Un silencio religioso
Javier Elzo.- Afirmaba el presidente francés, François Hollande, poco después de la matanza en la redacción de Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015, que los hombres que habían cometido aquellos crímenes “no tienen nada que ver con la religión musulmana”. Poco después, insistía su ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius: “No se repetirá jamás suficientemente, eso no tiene nada que ver con el islam”. Hay que hacer circular la idea: “¡Ça n’a rien a voir (Eso no tiene nada que ver) con el islam. Cuando la imposibilidad de decir las cosas viene de arriba, eso quiere decir prohibición”. Estas líneas las he extraído de las primeras páginas de un muy reciente libro escrito por Jean Birnbaum. Un silence religieux. “La gauche face au djihadisme” (Un silencio religioso. La izquierda frente al yihadismo). Seuil 2016. Conviene precisar, desde ya, que Jean Birnbaum no es un descerebrado miembro del racismo ultraconservador. Bien al contrario, es nada menos que el responsable del suplemento literario Le Monde des livres que se inserta semanalmente en la edición de los viernes del cotidiano francés que, como es bien sabido, es de tendencia de izquierdas, no extremista.
El correo de Hassan
La misma idea “eso no tiene nada que ver con el yihad” dominó en la inmensa mayoría de comentaristas y articulistas tras el terrorífico año 2015 francés y en Bruselas en marzo de 2016. Uno de los recepcionistas del hotel de París donde me suelo alojar, Hassan, me respondió a un correo que les envié tras la matanzas del 11 de noviembre de 2015. Decía esto: “Desgraciadamente, personas bárbaras que no tienen una onza de humanidad, han actuado con su propio modo de ver las cosas, y no representan en ningún caso a la mayoría de los musulmanes de Francia, comunidad de la que yo formo parte, que no desea otra cosa sino vivir tranquilamente, y en armonía con el resto de la sociedad francesa”.
En efecto, digamos también con Jean Birnbaum que no cabe equiparar el islam con el terrorismo yihadista. Es falso y simplista. Tales simplificaciones ya las hemos vivido en el País Vasco, donde “todo era ETA” y nacionalismo equivalía a terrorismo. Simplificaciones que no han desaparecido todavía en determinados ámbitos y medios. Pero lo que sostiene Birnbaum es que, a la hora de comprender, dar cuenta de, explicar, etc. (que no justificar, por supuesto) los crímenes terroristas, el no querer ver la justificación que los terroristas dan de sus actos y en qué marco conceptual los inscriben es ponerse la venda en los ojos. Y esa justificación es, en gran medida, de carácter religioso en el terrorismo islámico, como lo fue en Euskadi la ideología nacional-revolucionaria convertida en religión laica para pretender justificar el terrorismo de ETA.
“La nueva ortodoxia”
El islamólogo Rachid Benzine (citado varias veces por Birnbaum en su libro), en una reciente entrevista en El País (3 de abril 2015), recordaba la importancia del wahabismo -la versión radical del islam de inspiración saudí- como “la nueva ortodoxia” y que “el trabajo principal consiste en desmontar los mitos simplistas que constituyen el principal nutriente del Estado Islámico”. Hay que recordar, una vez más, que para combatir el terrorismo, además de la imprescindible actuación de los servicios de inteligencia, de la policía, del sistema judicial, de los medios de comunicación, de los agentes sociales, etc., etc., es fundamental entrar en el núcleo de la justificación que los terroristas, y quienes les socializan, se dan de sus propios actos. Aprender por qué, en el caso del terrorismo yihadista, hay millares de jóvenes en todo el mundo que están dispuestos, incluso, a morir matando. Jóvenes de toda condición social, aunque hay más de la clase de tropa en muchos de los ejecutores, mientras que las élites terroristas (perdóneseme la expresión) provienen mayoritariamente de la alta sociedad. Como habitualmente ha sucedido en la historia. Recuerden el origen de Bin Laden y el del líder de la matanza de las Torres Gemelas en septiembre de 2001, Mohamed Atta.
Parafraseando a Birnbaum (pags. 20-21), cabe decir que en la televisión, radios y periódicos, diversos especialistas se relevan para afirmar que los terroristas pueden bien reclamarse de la yihad pero que sus acciones no deben en ningún caso relacionarse a cualquier tipo de pasión religiosa. Se les etiqueta como “Bárbaros”, “Energúmenos”, “Psicópatas”, etc., etc.
Modelos y ejemplos
Según Birnbaum, “todas las calificaciones eran buenas para descartar la menor referencia a la fe”. Así, nos muestra modelos y ejemplos de algunos de los discursos habituales de los especialistas contra el terrorismo de matriz islamista radical que han circulado a lo largo del año 2015 en los medios políticos y mediáticos. “Los yihadistas son unos monstruos sanguinarios que hay que situar fuera del peligro de dañarnos, dirá el criminólogo. Los yihadistas son el producto de un desorden mundial del que Occidente es el responsable, corregirá el geopolítico. Los yihadistas son víctimas de la crisis, rectifica el economista. Los yihadistas son críos de las ciudades que se han desbocado, dirá el sociólogo. Los yihadistas son la prueba de que nuestro modelo de integración no funciona, abundará el politólogo. Los yihadistas son los herederos de la ola humanitaria, su movilización es comparable a la de los estudiantes que se comprometen en una ONG en la otra punta del mundo, indicará el antropólogo. Los yihadistas son jóvenes que se ahogan en una sociedad de viejos, se marchan a Siria para desambientarse como otros se hacen cocineros en Australia, precisa el demógrafo. Los yihadistas son hijos de Internet y de los vídeo-juegos, han abusado de Facebook o de la serie Assassin’s Creed, deja caer el experto en lo numérico. Los yihadistas son puros productos de nuestra sociedad del espectáculo, buscan simplemente la celebridad, apunta el mediólogo…”
Qué duda cabe -me permito interrumpir el discurso de Birnbaum- que, aun con cierta exageración y unilateralidad en algún caso, estas explicaciones son exactas y reflejan correctamente gran parte de las motivaciones o causalidades que están en la base de que algunos jóvenes (y menos jóvenes) cometan actos terroristas en el universo yihadista. Pero, subraya Birnbaum a continuación que “desde los atentados de enero de 2015 se han analizado todas las explicaciones, todas las causalidades posibles salvo una: la religión. La religión en tanto que manera de ser en el mundo, fe intima, creencia compartida. Con constancia, este factor, como tal, ha sido reducido al silencio: así como que el islamismo no tiene “nada que ver” con el islam, el yihadismo es extranjero al yihad.
¿Por qué ese silencio? Y ¿por qué subtitula su libro Birnbaum, un hombre de izquierdas no se olvide, “el silencio de la izquierda frente a la yihad”? ¿Exagera en el papel que le concede al islam en el terrorismo yihadista?
Laurent Fabius está detrás de mucho de lo que ocurrió y ocurre en Siria.