Nuestro propio Vía Crucis
Representamos en pueblos y ciudades de España la Semana Santa de hace más de dos mil años, y hablamos del calvario, de las procesiones y de los pasos históricos, cuando resulta que en esos pueblos y ciudades tenemos el sacrificio y la penuria en carne viva, en las gentes desesperadas ante la sed de justicia, la corrupción, los asesinatos, el desempleo, la carencia de hogar y de alimentos, y todo esto, frente al ataque de ácratas y marxistas, y las orgías y bacanales de los acaudalados y poderosos.
¿Para qué traer a colación los sufrimientos de Cristo por redimir a los hombres, si nuestra Patria, está padeciendo en sus hijos los mismos horrores e idénticas imágenes? ¿O es que no lloran las madres, los amigos, los vecinos y los compatriotas? ¿Es que no tienen las autoridades políticas las mismas caras que los Pilatos de palacio, que pertrechados por su guardia pretoriana se lavan las manos ante las injusticias, pronunciando las mismas palabras formalistas y hueras, para que los zelotes integristas gobiernen y tengan acceso a las arcas públicas y al rol de los inocentes? ¿Es que no son los mismos que elegidos democráticamente por una masa amorfa constituida en mayoría, liberan a los Barrabás de nuestros días, mientras el pueblo enardecido consiente la condena del inocente y la exaltación de los criminales?
¿Para qué vamos a recordar a los Judas Iscariote de las treinta monedas de plata, si los tenemos en las instituciones del Estado, increpados en silencio por los que están hartos de contemplar impunemente la corrupción, la felonía y la traición? ¿Necesitamos acaso ver a millones de penitentes si los tenemos ahí mismo, en los contenedores de basura, en los desahucios y en los despidos libres, asistiendo, con particular sufrimiento, además de con aquel otro que conlleva el pesar y la impotencia?
¿Acaso no contemplamos a diario, a los mismos Cirineos con ansia de ayudar al cautivo, llevando sobre sus hombros la pesada cruz del sacrificio en medio de tantas y tantas vías dolorosas de España que son las calles de sus aldeas, pueblos y ciudades? ¿Para qué vamos a hablar del dolor de la Semana Santa de hace más de dos mil años, si los españoles estamos sufriendo en primera persona y en carne viva nuestro propio Vía Crucis?