Blair se disculpa por “errores” en la guerra de Irak, pero la defiende
En 2009, el Gobierno del laborista Gordon Brown encargó un informe sobre la participación del Reino Unido en la invasión de Irak en marzo de 2003, decisión personalísima de su predecesor, Tony Blair, tomada con el voto en contra del Partido Conservador y 139 diputados laboristas. La investigación recayó en sir John Chilcot, diplomático y alto funcionario que hoy tiene 77 años. Concluyó su trabajo en 2001; dos millones de palabras que ocupan doce tomos. Pero su publicación se había ido demorando hasta hoy, por temor a dañar las relaciones británico-estadounidenses.
Ahora el informe Chilcot ha visto por fin la luz y es devastador para Tony Blair. En realidad viene a ratificar lo que todo el mundo ya daba por sentado: la guerra no era el único recurso en Irak en 2003, Sadam no suponía una amenaza inminente y las pruebas de los servicios de inteligencia carecían de fiabilidad y no fueron revisadas adecuadamente por el Gobierno británico.
Con educación exquisita y flema inglesa, Chilcot ha hecho un duro ajuste de cuentas a la decisión de Blair, que acaba de comparecer en rueda de prensa en lo que a buen seguro ha sido la tarde más dura de su carrera, pese a que llevaba días preparándola.
El ex primer ministro ha pedido disculpas por los errores de inteligencia previos y los cometidos durante la campaña, pero ha vuelto a justificar la acción bélica para derribar a Sadam Husein: «Mantengo la decisión de ir a la guerra. El mundo sería un lugar menos seguro sin la intervención». Aunque compensa esas palabras con otras que quieren ser un gesto hacia las familias de los 179 soldados británicos muertos en la campaña: «Me arrepiento [de los errores] más de lo que puedan imaginar. No habrá un solo día en que no piense sobre mi decisión de invadir Irak, que me ha acompañado durante trece años y lo hará el resto de mi vida».
El informe, que ha divulgado los memorandos de jugosas conversaciones entre Blair y Bush, da fe de que en realidad acordaron invadir Irak ya antes de componer las supuestas pruebas sobre las armas de destrucción masiva de Sadam Husein, que al final no existían. La guerra comenzó el 20 de marzo de 2003 y se proclamó la victoria el 1 de mayo de 2003. Pero el 28 de julio de 2002, casi un año antes, Blair ya dijo a George Bush un comprometedor «estaré contigo de cualquier manera».
El informe concluye recomendando al Gobierno británico que no vuelva a acudir a una guerra «sin las adecuadas consideraciones previas», manera eufemística con la que se le pide que justifique la intervención, dote de medios adecuados al ejército y tenga en cuenta lo que puede suceder en la posguerra. Chilcot recuerda que en julio de 2009 la guerra había provocado la muerte de al menos 150.000 iraquíes y más de un millón de desplazados.
David Cameron ha reaccionado diciendo que «hay lecciones que se pueden aprender» y ha convocado dos días de debate sobre el Informe Chilcot la semana próxima en el Parlamento. Jeremy Corbyn, que fue en aquellos días el presidente de Stop the War, el «No a la guerra» británico, afirma que «fue un acto de agresión basado en pretextos falsos». Corbyn esperaba con enorme interés la publicación de la investigación, que venía reclamando desde hace años. Incluso se cree que ha sido uno de los factores por los que ha decidido aferrarse a su cargo pese a la desaprobación de su grupo parlamentario.
Criminal de guerra
Los familiares de los 179 soldados británicos muertos no descartan iniciar acciones legales contra Blair, para que sea juzgado por crímenes de guerra. Algunos han tenido palabras de extrema dureza: «El mayor terrorista es Blair».
Con todo pausado, pero demoledor, Chilcot va desnudando el terrible fiasco que fue la guerra de Irak de 2003. La acción bélica «no era en aquel momento el único recurso» y en marzo de 2003 «no había una amenaza inminente por parte de Sadam Husein». La pruebas de armas de destrucción masiva, químicas y bactereológicas, se presentaron como ciertas de una manera injustificada. Los servicios de inteligencia no lograron establecer la existencia de ese arsenal “más allá de toda duda”, como dijo el Gobierno. La política sobre Irak se basó por lo tanto “en informes de inteligencia defectuosos”. Además, los argumentos jurídicos para dar validez legal a la guerra “están lejos de ser satisfactorios” y no fueron adecuadamente discutidos por el Gobierno.
También se señala el mal equipamiento de las tropas, sin los necesarios vehículos blindados, faltos del suficiente apoyo de inteligencia y cobertura de helicópteros. Por último, se infravaloraron las consecuencias de la invasión y el sufrimiento de los iraquíes.
Frente a tan demoledor examen, Blair recurrió al viejo “pónganse en mis zapatos”, recordando que eran los días posteriores al 11-S y había un temor inmenso y justificado a posibles nuevos ataques terroristas a gran escala. “Tomé la decisión con gran dolor, pero en aquel momento no cabía un término medio”. Sostiene que los estadounidenses habrían efectuado la invasión igual, aun sin contar con el apoyo británico. “Solo pido con toda la humildad que los británicos acepten que tomé la decisión porque creía que era la correcta en base a la información que tenía y las amenazas que percibía. En aquel momento de 2013 era mi deber como primer ministro hacer lo que creía correcto”.
Pese al repaso que le ha dado Chilcot, Blair, que ahora ejerce de consultor a precios exorbitantes, se permitió incluso dar consejos y lamentó no haber bombardeado Siria en 2013. “Por favor, no me acusen de mentir”, demandó en un momento de su comparecencia, en la que admitió preguntas. El ex primer ministro criticó a Chilcot por cuestionar la posguerra en Irak sin aportar una solución alternativa.
Reg Keys, que perdió en Irak a su hijo Tom, soldado profesional, es una figura conocida en el Reino Unido, por su lucha para que Blair pidiese perdón a las familias, recreada este año en una serie de ficción de la BBC. Llamó al exprimer ministro “actor consumado” y recordó que nunca ha querido reunirse siquiera con los familiares de los militares muertos.