La pedofilia en el clero, una crisis moral y doctrinal
Roberto de Mattei.- El diario romano Il Tempo publicó el pasado 8 de octubre el resultado de una extensa investigación sobre la difusión de la pedofilia en el clero italiano, triste fenómeno que hasta el momento ha resultado en la condena de 130 sacerdotes y el procesamiento de otro centenar. Según ha declarado el P. Nicola Bux en una entrevista al mismo periódico, para erradicar el problema «sería preciso tener el valor de reconocer que la pedofilia está ligada a la homosexualidad. Todos lo niegan, pero los estudios y los expertos afirman que efectivamente es así». Reproducimos el editorial de Roberto de Mattei publicado en Il Tempo con el título de Crisis moral y doctrinal.
La difusión de la pedofilia en el clero es una más de las numerosas manifestaciones de la profunda crisis moral que se ha desatado en las últimas décadas en el interior de la Iglesia. Benedicto XVI, que durante el Vía Crucis de 2005 denunció la «suciedad en la Iglesia», se manifestó en numerosas ocasiones –entre ellas la Carta pastoral a los católicos de Irlanda del 19 de marzo de 2010– a favor de responder siempre con el máximo rigor a los abusos del clero, y puso de relieve la urgencia de una reforma moral de la Iglesia.
A veces, sin embargo, la pedofilia es instrumentalizada para descalificar al clero en conjunto y proponer la abolición del celibato como solución al problema. En realidad, la pedofilia no afecta sino a una parte mínima del clero, y la existencia de sacerdotes pedófilos no debe llevarnos a olvidar que también hay sacerdotes injustamente acusados, como el P. Giorgio Govoni, párroco de una localidad al norte de la provincia de Módena, acusado a fines de los años noventa por un asistente social de dirigir un grupo de satanistas pedófilos. El Tribunal de Casación confirmó en 2002 la sentencia del Tribunal de Apelación de Bolonia, según la cual el sacerdote había sido objeto de calumnias. Mientras tanto, el P. Govoni, destrozado por la vergüenza, falleció de un infarto el 19 de mayo de 2000 en el bufete de su abogado.
Por otra parte, según el sociólogo Philip Jenkins, uno de los principales estudiosos de la pedofilia entre el clero, la proporción de sacerdotes condenados por abusos a menores varía dependiendo de las zonas geográficas entre el 0,2% y el 1,7% del total, mientras que entre los pastores protestantes oscila entre el 2 y el 3%. En los Estados Unidos en particular, la cantidad de pedófilos oscila entre dos y diez veces más entre los ministros protestantes con respecto a los sacerdotes católicos.
La estadística es importante, porque teniendo en cuenta que los pastores protestantes se casan, queda demostrado que el problema no está vinculado en modo alguno al celibato sacerdotal. En otro estudio, realizado por el John Jay College of Criminal Justice de la City University de Nueva York, y citado por el sociólogo Massimo Introvigne, se pone de manifiesto que más del 80% de los sacerdotes imputados por pedofilia resultan tener orientación homosexual.
Lo cual, si no deja sentada la equivalencia entre homosexualidad y pedofilia, confirma que la solución al problema no consiste en que los curas se casen. Se dice también que en el interior de la Iglesia Católica se ha difundido una cultura relativista y hedonista y que existen hoy en día seminarios, colegios e institutos religiosos en los que la homosexualidad, o al menos las tendencias homosexuales, se consideran irrelevantes desde el punto de vista moral y se toleran sin mayor problema. Ahora bien, la homosexualidad, que a diferencia de la pedofilia no constituye delito, no deja de ser un pecado grave para la Iglesia Católica, y su difusión entre el clero debería haber suscitado una alarma en la jerarquía que hasta ahora no se ha dado.
El verdadero problema está en que la crisis moral de la Iglesia está aparejada con una crisis doctrinal. En vez de convertir al mundo a la ley del Evangelio, parece que la Iglesia quisiera adaptar el Evangelio a las exigencias del mundo. Es lo que parece indicar la exhortación Amoris laetitia del papa Francisco, cuyo equívoco de fondo consiste precisamente en que engañar haciendo pensar que si se acogen con misericordia las tendencias amorales de la cultura contemporánea será la sociedad y no la Iglesia quien renuncie a su propia identidad.