Ja, ja, ja, ja, ja, ja…
A veces la política internacional llega a tal nivel de surrealismo que, si no fuera trágico, resultaría cómico. Por ejemplo, la noticia de ayer, según la cual la Asamblea General de las Naciones Unidas “ha acordado por unanimidad suspender a Libia como miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU”. La resolución ha sido adoptada por consenso de los 192 países que integran la Asamblea General. Por supuesto, el secretario general Ban Ki Mun se ha felicitado por la decisión. ¡Fantástico! O sea, que resulta que después de 42 años de “líder de la revolución” –lo cual significa, en idioma del pueblo, pura dictadura–, después de haber financiado y aplaudido actos terroristas brutales, después de haber perseguido y masacrado a sus opositores y después de haber vampirizado la riqueza ingente de su país en favor de su familia, y de haber sometido a su gente a una también ingente pobreza, resulta que ahora la ONU se da cuenta de que no es muy amigo de los derechos humanos. ¡Guau! Es realmente para emocionarse.
Teniendo en cuenta que el tirano de esta magnífica dictadura de corte socializante, amiga de algunos irreductibles de la extrema izquierda –léase Chávez– y de la derecha extrema –léase Berlusconi–, había llegado a ser presidente de la Comisión de Derechos Humanos, nada resulta sorprendente. Recordemos algunos de susmomentos más exultantes de amor a dichos derechos fundamentales: atentado en la discoteca La Belle de Berlín, con un saldo de tres muertos y 229 heridos; apoyo a Abu Nidal, a quien los servicios de inteligencia norteamericanos atribuyeron más de 60 atentados, con decenas de muertos; implicación en el atentado de Lockerbie, donde murieron 259 personas; atentado contra el vuelo UTA 772, con la muerte de 170 personas… Y después, apoyo global al terrorismo, a la vez que oprimía sin miramientos a su propio pueblo.
Esta especie de santa Teresa de Calcuta con jaima no sólo no fue expulsado del Consejo de Derechos Humanos, sino que llegó a ser el tipo que presidió las resoluciones sobre derechos humanos de la ONU. Y ¿alguien se sorprendió? ¿Hubo movimientos sísmicos en las conciencias del mundo? ¿Se dieron por sucias las resoluciones que él presidió? Por otro lado, ¿dónde está el problema si los miembros permanentes de este Consejo son paraísos de los derechos humanos como China, Arabia Saudí, Bahréin, Argelia, Azerbaiyán o Cuba? ¿Por qué expulsar a Gadafi si sólo es un aprendiz de tirano comparado con algunos de estos maestros? La respuesta es simple: no se le expulsa por ser un dictador con biografía macabra y miserable, sino porque está siendo derrotado. No se trata de derechos humanos, se trata de poder. Un dictador en el cargo es un amigo. Un dictador caído es un dictador. Realmente es de agradecer la seriedad con que la ONU trata tan sutil diferencia…