Parece que Donald Trump tiene tendencia al sensacionalismo con sus discursos, o lo que es lo mismo, quiere producir sensaciones, emociones o impresiones con sus palabras para llegar a la Casa Blanca. El lenguaje utilizado por los aspirantes a la presidencia de Estados Unidos debe ser respetuoso y matizado. Se pueden formular críticas, pero con el tono adecuado. Los argumentos ad hominen y las descalificaciones personales no deberían ser usadas en ningún caso. No es deseable una política espectáculo ya que es contraproducente. Se trata de que los dos candidatos expliquen sus propuestas políticas generales para el país.

Es positivo discrepar y disentir sobre cuestiones políticas, porque es lo que corresponde en una democracia para buscar soluciones a los grandes y numerosos problemas que plantea una sociedad norteamericana con 321 millones de habitantes. Esto, entre otras cosas, supone un extraordinario reto para aumentar las políticas sociales que protejan a los económicamente desfavorecidos o que están en la pobreza.

Las declaraciones de Trump diciendo que Obama e Hillary Clinton eran los fundadores de ISIS ya han sido corregidas por el líder y candidato republicano. Actualmente, los medios de comunicación reflejan y registran lo que dicen públicamente los candidatos. Y las palabras grabadas por los medios informativos norteamericanos no admiten discusión.

Lo de vetar temporalmente la entrada de musulmanes que ha dicho Trump es excesivo y su reciente confrontación con los padres de un soldado estadounidense musulmán fallecido en Irak en 2004 son desaciertos claros en su política de comunicación y en su campaña electoral.

Ante el reciente asesinato de un imán y su ayudante en Nueva York, ya se oyen voces que dicen que Trump con su discurso ha creado islamofobia. Aunque esto, a mi juicio, es discutible, porque las personas racionales saben distinguir perfectamente que la inmensa mayoría de los musulmanes son pacíficos. Y lo de realizar un examen sobre los valores norteamericanos a los que profesan el islamismo antes de entrar a Estados Unidos me parece desproporcionado. Ya que existen medios menos invasivos y más sofisticados para suponer que cada ciudadano que quiere ir a Norteamérica va con buenas intenciones. Y mientras no se demuestre lo contrario hay que confiar en la presunción de inocencia.

En este sentido, las declaraciones del alcalde de Nueva York Bill de Blasio en relación con el asesinato del Imán, manifestando que se hará justicia, y su apoyo a los familiares, vecinos y a la comunidad islámica de Queens es modélica.

Respecto a los medios de información o comunicación Trump los acusa de malinterpretar sus palabras, aunque Hillary Clinton no es de la misma opinión. Probablemente, porque los discursos de la candidata demócrata son comedidos y prudentes, aunque no exentos de firmeza también.

Los discursos y mensajes políticos deben ser medidos y rigurosos y no deben responder a ocurrencias e improvisaciones exageradas. Los que tendrán la última palabra serán los votantes estadounidenses.
Y si bien la profundidad y la coherencia y racionalidad debería ser lo que diera la victoria en las elecciones presidenciales, por lo que afirman los expertos en campañas electorales, esto no siempre sucede. Ya que en Estados Unidos también influyen bastante la imagen proyectada por cada candidato y sus gestos y actitudes ante las cámaras en los debates televisivos.

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