Los tiranos
Según Ganivet en su Epistolario, “nada hay tan disparatado como eso que se dice de que debe granjearse la amistad y las simpatías, etc, de las personas con quien se trata. Esto no conduce a ninguna parte si no es a convertirle a uno en comodín- como bien queda expuesto en las relaciones entre Sánchez, Rivera e Iglesias. Lo prudente es elegir el terreno en el que uno puede pisar fuerte, y después hacerse respetar y temer, y, si es posible, tratar, después, a los demás a puntapiés. El hombre, en general, no entiende más que un idioma: el de las ofensas (y el de las injurias si es de muy baja condición como pudiera ser Iglesias) y para que uno conteste a las ofensas con ofensas, hay un millón que se tira por los suelos. Sólo los más débiles buscan el amparo de todo el mundo, por no fiarse de sí mismos; solicitan las amistades, se deshacen en finas atenciones, se quiebran de puro complacientes. En cada uno de estos seres está el germen de un tirano, que no sacará a la luz su tiranía sino en el caso de que su posición llegue a ser tan fuerte que pueda herir a mansalva; por el contrario, los hombres que son dignos de llevar los pantalones, y lo son muy pocos, son y deben ser despreciativos, y en la apariencia orgullosos y groseros y deben de tratar a los demás por debajo de la pata, si quieren ser respetados.”
Muy lejos de invitar a los lectores a seguir la norma de Ganivet, hay que decir que algo y aún algos de verdad hay en sus palabras, aunque no puedan tomarse al pie de la letra. Prefiero siempre afabilidad con los compañeros, no con los enemigos de la Patria, porque si hemos de ser con nuestros iguales fácil y conservables, tendremos que serlo de tal modo que donde intervenga vicio guardemos entereza y vigor; y sin que en ningún momento sea la popularidad el objetivo de nuestra suavidad de trato, sobre todo cuando el futuro de la Nación está en peligro.
La caridad, si estos personajes se la merecieran, nos hace amar a nuestros hermanos, pero no nos obliga a reputarlos por buenos, si son malos, no nos prohíbe sospechar de ellos cuando hay justos motivos, ni nos impide tener la cautela prudente, que de suyo aconseja el conocer la miseria y la malicia de estos humanos linajes que obedecen a ciertas inconfesables pasiones, ocultas, quizás en el subconsciente, pero vivas siempre, y más dañinas cuánto más solapadas.
Estimados, para soportarse los seres de mentalidad diferente, como lo son Sánchez, Rivera e Iglesias, deben evitarse, puesto que en cuanto se frecuentan, las diferencias psicológicas entraran en conflicto más pronto que tarde y el objetivo que debía ser de estas frecuentes reuniones es lo suficientemente importante como para no tenerse en cuenta estas afirmaciones.
El poder de las minorías, como es el caso, solo puede ser justificada por los tiranos que tienen cualidades humanas comunes, como es el caso: desleales, inmorales y apátridas.
*Teniente coronel de Infantería y doctor por la Universidad de Salamanca