La verdadera conquista
Sólo desde la ignorancia, o desde el resentimiento, se puede manifestar el rechazo a una fecha que es de obligada referencia para españoles, americanos y ciudadanos del resto del mundo: el 12 de octubre. Pero hoy en España nos invade la ignorancia y el resentimiento y mientras la una y el otro campan a sus anchas, los españoles asumen resignados los efectos que ambos producen en nuestro ánimo y en nuestra manera de comportarnos. No se puede entender que, ante la celebración de una fecha que marca un punto de inflexión en la Historia Universal, algunos de los mandarines autonómicos tengan asuntos oficiales que cumplir en otros países y justifiquen con ello el hecho de no compartir los actos oficiales que se celebran en nuestro suelo. Otros personajes públicos, responsables de partidos políticos que aspiran -¡y de qué manera!- a ocupar ministerios y a tomar parte en decisiones de poder que afectarían a nuestra sociedad, ya han venido avisando, con antelación a la celebración de la Fiesta Nacional, que no piensan participar y han declarado su rechazo a la Fiesta y a lo que simboliza. Y para ello esgrimen majaderías, disparates, patochadas, despropósitos, dislates, desbarros, sandeces y cuantos sinónimos más contiene el diccionario. En su ignorancia, y en su resentimiento, esconden argumentos carentes de validez en la confianza de que con su actitud, van a conseguir convencer a los indecisos para crear más discordia.
La Historia de España es una Historia Universal, porque en sus páginas se recogen muchos sucesos ocurridos en territorios que, desde el siglo XIX, son nuevas repúblicas, nuevos países, pero que en sus raíces conservan el idioma, la cultura y la religión que España sembró en el Nuevo Mundo como ninguna otra nación lo ha hecho hasta el momento.
Pero no voy a recurrir, amigo lector, a las grandes gestas de nuestros soldados, ni a la imperiosa dedicación, abnegación y sacrificio de nuestros religiosos. No me voy a referir siquiera a la intrepidez de nuestros conquistadores, de los que el norteamericano Ch. F. Lummis dijo: Ninguna otra nación madre dio jamás a la luz cien Stanleys y cuatro Julios Césares del Nuevo Mundo, y ninguna de las conquistas, en la Historia de América, puede compararse con las que ellos llevaron a cabo.
Voy a referirme a los correos electrónicos cruzados con dos especialistas, dos brillantes y románticos apasionados de España, para relatar una página preciosa de nuestra Historia, y que tiene como protagonista al caballo castellano; ese que a veces vemos, en las buenas películas del género western, cabalgar con las unidades de caballería del Ejército de los Estados Unidos o, salvajes, trotar por la pradera. Me refiero a mi amigo, el veterinario Carlos Contera, y al abogado Luis Cesteros.
Comenté a Carlos Contera un pasaje del libro de Víctor de la Serna, Nuevo viaje de España. La ruta de los foramontanos, escrito en 1953; en el IV artículo, titulado la tercera cuna, que se refiere al nacimiento del río Ebro y da paso a la región cántabra de La Rasa, desaparecida por la construcción de un pantano, dice: “los terrenos inundados daban pasto para diez mil cabezas de ganado en el que destacaban las mejores yeguas de España, gala de la Feria de San Mateo, a donde venían los compradores de Las Landas, del Ampurdán y, hace treinta años, los oficiales de Caballería de S.M. Imperial el Zar de Rusia…
Le envié este párrafo a Carlos Contera quien contestó a mi correo con la siguiente información, digna de insertarla en un libro sobre las razas españolas equinas:
“El profesor de Córdoba, Dr. Aparicio, en los albores del siglo XX definió los troncos equinos españoles y entre ellos destacaban los caballos de la meseta, el caballo castellano, y el caballo andaluz. Los otros caballos periféricos son ponis en el norte (asturiano, vasco) y variantes o variedades en las marismas del sur. El caballo castellano es Babieca. El caballo castellano es el que llevaron los españoles masivamente a América por su resistencia y docilidad, para luego formar el Spanish Mustang o ‘mesteño’ que goza de muy buena prensa y población. Es el caballo más polivalente de los europeos, más cerca de tierra y menos elegante que los andaluces. Ocupan en el siglo XIX toda Castilla y gran parte de España y sabemos que era muy codiciado como caballo de guerra, influyó en los caballos Hunters de Inglaterra e Irlanda. Su polivalencia y rusticidad convirtieron a aquellos vientres codiciados para caballo de guerra en fábricas de muletos, de los que había tanta necesidad con las roturaciones de monte, las amortizaciones y la revolución agraria…”
A su vez, Carlos Contera pasó un correo con mi escrito y el suyo al abogado Luis Cesteros, quien corroboró la historia, añadiendo la experiencia de su visita a la Tierra Alta de Pinares (Sierras de la Demanda y Neila): “donde pastaban en el pasado los rebaños de la Mesta que utilizaban la cañada Real Galiana”, dice, y se lamenta del estado de los mastines pero destaca la pureza de la raza ovina: “Ha sido una decepción comprobar la escasa calidad de los mastines de la zona. Casi todos mestizos, perros grandes sin raza definida. Por el contrario me ha sorprendido para bien la gran pureza racial de los rebaños de oveja ojinegra que no estaban cruzadas con razas orientales”.
Mi artículo, pues, se refiere al caballo castellano, que da origen al famoso “Spanish Mustang”, a los mastines, y a las ovejas de la Mesta, que los españoles trataron de llevar a América, y al cerdo negro que está presente en las escenas rurales de los países conquistados por España porque, como escribió mi amigo Emilio García Merás, en su libro Caballo contra jaguar, el denominador común de la conquista de América fue el hambre, y los españoles trataron de abastecerse, desde España, con animales domésticos que les asegurasen su alimentación.
Ciertamente no hace falta recurrir a la intrepidez de los conquistadores españoles, pues de todos es sabida. Me atrevería incluso a decir, que ese adjetivo se queda corto ante una gesta como la de Colón. Ocurre lo mismo con la abnegación de los religiosos, si hubiera un adjetivo de más alto rango que abnegado (a lo mejor existe y yo lo ignoro), deberíamos usarlo, y ya no sólo con los religiosos españoles de la Conquista, sino con casi todos y en casi cualquier lugar y tiempo. Uno puede estar de acuerdo o no con sus objetivos o enseñanzas, pero su… Leer más »