Tres goles de Cristiano Ronaldo eliminan al Wolfsburgo en el Bernabéu
La épica no era necesaria, según el quorum del vestuario y de la cátedra, pero acabó por hacer sitio a Cristiano. El portugués puso su rúbrica, en tres trazos, a una remontada europea en la que el Madrid pasó por varios estados de ánimo, la determinación y la excitación, pero también la duda y hasta el miedo escénico que antes padecían los huéspedes del Bernabéu. El Wolfsburgo únicamente lo sufrió durante 20 minutos en los que el Madrid fue el Madrid del pasado. Un Madrid, todo sea dicho, que no llegaba tan lejos como el actual, en semifinales de la Champions por sexto año consecutivo, aunque ofrezca sensaciones equívocas. El único que las espanta es Cristiano, el Juan sin miedo del Madrid.
Todos estaban de acuerdo en que no era necesaria una estampida. Bastaba con subir las revoluciones del ritmo de juego y ejercer la presión alta, constantes vitales que el equipo no había tenido en Wolfsburgo, donde perdió medio partido de picnic. La salida del Madrid respondió a esas consignas, que provocaron rápidamente sus frutos, con los dos goles que igualaban la eliminatoria y probaban la debilidad de los centrales rivales, Naldo y Dante. La pregunta es si no fue demasiado pronto, porque el Madrid cambió la determinación por el cálculo, que es primo hermano del miedo. La pelota fue entonces para el Wolsfburgo, que pasó de estar grogui, con las dudas del púgil que escucha la cuenta, a volver al ring, al partido y a la eliminatoria. Lo que pudo acabar de un golpe más, empezaba de nuevo.
Dos Madrid diferentes
Fueron dos Madrid diferentes. Uno hasta los dos goles, anotados por Cristiano con dos minutos de diferencia. Fue la explosión que necesitaba la atmósfera, tan ebria como el portugués por esos dos tragos repentinos. En su rostro era evidente la excitación que produjeron en Cristiano, al que sólo le faltó el golpe en el pecho que sigue al pasar del aguardiente. En el primero de los tantos, se aprovechó de una gran progresión de Carvajal por la derecha y de la indecisión de Dante y Naldo para atacar el centro. Cristiano sólo tuvo que empujar a la red. Había pasado únicamente un cuarto de hora. El primer gol llegaba, pues, para cumplir con el guion ideal. El segundo lo mejoró, y en este caso todo el mérito es para el portugués, por su forma de atacar el centro a la salida de un córner. Partió prácticamente desde 10 metros atrás, se adelantó a los defensas y giró el cuello de forma magistral. Benaglio no fue tan providencial como en Wolfsburgo.
El Bernabéu esperaba el último directo, el revivir de ese Madrid histórico, impío y hasta irracional. Pero no. El equipo de Zidane eligió empezar de nuevo la contienda en lugar de concluirla, y eso llevó a un terreno incierto e incomprendido por una parte de la grada. Refugiado en su campo, a la espera de la contra, dejó crecer al Wolfsburgo, para el que cada minuto sin recibir el tiro de gracia era un aliento de esperanza. La presión del Madrid desapareció y el conjunto alemán se rearmó con posesiones largas y pases de seguridad hasta alcanzar el balcón del área de Keylor. No puede decirse que acosara a los locales, en absoluto, pero era tan poco lo que necesitaba para voltear la eliminatoria que la situación resultaba temeraria.
La lesión de Draxler
La lesión de Draxler, el Cristiano del Wolfsburgo, aminoró el nivel de peligrosidad para el Madrid pero no cambió la dinámica. Kruse, el sustituto, fue incansable en las persecuciones, pero nada tiene que ver su desborde con el de su compañero lesionado. Las pruebas de que la situación era arriesgada las dieron Luiz Gustavo, al probar a Keylor, y Henrique, cuyo disparo en el área lo desvió Marcelo. El descanso llegó más querido por el Madrid que por su rival.
El segundo acto empezó de forma similar al primero, pero sin que el Wolfsburgo estuviera en la misma situación psicológica. El resultado fue un ir y venir, un box to box no exento de riesgos. Al Madrid le hubiera convenido más seguridad en sus transiciones, posesiones más largas. La escasa pegada alemana no era una garantía.
Benzema, de los mejores junto a Cristiano, por supuesto, y Carvajal, estiraba del Madrid hacia los espacios vírgenes, pero la el punto G de la eliminatoria estaba destinado a Cristiano. Lo encontró Modric, derribado en una falta, y la barrera se abrió como las aguas para dejar paso al balón lanzado por este profeta del gol que, hoy, es el profeta más significativo del Madrid.