La asociación de Padres de Familia Separados de las Islas Baleares expresó, en nota de prensa, su rechazo a la brutal agresión cometida por Carlos Peña contra su novia Xue Sandra, en Mallorca, a quien quemó el pasado miércoles 29 de junio luego de una discusión en que la víctima le informó que iba a dejarle.

No hay razón alguna que justifique una acción semejante, condenable desde cualquier punto de vista, e inadmisible como reacción a cualquier situación en la que puedan mediar palabras antes que la agresión al otro, y la intolerancia al prójimo.

Según las informaciones periodísticas, el autor confeso dijo que estaba “fuera de mis casillas” después haber consumido alcohol y drogas durante la noche del martes 28 tras la discusión con su novia en la que le confesó que había conocido a otro hombre y quería dejar la relación. Afirmó también: “Me volví muy loco, ella me iba a dejar. Tomé cervezas, creo que cuatro, y después varios ‘tripis’”. A primera hora de la mañana siguiente compró un bidón de gasolina, fue al domicilio familiar, la roció y le prendió fuego. La mujer huyó con el hijo de ambos de 22 meses buscando refugio en casa de su padre quien finalmente la traslado a urgencias del hospital Son Espases.

Mientras tanto el agresor intentó suicidarse y se arrojó delante del coche de la Guardia Civil que llegaba al lugar. “Pegadme un tiro, matadme. Si no lo hacéis me voy a colgar de un árbol”, dijo entonces, y concluyó “¿Qué he hecho?” Posteriormente intentaría suicidarse una vez más en los calabozos. En el interrogatorio su obsesión se hizo patente con sus declaraciones:
“Si no está conmigo, no está con nadie”

Estamos todos de acuerdo en que se trata de un hecho deleznable y condenable pero discrepamos en el tratamiento que se le ha dado considerándola una acción machista porque, si analizamos todo el caso, de lo que se trata es de una agresión individual por una incapacidad del agresor de aceptar que su pareja iba a dejarle. Su obsesión por la persona amada (un amor tóxico) lo ha obnubilado hasta tal punto que no ha podido aceptar la decisión de su pareja y, hundido afectivamente, ha cometido un acto, insistimos, condenable, pero del que es plenamente consciente y busca el intento de suicidio como solución a su arrepentimiento.

Estamos ante un crimen pasional, con una personalidad obsesiva que ha intentado ejercer la dominación sobre su pareja. Sí puede considerarse violencia en el ámbito doméstico, porque ocurre en la intimidad del hogar y también violencia de género porque es cometido por un individuo de un sexo a otro del otro sexo. Pero queda muy lejos de ser un acto machista como se pretende mostrarnos. Si la agresora hubiera sido Carla Bruni, quien esta misma semana confesaba “Si mi marido me engañase podría llegar a actos extremos como cortarle el cuello o las orejas mientras duerme”, nadie afirmaría que es un “crimen feminista” ni mucho menos que hubo “violencia de género”, aunque sí lo sería por definición.

Hemos perdido de vista el norte. El feminismo de género radical y misándrico ha imbuido a la sociedad de su ideología sectaria que ve machismo hasta debajo de las piedras, contaminando el discurso político, la información periodística y el pensamiento de la sociedad, con el único fin de ejercer influencia mediática para sus propios fines como lobby de poder político y económico. Una verdadera lacra social que descarna y pisotea el sufrimiento de miles de mujeres (y hombres) víctimas de violencia doméstica a quienes, en lugar de ayudar, utilizan para su propio beneficio ¿Hasta cuándo tendremos que tolerarlo?