Los ciclos de la Historia se repiten, en la misma medida que Europa se descristianiza y olvida los peligros latentes que la amenazan: las hordas bárbaras ancladas en su paganismo, usen el nombre o las siglas que se pongan.

Ya no invaden el mundo, que ellos llaman de infieles, con cimitarras ni medias lunas, pero usan el caballo de troya de la falsa emigración y el falso refugio provocado para tal fin y la ingenuidad de la filantropía naturalista roussoniana y falsa caridad sentimentalista, para meternos el enemigo en casa, olvidando los intentos arrasadores de la Catolicidad, como obra al servicio de lo diabólico y a la eterna lucha contra el Reinado Social de Cristo, asaltado por irracionales creencias islámicas, atávicas y antihumanas, o por el dios Mamón talmúdico del oro y la soberbia de raza judaíca.

Esta invasión, con marchamo de legalidad y humanitarismo masónico, deja indefensa a la Cristiandad, que padecerá a manos de sádicos y fanáticos, de delincuentes de toda laya amparados en falsos derechos humanos, por obra y gracia de una Amnistía Internacional, concebida y parida por los enemigos de Dios y de las patrias: el sionismo judeomasónico, ese mismo que mete en la cárcel a quienes publican textos históricos o atacan sus mismas mentiras e hipocresías seculares.

El enemigo lo tenemos en casa e infiltrado en todas las instituciones sociales. Mientras la Cristiandad no redescubra la urgente necesidad de su recristianización, todas las fórmulas jurífdicas y policiales serán insuficientes, puesto que sin conciencia religiosa, concorde con la ley de Dios, el mundo será incontrolable a fuerza de decretos y antidecretos.

Aún suponiendo que tuviésemos un vigilante por cada individuo, hay que preguntarse: ¿quién vigila al vigilante? ¿O es que el vigilante deja de ser un humano incorruptible, insobornable y angelical?

Toda libertad sin Dios nos conduce a los absursdos, contradicciones y barbaries que estamos cosechando, tan sólo por creer que el hombre lo puede todo sin el orden implantado por su Creador. La soberbia nos lleva a una organización mundanal, temporal y antihumana, de tan corta visión que nos encierra en ese callejón sin salida de la autodestrucción. La naturaleza no lo puede todo ni es suficiente en sí misma.

¡Nada sin Dios!

*Sacerdote