Cartas desde Colombia: Ego
Carlos Arturo Calderón Muñoz.- En una entrevista concedida a la revista Contenido el archiconocido encantador de perros, César Millán, dijo que tratar a los perros como humanos también era maltrato animal. Aseguró que las personas se han concentrado en ser profesionales y no en tener familia, por ese motivo buscan compensar sus necesidades de cariño reemplazando a los que deberían ser sus hijos por caninos y felinos.
César Millán no tiene formación profesional en ningún área relacionada con los animales, de hecho sus métodos son fuertemente criticados por muchos miembros de la medicina veterinaria en Estados Unidos por considerarlos inhumanos y retrogradas; incluso hicieron solicitudes para que el programa del mejicano fuera cancelado. Todo lo que César sabe de los perros proviene de su convivencia con ellos desde su temprana infancia. En este punto choca el equilibrio de un hombre cuyo conocimiento proviene del contacto directo con el medio y de intelectuales basados en un denso razonamiento que, aunque acertado en muchos aspectos, tiende a desligarse de la realidad.
Es aquí donde saltamos de lo biológico a la filosofía, al Yo, al ser. Ego es una palabra que ha tenido tantos cambios de significado como Albert Rivera de ideología y que en muchas ocasiones se ha usado como sinónimo del Yo, de hecho la palabra yo en español deriva del latin eg?. Kant, Descartes, Schopenhauer, Scheilling, Freud, Jung el budismo y el hinduismo han sido el origen de diferentes definiciones para este concepto. No es menester de este artículo el analizarlas o intentar rebatirlas (Tendría un ego muy inflado si comparara mi razón la de los ya mencionados). Sólo quiero usar estas formas lingüísticas para expresar la esencia del desequilibrio y como manifestamos ese problema.
En esencia la naturaleza tiene un orden establecido que castiga o recompensa de manera inmediata las acciones de los individuos, estas consecuencias influyen directamente en las posibilidades futuras del sujeto en su interacción con el medio. Si pones tus manos sobre el fuego te quemarás instantáneamente, no 72 horas después cuando al juez de garantías le dé la gana atender tu caso. Esa quemadura influirá en tus habilidades, si resulta que te tienes que enfrentar con un depredador este no será misericordioso porque estés en desventaja; no es su culpa que hayas actuado como un imbécil a la hora de escoger el sitio en el que ubicar tus extremidades.
De igual forma, fumar un cigarrillo, tener sexo, hacer ejercicio, consumir drogas o cualquier acción imaginable tiene efectos inmediatos, directos y duraderos sobre las posibilidades futuras. Los cuerpos tienen un estado ideal de funcionamiento, atribuyámosle esa versión perfecta al mundo de las ideas de Platón o a la realidad eterna, atemporal y acausal. A ese estado de equilibrio absoluto le diré “Yo”. Esa versión perfecta es estática en su realidad eterna, pero para manifestarse tiene que someterse a las leyes del tiempo y el espacio. Por lo tanto, al salir de la versión ideal se entrega al cambio que implica, entre otras cosas, el deterioro.
Entre más cercano sea nuestro comportamiento a la esencia de nuestro ser, es decir, a nuestra naturaleza, mayor será el equilibrio y por ende el bienestar. Sin embargo, como acertadamente explica la física, la energía no se crea ni se destruye sólo se transforma. Cuando dejamos de comportarnos como nuestra esencia lo demanda le abrimos campo al desequilibrio y si un cuerpo no está en balance, está enfermo. La energía que perdemos al alejarnos de la naturalidad es capturada por otras criaturas que la utilizarán para su propio beneficio. Las células cancerígenas tienen tanto derecho a existir como las otras, pero serán las que mejor cumplan con su deber, con su esencia, las que se alcen con la victoria en la lucha por la vida.
Si el organismo se desequilibra debilita sus defensas y el virus tiene la posibilidad de usar a ese anfitrión, que tan generosamente le regala su espacio, para cumplir con su propósito. Entonces, una especie gregaria con capacidades de reflexión racional y vibrantes emociones puede alejarse de la verdad cuando, por efecto de algunas victorias por sobre la adversidad, se inunda de vanidad. Algunos se vanaglorian de estar hechos a imagen y semejanza de Dios, otros de ser criaturas racionales, puede que estén en lo cierto, pero cuando hacen del centro de su atención un único aspecto de su vida, descuidan el resto de su ser y por extensión se olvidan del lugar que les corresponde en el orden natural.
Aquí se rompe en gran medida con el Yo y se da origen a una enfermedad de la conciencia, que para el caso particular de este artículo llamaré ego. Aunque podríamos decirle de cualquier otra forma, los pájaros no dejarán de volar porque decidamos llamarles conejos.
Cuando comenzamos a tener comportamientos ajenos a nuestra naturaleza, nuestros cuerpos intentan volver a su equilibrio, pero para este punto ya existe un nuevo jugador en el tablero que no se entregará a la muerte sin pelear. Si el virus ha logrado tomar parte de la conciencia de su presa, de su enemigo, hará todo lo que esté a su alcance para mantener el control. Como dijera Al Pacino en su interpretación de Mefistófeles: “La vanidad es mi pecado favorito”. Cuando hacemos algo que nos gusta liberamos neurotransmisores en nuestro organismo que generan placer. La satisfacción producida por actos de vanidad tiene estos efectos y por lo tanto la posibilidad de que el causante de la enfermedad, un vicio, utilice este tipo de satisfacción para asegurarse su supervivencia, alejándonos de la nuestra, es bastante plausible.
A medida que nos hagamos adictos a las descargas tomaremos mayor distancia de nuestro equilibrio y con el tiempo nuestra estructura racional creará justificaciones para nuestra enfermedad.
Parece algo complejo, pero todo lo que acabo de decir lo expresó en pocas líneas el encantador de perros. Como sociedad dejamos de tener hijos, el instinto ve amenazada nuestra supervivencia y nos hace miserables intentando que busquemos la pareja que resuelva el problema. Sin embargo es una solución mucho más sencilla, hormonalmente hablando, el reemplazar esa necesidad con otra criatura que pueda ser el objeto de la devoción de un sujeto urgido por descendencia.
La vanidad infla el ego de unos individuos que si no son controlados terminan por contaminar a toda la población. Rápidamente se crean excusas que seducen la sensibilidad del infectado y le otorgan la idea de que tiene superioridad moral sobre sus congéneres. Las personas que tienen encerrados a esos pobres caninos todos los días en apartamentos, que no los dejan salir a pasear, los llenan de mimos y en general les niegan la vida al aire libre para la que fueron diseñados, juran que están teniendo gestos de amor. Entre más irascible se vuelva su ego mayor será su rechazo hacia los que no quieran entender que esa criatura no es simplemente un perro, sino su “hijo”.
Si realmente amaran a esas criaturas las aceptarían como lo que son, las aceptarían como lobos. La diferencia entre la loca de los gatos y un jeque petrolero con leopardos drogados como mascotas es el tamaño del felino. El moro millonario que le suministra alucinógenos a un tigre no siente amor por el mamífero sólo quiere exhibirse.
El ego se transforma en una extinción anunciada cuando logra tomarse por asalto la psique de un colectivo, ese momento en el que a los infectados no les importan las evidencias mostradas porque conocen la verdad absoluta. ¿Quién es más fanático, el musulmán radical que se inmola para liquidar a los enemigos de su fe o la señorita que después de ver como el moró mató a sus congéneres, llora por lo injusta que fue la sociedad con ese noble extranjero que se vio obligado a utilizar la violencia para expresar su inconformismo?
¿Quién está más enfermo, aquel que asegura que violar niñas hace parte de su herencia cultural o aquellos que llaman racista y xenófobo al padre que quiere impedir que su hija termine felando a un misógino degenerado?
El ego es un virus que se apodera de la conciencia y cuya supervivencia depende de que su presa continúe alejada de su equilibrio. Por eso el ego es tan volátil e iracundo, cualquier rastro de realidad amenaza su vida y por eso debe atacar para impedir su propia muerte. En el budismo se dice que la mente es como un mico borracho que siempre está saltando de forma errática entre todos los sentidos sin concentrarse en ninguno. El ego no puede darse el lujo de cesar su ataque, pues sólo se necesita un segundo para despertar.
Continuará apelando a tu vanidad hasta sacarte por completo de balance. No importa la forma, siempre te radicalizará en la defensa de tu enfermedad. Siempre querrás tetas más grandes para ser más bonita, si no eres un vegan nivel 7 te llamará asesino y siempre será más valiosa la vida de una hormiga panda que la de tu nación. El vicio del ego te dará argumentos para justificar tu actitud y todo el que no vaya con lo que dices será un racista, misógino, homofóbico, facha, retrograda y lo que caiga. También funcionará de forma inversa, si eres el agredido te hará creer que eres demasiado bueno como para responder a la violencia con violencia, eres simplemente un ser descomunalmente evolucionado como para reducir la solución de tus conflictos al uso de la fuerza.
Aún si tienes una imagen miserable de ti mismo en la que crees que tienes que disculparte por haber nacido, el ego te dará tu dosis de dopamina cada vez que ruegues por perdón. Cada vez que renuncies a tus privilegios de raza, ganados con la crueldad de tus ancestros, te sentirás superior a los hermanos que no se humillen como tú, porque serás lo suficientemente sagaz como para reconocer tu maldad y hacer algo para remediarla.
Como todo virus avanzará hasta acabar con tus defensas y llegará un punto en el que verás cómo te destrozan el corazón, acaban con el futuro de tus hijos, matan a tu pareja o destruyen lo que construiste durante toda una vida y no harás nada al respecto, porque eres demasiado “bueno” y tu corazón no te permite hacerle “mal” a nadie. Eso no es bondad, permitir que el mal avance sin resistencia no es bondad. Es cobardía, es complicidad y en este caso en específico es haber sucumbido a los vicios de tu propia mente.
Vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¡Qué hábiles son los miembros de la tribu de los usureros! Alterando la justa proporción del amor propio han liberado un narcisismo tan brutal, que los guerreros miden su honor viendo cual es el que puede poner la otra mejilla por más tiempo. ¡Qué poderoso es el ego!
La artista bogotana Laura Acuña López (No confundir con la presentadora de televisión) siempre termina sus escritos con la expresión “Sigue siendo luz”. Al final los vicios son un juego de espejos que tienen que tergiversar una verdad para poder existir. Si no viviera un ápice de naturalidad en la idea morbosa esta no podría tener una germinación inicial. El porno es un reflejo degenerado de la propagación carnal de la vida, el ruido estridente lo es de la música y el ego no es más que la hipérbole desproporcionada de algún elemento del Yo. A un nivel biológico todos los vicios utilizan exactamente el mismo sistema de estimulación nerviosa y hormonal que las actividades necesarias para la vida. Gula y hambre usan el mismo sistema pero una está fuera de equilibrio y la otra no.
Laura tiene razón, hay que seguir siendo luz. No debemos renunciar al Yo, a lo que nosotros somos y representamos. En el momento en el que dimitamos del equilibrio de nuestra naturaleza seremos sometidos al sufrimiento del mundo. Las estrellas solo pueden existir mientras brillen, los hombres mientras sean héroes y las mujeres mientras encarnen diosas. Entre más densa es la oscuridad la luz brilla con mayor fuerza; la sangre siempre tiende a la vida y esta hacia la verdad. Porque al final del camino nos damos cuenta que las formas siempre se trasforman pero la esencia permanece, cuando despertamos a la vida, nos damos cuenta de que la muerte es una ilusión. El ego es un intento por llegar al Yo.
Sigan siendo luz.
Desde san Bonifacio de Ibagué (Colombia)
Claramente el animalismo político no defiende a los animales ni el feminismos político defiende a las mujeres, tampoco el nacionalismo periférico defiende a sus votantes y una interminable muestra de ejemplos deduciría lo que digo.
Sencillamente son instrumentos del mundialismo para conseguir unos fines que en este y en muy pocos medios más estamos muy interesados en ir descubriendo.
Armando gran articulo el del otro día,va con este.El ISLAM nos tiene desarmados,moral,ética,física,emocionalmente.Ellos siguen los cauces de la Naturaleza,FAMILIA E HIJOS.
si, pero el ser humano ya no es naturaleza. la civilización se construye precisamente en oposición a ella. por eso lo de tener hijos en países racionales y avanzados pasa por garantizar el nivel de vida tanto de los padres como de ofrecerle un futuro a los hijos, para las sociedades tradicionales como la islámica, los hijos pasan casi que a ser siervos perpetuos del patriarca, se invierte poco en ellos pero se espera mucho de ellos: que carguen con ellos en la vejez. A pocas expectativas de vida, mayor importancia del grupo familiar para la supervivencia, mayor cantidad de… Leer más »
Muchas gracias a AD por cubrir articulos desde America y recordar como siempre lo dijo Pedro Varela que aca tambien somos Occidente y su cultura.
Tremendo articulo y tarea para la casa autoanalizarnos con lo enseñado aqui.
Muy bueno y denso su artículo. Si que es Ud erudito!!. Gracias. Muchas gracias por su artículo desde otro rincón de iberoamérica!