Una cantante excepcional
Si Ana Gabriel, no fuese una cantante mexicana excepcional, guapa, y con un chorro de voz maravilloso –el que no la conozca y haya escuchado, que la busque en Youtube, ya, porque no sabe lo que se pierde- creería que es una broma surrealista, de mal gusto, propia de un calamocano, la memez descerebrada de esa hembra de manada, que lleva su nombre, y es partidaria del amor libre –su única esperanza, en craso error- ya que como no lo hagan obligatorio, lo tiene mal.
El nombre de Ana Gabriel, es intocable, como lo fueran, y lo serán, el de Jorge Negrete, Pedro Infante, Lola Beltrán, Chavela Vargas, Aceves Mejía, Lucha Villa, y tantos, a los que, muchísimos, profesamos amor eterno, porque lo merecen.
Y todo viene de la puta ignorancia, en la que chapotean inmersos, como vibrones, estas pobres gentes, y que es lo más atrevido, después del alcohol, y la maría, y porque les ponen la alcachofa delante, y aprovechan para predicar a una masa informe –la ciudadanía axial computerizada, zapateril- que no les tira tomates pasados, ni huevos podridos –es más, implumes, engullen el exudado, y lo pasan a sus mollejas, llenas de piedrecitas del parque- y a ellos, claro, les da a pensar que han inventado la patata frita, y los “conyugues”. Ese es, el preocupante nivel freudiano.
Todo ello, en un fervor, compensatorio a su extenso fracaso vital –que va en razón directa a su escasa masa encefálica, e inversa al cuadrado de sus horas de estudio, y de pedagogía- y arrean contra la iglesia católica –sin pararse a considerar la musulmanía, no vaya a enfadarse por lo de la almeja, y otras lindezas- y haciendo caso omiso de la ciencia, casi exacta –no como otros- de Theodor Mommsen –86 años de vida productiva de Garding a Charlottenburg, pasando por el Nobel- y su Historia de Roma, y de sus instituciones. No se bien si fumaba.
El derecho romano, fue el que inventó la institución del matrimonio, que es palabra latina, y lo impuso en todo el orbe conocido, que era romano, y lo hizo evolutivamente desde los comienzos de la república (V a. C.) en el que sólo era así cuando había un patricio de por medio. El resto era pura estepa bárbara. Muy vinculado el matrimonio, al patrimonio, al orden, y a la legitimidad de la descendencia, para bien de la sociedad. Los griegos habían filosofado sobre ello, pero no acertaron a darle la importancia social que tenía. No fue Cristo quién lo inventó. Sí, quién lo elevó a sacramento.
Eso es así. ¿Se puede decir más alto, o más claro?. Y Roma lo hizo, para acabar con el desastre chotuno de la manada papúa, que vivía en el priapismo premioso, y fronterizo, a la que pastaba en los prados. Y no era el Imperio, sino la República, la que ya buscaba la estabilidad en la familia, muy para bien de la mujer –de lo que no se pispan las feministas del empoderamiento viriloide, que hacen caso omiso del trato que da el islam a la mujer- como célula imprescindible para abandonar esa barbarie, que ahora viene a regurgitar esta criatura -de pelucamen a lo Puigdemont- a manera de limaquillo, y para la que requeriría, gustoso, la ayuda del Koala, y su opá, al poder ser, para alojarla en un corrá, con sus crías, o las de la punta de ganado.
¿Supone progreso meterse a tocar esta institución fundamental? Creo que no. Los que contrajimos matrimonio en su día -y nosotros lo hicimos en 1975, conciliando, al uso, el sacramento, con lo prescrito por el código civil- lo hicimos de buena fe, e ingresamos en algo preexistente, que parecía serio.
A posteriori, unos legisladores de mente “nosesabebien”, zaragatera y triste, titiritera, y generalmente muy del “preveer”, y por puro complejo, y presión de lobbies, nos han equiparado –llamando, matrimonio al homomonio, o al turismonio ¿pourquoi pas?- y sin darnos a los veteranos –heterofílicos perdidos desde pequeños, aunque la RAE se calle vergonzosa, y nos discrimine- la opción de salirnos de esa salsa, debidamente indemnizados, por cambiar las reglas del juego en mitad del partido, confundiendo obstentosos, el principio de igualdad, con el de identidad. Sencillamente. Véanse el tercer considerando, y los artículos 2º, 7º, 8º, 12º, 16º, 18º, 19º, 29º, y 30º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, recogida en al resolución 217, A (iii) de 10 de diciembre de 1948. Lo propio hubiera sido,
-Miren ustedes, majetones, nos hemos reunido, y he decidido esto, y lo otro, sin exposición de motivos, y porque me sale del pífano, y a ustedes vosotros, les damos a elegir –que es lo democrático- y si no les gusta esta melé, les aflojamos la pasta, por el disgusto que les hemos originado, y se van de esta institución, al tercio, al sindicato del metal, o a las ursulinas. Pero no, no han contado con nosotros. Nos dejan a nuestra suerte, en algo que no nos gusta un pelo, y con la ignominia, y oprobio, que nos han buscado, mejorando lo presente, con perdón, y sin faltar.
Seguiremos, de esta suerte, dando palos de memo –por ese orden- a la poligamia, a la poliandria, al matrimonio incestuoso, al de entreplanta, al de los grandes simios, al de descansillo, al matrimonio entre especies, y sindicatos, diferentes, al cuerno sistémico, al veo-veo, a la maripili le ha pillado el toro, y sabe Dios cuantas gilipolleces más, hasta que nos carguemos la sociedad, el orden racional –y natural- de las cosas, y comencemos a repasar la historia, y la conducta de la tribu, y de la manada, de la que salimos D.M. Pero esta vez, lo de volver a llamar al pan, pan, y al vino, vino, a los peritos, peritos, a los maestros, maestros, etc. etc., lo tendríamos que hacer, de nuevo, desde el barbarismo, sometidos a su dictado, en su zahúrda, y seguramente, a bofetadas. Así le pasó a la inteligente Roma, cuando comenzó a hacer concesiones a la galería de los complejos, y complementarios, y mira que subsistió siglos, y siglos, y sin fumar, ¿o fumando? No se. Lo que es la fuerza del derecho.
Sepan quantos esto lean (Notum sit omnibus), que en la tribu, y en la manada, se sojuzgaba a las hembras, los homosexuales no pillaban bola, y hasta los albinos estaban en renuncio, tanto como aquel otro cualquiera, al que le salía del bolo al chamán de turno -macho alfa- y entonces ¿qué haremos? Pues volver, de regreso, con dolor en los ijares, y hechos polvo, al derecho romano, al código de Napoleón, y a la ley Hipotecaria. Esto de sí, porque sí, y esto de no, porque no… no es serio, ni va a ninguna parte. Son una sarta de bobadas, que emanan de la ignorancia, y del anal-fabetismo imperante. No me cabe duda.
Jajaja.
Buenísimo
Qué bueno, a golpe de ocurrencia, ¿ alguien puede estar tranquilo cuando se levanta un dirigente de dormir ? Ya no cabe un ignorante más en este despropósito, ojalá se pudiese decir de proyecto o esperanza, el despropósito de la nada positivo.