23-J: The European independence day (o el triunfo de la Europa que queremos)
A.R.- El ‘Brexit’ me reconcilia con el Reino Unido y con los británicos. Luego de meses y de años teniendo que desgranar la crónica de una Europa zafia y desalmada consigo mismo, comprenderán que la de hoy sea una jornada de inmenso júbilo para quienes hemos defendido, en contra de la opinión reinante, lo que los británicos han proclamado alto y claro. Lo sonrojante ha venido después, al comprobar una vez más cómo los políticos europeos preferirían antes hacerse el harakiri que emitir un buen diagnóstico. Esa mala praxis está sin duda condicionada por aquellos a los que sirven y que tanto han intentado que los británicos continúen formando parte del rebaño europeo rumbo al matadero. Ni economía no monsergas. Lo que han dicho los británicos es “basta” a la progresiva pérdida de su identidad colectiva. Este proceso de transformación de Europa en una especie de kashba argelina ha tenido al fin su “hasta aquí hemos llegado”. Ha sido el Reino Unido el firmante del prólogo, pero lo que es seguro es que el euroescepticismo será ya imparable en el resto de Europa.
Los británicos han visto lo que sus sesudos políticos laboristas y conservadores de distinto pelaje, títeres del poder sionista, trataban de que no se reflejara en las urnas: que el Reino Unido se ha convertido en una letrina multicultural, con lo peor de cada casa anidando en calles, suburbios, ciudades y condados.
Tras la multiculturalidad, la segunda ideología perversa que amenaza a Europa es el “antinosotrosmismos”. La primera la padecemos, la segunda la cultivamos. El resultado de su combinación es que Europa, de nuevo, parecía más que dispuesta a claudicar de sus principios civilizadores y a dar paso nuevamente a una nueva tiranía en su territorio. Mientras nos callan la boca a punta de pistola, los valientes intelectuales europeos dirán que se autocensuran por tolerancia; se autoinculparán de todos los males del pasado, mirando hacia Europa, increparán henchidos de valentía ética a los identitarios, recitarán loas a la multiculturalidad, proclamarán la imperativa necesidad del mestizaje y recordarán a los cristianos la retahíla de siempre: las cruzadas, el caso Galileo y la Inquisición.
No estoy tan seguro de quién es el responsable de tanto odio hacia nosotros mismos. No puedo creer que la casta europea esté tan ciega que le impida ver el problema que ha creado. Sí creo que Europa, o sucumbe y desaparece, o está abocada a una nueva guerra en su territorio. A ese dilema la habrá conducido su dirigencia política y económica, los chamberlaines democráticos de nuevo cuño, los apologistas del cambio de clima moral, los gurús del antirracismo, los amanuenses de la mundialización, los ingenieros del cambio social, los prosélitos de la multicultura, los Don Oppas de cada casa.
Primero llegó la célebre ‘fatua’ a Salman Rushdie por sus “Versos Satánicos”; después siguieron los ataques en discotecas y pubs en el Reino Unido; más tarde, la cívica Holanda se despertó horrorizada por el asesinato de Theo Van Gogh, el cineasta que se atrevió a filmar a una mujer velada con versos del Corán grabados en su cuerpo; meses después, a la coautora del filme, la parlamentaria de origen somalí A. Hirsi, le fue retirada la nacionalidad holandesa por declarar que las mujeres islámicas estaban sojuzgadas; posteriormente, las caricaturas del Profeta en un diario danés sirvieron de “casus belli” para quemar embajadas e iglesias. En los últimos 24 meses hemos tenido un cúmulo de acontecimientos que deberían formar parte de la historia general de los horrores. Los macroatentados en París y Bruselas, las violaciones masivas en Colonia y otras ciudades alemanas, la escalada de violencia en las principales capitales, los disturbios en ciudades como Malmoe, París, Amsterdam, Oslo, Amberes y Copenhague, que se despertaron un día horrorizadas al no reconocerse en el espejo de la multiculturalidad, tal falso como esos espejos cóncavos de feria que distorsionan la realidad. La crónica diaria de sucesos en las principales ciudades europeas ustedes la conocen a través de medios como éste.
No va a ser fácil sin embargo. Pese al severo correctivo británico, a los políticos (a excepción de los identitarios) y a los intelectuales europeos, cáncer de nuestro tiempo, les va a seguir importando más más la “convivencia” entre culturas que el futuro de nuestra civilización; han preferido durante años atacar a los “fascistas” que afrontar el más importante desafío de impedir que una mordaza, en vez de un telón de acero, vaya cayendo sobre lo que queda de Europa y de Occidente.
Occidente intenta de manera noble abrirse con gran comprensión a los valores externos, pero no se ama a sí mismo. Europa tiene la necesidad de una nueva aceptación de sí misma, si verdaderamente quiere sobrevivir.
El viejo chiste de Mihura ha sido superado: “¿Trae algo nuevo el periódico?”. “Sí, la fecha”. Por contraste ahora todo es nuevo, aunque muchas veces resulte tristemente viejo. Se tiene la impresión de que la vieja y sucia Europa ha institucionalizado su propio suicidio a ritmo negroide o coránico. Desde la prensa diaria, amancebada con la casta política desde siempre, se nos muestra cuál es entre todos el camino más corto hacia el suicidio. Una británica blanca insulta a una negra en un metro de Londres, se monta la de San Quintín y la infeliz termina dando con sus huesos en la cárcel. Sólo unos días después, cuatro negras de origen somalí propinan una brutal paliza a una británica autóctona y el juez las absuelve porque son musulmanas y no están acostumbradas a beber. Así como suena. Con un par.
Lo malo de este doble caso es que mientras el insulto de la blanca a la negra abrió los informativos de toda Europa, la paliza de las somalíes a la mujer blanca no tuvo apenas repercusión mediática. Es muy llamativo que sólo se informe de los presuntos delitos racistas cuando esos hechos tienen como víctimas a ciudadanos de otras razas y de otras religiones distintas a la nuestra, como queriendo minar con ello la moral de los europeos con apego a su supervivencia. El matiz que diferencia un suceso de otro es la pertenencia de los agresores a uno u otro confín cultural. La regla de oro consiste en sostener que todo cuanto aquí se produce es malo, y en cambio todo cuanto se produce en otras civilizaciones es de calidad superior. El cristianismo es malo porque da vida al ideal de Occidente. El islam es requetebueno porque pretende la aniquilación de ese ideal.
Europa no se escandaliza ante esta alucinante ley del embudo en su propio territorio. No son ellos los malos. Los malos, como siempre, somos nosotros.
El esperpéntico sentido de la discriminación positiva que tiene la actual Europa, produce mucha más risa que indignación. Las razones del nuevo orden la abona la nueva sangre blanca derramada lo mismo en Leicester, en Johanesburgo o en los suburbios cristianos de Pakistán, por la cual ni se lamentan nuestros progres, ni berrearán los ‘cornigauches’ de Europa. El fuego lo emplean ellos; ellos son juez y parte; ellos se lo guisan y se lo comen. Procuremos, con buen humor, que todo esto se les indigeste. No, no ataco a los islamistas y sus cipayos. De ellos es fácil desprenderse porque vienen de frente y no ocultan sus intenciones. Aquí los peligrosos son los puteros imbéciles y aún peor sus secuaces, que contemplan la destrucción de Europa con absoluta serenidad.
La nueva escuadrilla de Marcuse tiene bien aprendida la lección; cualquier ataque contra nuestra vieja civilización es exaltada desde los tendidos de la casta, promotora de logias y de dogmas contrarios a nuestra dignidad colectiva. Es ella quien promueve mezquitas, droga los espíritus, adoctrina a los hombres, protege sus acciones y llora hipócritamente sobre las consecuencias. De paso, si pueden llevarse un contrato petrolífero, el harén de la siete lunas, cualquier chuchería, la caja o la documentación de alguna multinacional europea en tierra de bárbaros, lo hacen. Por todo lo cual permiten que cientos de miles de esos bárbaros se instalen entre las tribus europeas llamadas democráticas y liberales.
Los mercenarios de la intelectualidad son de idéntico pelaje. A cambio de fomentar las peores taras de la multiculturalidad y menoscabar nuestro instinto identitario cobran sus pingües primas en películas, subvenciones, conferencias, premios, excelentes sueldos profesionales y el correspondiente tributo de las 27 ex doncellas en sus alcobas, a elegir según preferencias personales.
Benditos y alabados sean los millones de británicos que no se han dejado engatusar por los encargados de ese gran prostíbulo político que se abre al norte de la provincia de Cádiz. Entre la Europa que fue punta de lanza de la humanidad, la de las grandes conquistas en todos los campos, la pionera en todo, por un lado, y los que vienen a usurpar el esfuerzo y la genialidad de siglos e imponernos sus sucias costumbres y sus salvajes reglas y normas, por el otro, no puede faltar el compromiso, la verdad debe ser dicha; es una lucha por la libertad o la opresión. No hay punto intermedio cuando hablamos de lo que está en juego. O sobrevive nuestra civilización o dejaremos de ser la razón por la que nuestros antecesores sacrificaron sus vidas, que sería la peor forma de honrar su memoria.
Los políticos europeos están demasiado comprometidos con sus amnésicas propuestas y su derrotismo democrático para vertebrar la defensa de nuestra cultura, nuestros valores, nuestras creencias y nuestras razas. Ni siquiera han sido capaces de comprometer a los musulmanes en Europa en la defensa de los valores que tanto se nos exige al resto. En vez de admitir su fracaso, lo que han pretendido, lo que pretenden, es que seamos nosotros los que nos sometamos a ellos.
Se puede decir mas alto, pero no mas claro
Totalmente de acuerdo con el artículo
Coincido totalmente con el contenido de este artículo. Desde hace varios años se viene demostrando que las soluciones a los problemas de Europa (como la inmigración masiva, la creciente islamización, y la pérdida de los valores morales tradicionales) no pueden ser resueltos por los partidos mayoritarios (es decir por los partidos conservadores, democristianos, liberales o socialdemócratas) porque todos ellos coinciden en defender las mismas políticas aberrantes. Los únicos partidos que pueden solucionar esos problemas son los patrióticos e identitarios y deseo que estos nuevos partidos vayan desalojando del poder, en cada uno de los paises europeos, a los viejos partidos… Leer más »
“No estoy tan seguro de quién es el responsable de tanto odio hacia nosotros mismos.” Yo tampoco. Desde luego somos reponsables de repetir los mantras propiofobos, pero no se donde estara el origen, quiza empezo con la Leyenda Negra y acabo contagiandose a toda la Europa colonialista y al final incluso hasta los que nunca tuvieron ni una pequeña islita conquistada. Lo cierto es que incluso gente inteligente, y con cultura repite estupidamente el mantra ese de que el 12-O es la celebracion de un genocidio, y celebran “la riqueza” de las civilizaciones prehispanicas de America, esas civilizaciones asesina que… Leer más »
excelente articulo
El Reino Unido ya estaba recibiendo inmigracíon de la India y Pakistán mucho antes de entrar en la Union Europea. Eso no va a cambiar a medio plazo, tanto si están en ella como si no, Lo que si es cierto es que al menos podrán gastarse su dinero en lo que les interese, y no en pagar a los burocratas de la UE y ayudas a países ruinosos como España.