La cárcel textil
Es auténtico terrorismo intelectual, religioso y moral contra la igualdad”, decía Wassyla Tamzali, ex responsable de Igualdad de la Unesco en una entrevista en Público. “El burka es sólo sexo, no tiene identidad”, añadía mientras se lamentaba de la ceguera de la izquierda: “Ya no hay moral de izquierdas. La izquierda no es capaz de indignarse”. En paralelo, la escritora iraní Chahdortt Djavann, autora del libro Bas les voiles! y una de las expertas que hablaron en la comisión Stasi, que tenía que decidir sobre el velo en Francia, dijo: “Cuando se pone el velo a la niña se le inculca la idea de su inferioridad, la culpa de su sexualidad, se la pone en el mercado del sexo y del matrimonio”.
Por su parte, la ministra marroquí Nouzha Skalli recordaba que el burka no tiene nada que ver con el islam y sí con la opresión de la mujer. Y no sólo hablan mujeres: Siria prohibió el burka en las universidades, igual que el rector de la Al Azhar de Egipto, y el rosario de países que están por la labor es considerable. En todas partes el debate recorre las ideas de igualdad y protección de la mujer, y en la mayoría de los casos ya ha superado las absurdidades que aún decimos sobre la cuestión en nuestro país. Está claro, además, que el burka corre en paralelo a la creciente influencia del salafismo radical y que, por tanto, se trata de un reto ideológico que tiene la voluntad de romper con uno de los pilares de la lucha democrática: la igualdad de la mujer.
De hecho, hace quince años no había una sola mujer con burka en Europa y prácticamente no las había en la mayoría de los países musulmanes, y ahora está lleno. ¿Por qué? Porque es un ataque a la libertad, y no un hecho religioso. Sin embargo, en España, la cuestión del burka aún suscita algunas de las idioteces más sonoras que sobre multiculturalismo, buenismo y otros ismos son capaces de perpetrar las progresías más reaccionarias que pululan por estos derroteros. Y es así como, cada vez que se quiere legislar seriamente la cuestión, aparecen algunas voces como la de Ana Terrón, la actual secretaria de Inmigración, que repiten los tópicos más sudados del poco sudado ejercicio de la inteligencia.
Lo peor es que, movidos por el miedo del politically correct, ni tan sólo los que lo tienen claro se atreven a hablar claro. Hablan de “seguridad” como máximo motivo, incapaces de hablar directamente de mujer, derechos y libertad. Lo cual es una derrota de nuestra propia libertad de debate. Porque ni el uso del burka es una cuestión de seguridad, ni su prohibición tampoco. El burka es la última maldad de una ideología perversa que considera a la mujer una simple esclava sexual. En Francia, Bélgica, Holanda y el resto de los países donde ya lo están legislando no se andan con tapujos. Hablan de mujeres, libertad y fanatismo violento. ¿Cuánto tardaremos nosotros en dejar de decir tonterías?
Todo esto es fruto de la hipocresia que es la base de nuestra politica….
Pilar:
aun que no soy de tu “cuerda” (politicamente hablando) me gustan tus articulos ues los veo llenos de sensatez y de sentido común
Un abrazo