Cataluña, toros, ni turistas ni franquistas
Ángel González Abad.- Vámonos cien años atrás, más que nada por aquello de la cantinela nacionalista de que la Fiesta era un invento franquista y para turistas. Hace un siglo los abuelos de nuestros abuelos acudían a la Monumental recién inaugurada, convertida en uno de los centros sociales de la época. Allí cada domingo se concentraban miles de barceloneses… y algún turista habría también, que Barcelona siempre ha tenido alicientes para el viajero en todos los tiempos.
Estamos en el 30 de julio de 1916, a las siete de la tarde. Plaza llena para contemplar el mano a mano entre Agustín García “Malla” y El Algabeño. Malla reaparecía tras una gravísima cornada en esta plaza y fue recibido con grandes muestras de apoyo, y tras los nervios iniciales se sobrepuso en una gran estocada al quinto. Tuvo el torero de Vallecas mucho cartel entre los aficionados catalanes antes de que un toro en la localidad francesa de Lunel acabara con su vida unos meses después de la tragedia de Joselito en Talavera en aquel durísimo 1920. También tuvo un día de gloria con el acero El Algabeño, que salió a hombros, y a decir de los críticos en una de sus mejores tardes de estoqueador. Que hablando del mítico El Algabeño ya es decir bastante
Al domingo siguiente, se programó un festejo completamente diferente, pues se anunciaba el entonces famoso luchador Suárez, que cumplió su promesa de enfrentarse a un novillo, al que logró sujetar por los cuernos y luego agarrarlo por el cuello. La cosa no paso de algunos aplausos. Y en la parte seria toros de Terrones para Zarco y Torquito, que protagonizaron un accidentado espectáculo que acabó con el sexto en los corrales por falta de luz. Mientras, en Las Arenas, Charlot y Llapiserra, con “toretes demasiado pequeños”. Cosas de hace cien años.
Domingo a domingo, hace un siglo las tres plazas que funcionaban en la Ciudad Condal se llenaban de barceloneses. Algún turista también. Franquistas sería más difícil.