¡Pongan remedio ya! Que lo hay
Cuando un manso nos da la brasa, una y otra vez, ya sea bragado, zahíno, meano, burraco, o con los ojos azules, que lo mismo da para el caso, se le devuelve al corral, y se saca al sobrero. En ningún caso se le indulta -para que no se reproduzca- ni se le trata de mantener en el ruedo, aunque le acompañe un frailón, con un camisón, o bien un antropomorfo percutido, echando capotes. Por necesitados que estén los tres en solucionar su vida, o lo bien que lo pasen jugando a capaces. Ninguno perspicuo. Fajar a los barrigones, es tontería, ya se sabe de siempre. ¿Quousque tándem, señor Sánchez, leñe, abutere patientia nostra?
Y no digo que lo defenestren, a la praguense –que es muy eficaz por lo temible, y se dimite antes- pero una catapulta, institucionalizada ya hace décadas, como las de los eurofighters, estaría muy bien, para cuando, noqueados por las tortas recibidas, no acierten a dimitir. ¿No tienen amigos que les aconsejen, que arrojen la toalla, la mortaja, o el alzacuellos, por ellos, para que cese el combate, y les quede alguna muela? Lástima.
¿Volaban?
No, no volaban.
¡Eran saltos que pegaban,
de las tortas que les daban!
Lo que queda patente, es que hay que poner remedio, ya, al menos, a esta laguna marismeña, de nuestra ley electoral, y establecer la segunda vuelta, para que nos ahorren este espectáculo de vacua incapacidad, mansurreo, aculamiento, egolatría, e impotencia mortis causa. Al fin, saber leer los comicios, o un balance, y no fantasear con hipótesis, para la permanencia, de pie forzado. Cuando el pueblo soberano –como las mujeres- dice no, es que no, y hay que ser bobo de baba, no tener abuela, o tener la cara muy dura, para entender otra cosa. Después, solo queda la patada en el trasero, en el culo, vamos. Se miran al espejo, y no se ven.
Y para este avío, no hay que poner la patética carita del oráculo Aznar –como si llevase mensaje, al estilo de las películas de arte y ensayo de entonces- tipo Geraldine Chaplin, ¡ay!, ¡qué gestito! o la del orate del Rodríguez, que a veces parece como que te entiende, y que, o lo paran, o acabará por las calles, turrando a los viandantes, hasta que le cierren en una institución, con tres comidas al día, y un babero. ¡Cómo está la maçonerie nouveau, Dios! ¡Con lo que ha sido! Casquería.
Para eso, no hay otra, que incluirlo en el orden del día, en el primer punto, prever lo previsible, estudiar detenidamente la casuística, y actuar con la diligencia de un buen padre de familia sin desestructurar. Nada más. No es tan difícil. Con eso, solo con eso, nos hubiéramos ahorrado unos cuantos millones de euros, que no es poco, amén de incertidumbres, angustias y huida de capitales. Lo entienden hasta sus señorías Cañamero, o Felisuco… ¡Anda, que éramos pocos!
¡Qué falta de respeto al respetable! No es tan difícil de entender, no es necesario FAES, ni NEFAES, ni los masters del universo, ni poner caritas o gestos, cómo si “pensarían”. ¿Cómo es posible? ¿No existe la culpa “in siendo medianamente inteligente”? ¿No van a pagar por ello nunca? ¿No es exigible esa responsabilidad? Creo que si, y mucho, y que es suficiente para subir a la picota por no hacerlo, y más aun, con mayoría, nocturnidad, y en descampado.
Pero, ¿por qué en la política se permite esto? ¿Por qué razón no se exigen unos mínimos por ley, de una puñetera vez? ¿Por qué no únicamente los mejores?¿A dónde vamos a llegar? Es injusto de plena injusticia, que para construir un simple puente, se exija por ley una ingeniería, que ahorra dinero, sin reducir la seguridad, que para abrir un corazón humano, se exija por ley, a un profesional cualificado en medicina, y para algo tan serio y grave como la política, al tribuno, por ley, no le avale nadie, y aparezca situado en una lista cerrada, por arte de birlibirloque, que elabora un propio –fumado hasta las cachas, como Jarifa- y nadie lo cuestione, y lo único que le exijan –por exigir algo- es que no esté sentado en el banquillo, esposado, esa tarde. ¿Qué cachondeo es este? ¿Es medianamente serio? ¡No! Que no hay quién lo entienda.
Al pueblo soberano, que lo sepan, le gusta lo del examen, y hacerse pis con las preguntas, y abundante. No hay sino sentarse ante el televisor, para ver a la pobre gente, sometiéndose, y pasándolo mal, en putos programas que no son otra cosa que el martirio de los exámenes. Hay muy poca imaginación para hacer cosas tan dolorosas como esa, y a la gente le gusta que la martiricen. Nadie va a decir que no, seguro. A todos les va a parecer lo correcto, menos al furriel Rodríguez, el hierático, herético, de la ética nicomáquea avanzada.
¿Qué tal si a los presuntos tribunos se les pasase por una batería de pruebas, y preguntas, en público, oiga, a la vista? ¿Cuántos amarían a sus conciudadanos tanto como para sacrificarse por ellos, y dejar en bolas sus deficiencias elementales, y vergüenzas inconfesables, con tal de servirles, por una miseria de cuatro mil seiscientos euros mensuales, el que menos, y encima netos? Los electores lo pasarían muy bien, oiga. En lugar de escuchar las memeces y falsedades, que oímos en los llamados debates de la señorita Pepis, verles contestar a preguntas, por ejemplo, con diez soluciones propuestas, digo, o facilitarles un lápiz y un papel, y verles mesarse los cabellos, con cositas elementales. La nación se pararía ante el programa, y habría apuestas, risotadas, y de todo. Volvería la vergüenza, y la dignidad, y un manto de respeto, se vería caer en la noche inmediata, sobre el Congreso.
-No, gracias Albertito, no, gracias Pedrito, no, gracias Echeniquito, no me pongas en la lista de Almería, porque me han llamado de Endesa, y de Enagas, nada menos, para el consejo de ética, ¿sabes? y tengo muchas posibilidades de que con mi curriculum… Yo, con mis cerdos y mis gallinas, pues la verdad… Donde esté Paquito el Chocolatero…
Mira, que no es serio, esto de colocar en el hemiciclo a mediocres –eso sí famosillos aunque sea por hacer pedorretas, o por asaltar un super- para que estén callados, y que cuele. Ese, no es el pueblo soberano que merece ser escuchado. Que el Congreso no es un refugium peccatorum patatorum, sino un espacio para la discusión, entre gente de excelencia ad hoc, circunspecta, y sabida, que observa al gobierno, le susurra, y le reprueba. Para que eso fuese, habría que liberar esa obediencia ciega de los diputados, y abrirles la mano y los ojos, o reducir el número de gallinitas obedientes a ciegas, y ahorrar dinero. Ahí está el problema, que ni FAES lo soluciona, la obediencia, pagada a precio de libre, o la libertad, pagada, pero útil, y menos costosa. Al menos ahorrar en algo, insisto. Pocos y buenos, y que encima sepan de qué va. Democratizar de verdad. Perfeccionar lo perfectible, que es mucho. El cachondeo, con el dinero de otros, ustedes verán, con el mío, no. Of course not.