Pedazos humanos
David Gistau.- Tanto en los textos del periódico que fabricó la atmósfera conspirativa como en las declaraciones y actitudes de «los críticos» –supuestos llantos de Susana Díaz incluidos–, en el paisaje después de la batalla socialista se apreciaba cierta desolación ante las consecuencias de la propia obra. Por culpa de la inesperada resistencia de Sánchez, que bailó el «break» del ametrallado como Tony Montana, el golpe científico que iba a ser dado con una pulcritud de fichas en un tablero terminó derivando en una reyerta trágica y cómica que dejó Ferraz como para entrar con las katiuskas puestas para no mancharse la pernera de sangre. A los pizzeros que entraron en la sede me los imaginé subiendo por una escalera sembrada de cadáveres, como la que recorrió Fujimori después del asalto a la embajada del Japón en Lima tomada por terroristas. Algo sale rematadamente mal cuando intrigantes que se consideran astutos al sibilino modo de «House Of Cards» deparan una escena gore de sierras mecánicas y estrangulamientos que convierte la supuesta depuración de un partido errático en una inmolación colectiva como la de los cobertizos davidianos de Waco.
El equipo de salvación se ha lucido. Lo cual queda demostrado por la propia conmoción ante la escombrera que es el resultado de su acción. Zapatero, el único conspirador importante que ha logrado permanecer en una clandestinidad relativa mientras Felipe y Susana se atraían las iras, culmina así un proyecto personal de destrucción de la socialdemocracia española que comenzó, durante su presidencia, en los tiempos del Tinel, de la nación discutible y discutida, de las alianzas locales con independentistas, de la Guerra Civil reabierta, de la Transición declarada fallida y pendiente. Majaderías, todas, peores y más peligrosas que las tramadas por Sánchez, pero ejecutadas por un ganador de elecciones que por ello fue auxiliado por el mismo partido y por el mismo periódico a los que ahora se les sonrojaron los valores con Sánchez.
Los triunfadores de la conspiración recibieron el botín de su triunfo y se encontraron con una militancia resentida que en gran parte detesta a sus salvadores y no querrá saber nada de ellos durante mucho tiempo mientras se plantea migrar a la radicalidad populista. Se encuentra también con una situación de perder o perder: ir a las terceras elecciones y batir el récord en derrotas de Sánchez o consentir que Rajoy sea presidente y rendir así el Álamo ideológico en el que Sánchez había encontrado un personaje que reparó con falsa épica antiderechista la frustración de una militancia harta de perder. Como son gente astuta y científica, seguro que todo lo hilan a la perfección y sin que Podemos, con quien supongo que romperán ahora los acuerdos municipales, puesto que es el Maligno que lo justificó todo, aproveche para quedarse con la patente de izquierdismo fetén. Pero, mientras, que muevan los muebles de Ferraz cuando limpien: los pedazos humanos huelen fuerte si quedan olvidados.