imprescindible que esté presente lo que los psiquiatras y psicólogos denominan “trastornos de mediocridad”, el defecto, la ausencia, o inhibición de la presión por la excelencia, en sus varios grados de intensidad.
Me dirán que la mediocridad es una característica común a todos los grupos humanos, que no es una cuestión gravemente preocupante, y que la mediocridad incluso favorece la conformidad, y, en muchas culturas, la conformidad asegura la felicidad de muchos, si no de la gran mayoría de los individuos.
Y ciertamente así es, pero cuando pasamos a hablar de quienes padecen una profunda mediocridad aguda o una mediocridad severa, estamos hablando de “palabras mayores”:
Mientras que el mediocre simple sigue razonablemente las directrices predominantes, sin esforzarse más allá de las mínimas exigencias externas, en individuos de un mayor grado de mediocridad están presentes elementos pasivo- agresivos. Al darle todo igual, al traerle al fresco todo o casi todo, y no distinguir lo bello de lo feo, ni lo bueno de lo malo, el mediocre inoperante no siente inclinación por propiciar progresos de ningún tipo, y todo aquello en lo que interviene está condenado al estancamiento.
El mediocre inoperante produce y estimula maniobras repetitivas e imitativas, es más proclive al consenso que al descubrimiento, y prefiere lo trillado a lo innovador.
En la mayoría de los casos, esta patología no tiene grandes repercusiones sociales, excepto cuando el mediocre inoperante ocupa puestos clave o de cierta responsabilidad (el mediocre inoperante suele estar bastante satisfecho de su inoperancia o pseudo creatividad, siendo las personas de su alrededor quienes sufren las consecuencias de sus actos) la organización que tiene la triste fortuna de tener a un mediocre inoperante en cabeza, empieza pronto a dar muestras de parálisis funcional progresiva, generalmente acompañada de hiperfunción burocrática, con la que se intenta disimular la falta de operatividad.
Cuando la mediocridad inoperante ya es severa, Mediocridad Inoperante Activa, el individuo afectado tiende a desarrollar fácilmente una gran actividad, inoperante, por supuesto, acompañada de un gran deseo de notoriedad y de control e influencia sobre los demás, que puede llegar a revestir tintes casi mesiánicos (Cuando un individuo afectado de Mediocridad Inoperante Activa está presente en ambientes académicos, por otra parte muy susceptibles a la infección por MIA, tiende a adoptar poses de maestro, sin ningún mérito para ello).
Fácilmente puede llegar a encapsularse –a la manera de un virus- en pequeños grupos o comités que no producen absolutamente nada, pero que se asignan funciones de “seguimiento y control” que les permite entorpecer o aniquilar el avance de individuos brillantes y realmente creativos.
El MIA que tiene algún poder en puestos burocráticos tiende a generar grandes cantidades de trabajo innecesario, que activamente impone a los demás, destruyendo así su tiempo, o bien intenta introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos destinados a dificultar las actividades realmente creativas/productivas.
Por otra parte, el Mediocre Inoperante Activo es particularmente proclive a la envidia, y sufre ante el bien y el progreso ajenos. Mientras que las formas menores de mediocridad inoperante presentan simplemente incapacidad para valorar la excelencia, el MIA procura además destruirla por todos los medios a su alcance, desarrollando sofisticados sistemas de persecución y entorpecimiento. Ni que decir tiene que entre estas formas de actuación destructiva se encuentra lo que se denomina “mobbing”, acoso laboral, institucional, vecinal…
¡No, no.! Es la avaricia la que genera estupidez y odio. O mejor dicho, la codicia de los bienes ajenos es la que nos ha traído hasta aquí y la que ha arruinado al país al hacernos creer que los socialistas les iban a robar a los “ricos” (es decir a los asalariados) y nos lo iba a dar a los pobres (es decir a los políticos, sus amigos y a los inmigrantes legales e ilegales) Esta es la razón por la que nos hemos cargado la educación, la economía, los servicios públicos, las industrias, el mercado de trabajo, la… Leer más »
Muy bueno. Un apunte, el capitalismo, como manifestación de la disociación entre conciencia y obra, emanada de la herejía protestante, está condenada por la Iglesia Católica, igual que el marxismo. Y es un hecho que ambos sistemas han generado tremendas injusticias. Por tanto, desde un punto de vista RACIONAL tiene que haber otras maneras de organizar una sociedad, las hubo en el pasado y deberá haberlas en el futuro. Porque es un razonamiento simplista y falso pensar que si A es malo, entonces B es bueno. Este razonamiento simplista es el que potencian desde salones discretos para manejar a la… Leer más »
Pero de qué capitalismo hablas, del de Smith, de Keynes o el financiero que impulsaron bush y aznar? A mucha gente lo que le pasa es que dice “el capitalismo está bien” mientras sean ellos el gallito del corralito, el gordo que se come todos los pasteles que hacen sus, como dice él “inútiles, vagos y sociatas trabajadores que no nacieron con menos oportunidades que él porque también son hijos de algún papá, jajaja…aunque bastardos hay muchos porque me consta personalmente…. jajaja”. Pero cuando el mundo se hace más pequeño o el corral más grande (globalización), y aparecen otros gallos… Leer más »
“todos esos ideales y argumentos de los sionistas….” – NO –
Quiero decir:
todos esos ideales y argumentos de los socialistas….
Hola: Estamos haciendo una encuesta de opinión en redes sociales y a pie de calle para el cole. Por tanto agradecería que me respondieran la siguiente pregunta pero no es cuestión de correcto o incorrecto, ni de demasiada exactitud, sino de opinión solamente. Gracias. PREGUNTA ¿Cuáles 3 (en orden de importancia) de los siguientes atributos medirían (de poderse medir bien) o definirían mejor, en su opinión, la idea de “raza superior”?: 1. Ser más fuerte físicamente (fortaleza) 2. Ser más alto (altura) 3. Ser más grande (masa corporal) 4. Correr más rápido (velocidad) 5. Cantar más bonito (canto) 6. Pintar… Leer más »
No existe ninguna “raza superior” ni ninguna “raza inferior” (la Iglesia lo dice de otra manera pero con resultados similares: todos somos hijos de Dios) ¿Por qué? 1 raza tiene que ver con condiciones físicas, no tiene nada que ver con psicología y la cultura. Además es el medio ambiente el que modela al hombre: el que vive en la selva se adapta a vivir en la selva: el que vive en la ciudad, a la ciudad. Si mueves a uno de selva a la ciudad y viceversa, se mueren (es decir, serían “inferiores” -calificación objetiva según los resultados obtenidos-)… Leer más »