Me comunican desde Pontevedra, el fallecimiento en Granada a los 54 años de edad, del guardia civil don Francisco Arias Cuadrado.

Francisco venía arrastrando durante muchos años las terribles secuelas de un atentado perpetrado por la banda asesina ETA, que tuvo lugar en 1985 en Oñate. Tras su fallecimiento, no ha habido comunicados oficiales ni se ha velado su cadáver como corresponde a un héroe que ha vestido tan honroso uniforme, y que quedó mutilado para siempre por España. El funeral se ha celebrado en la más absoluta intimidad, y su féretro ha sido llevado a hombros por familiares y dos compañeros del Cuerpo. Mis condolencias a su familia, vecinos y amigos, por tan irreparable pérdida.

El 13 de mayo de 1985, y estando destinado en Oñate (Guipúzcoa), los terroristas vascos de la ETA quisieron acabar con su vida mediante la colocación de una bomba lapa en los bajos de su coche. Los cobardes y sanguinarios gudaris no consiguieron asesinarlo, pero lo dejaron mutilado de por vida al segarle las piernas de cuajo.

El féretro es llevado a hombros y cubierto por la enseña nacional y su tricornio.

Pues bien, una vez las crónicas de todos los medios informativos han bajado el volumen de lo sucedido en Alsasua, y dedican sus editoriales a la más que probable abstención del PSOE en la próxima investidura de Rajoy, quiero hacer un inciso para hacer público un recuerdo de gratitud a un humilde servidor público. Creo que es el momento oportuno para dirigirme a quien como tú, Francisco Arias, ofreciste, al servicio de España y de los españoles, el bien más preciado que poseías, tu propia vida.

Hoy, que todo el mundo se enfurece y desequilibra por una frase más o menos ofensiva; hoy, que cualquiera implora los derechos humanos hasta por un delicado pisotón; hoy, que a estos hijos de puta, asesinos, no se les puede ni tan siquiera hablar alto porque se lesionan los tan cacareados derechos humanos, y hay que entregarlos intactos ante el juez; sí, ante ese juez que posiblemente fuese el mismo que dejo en libertad a tus verdugos, situación que posiblemente provocara tu intento de asesinato; a ese juez que por las leyes actuales que le otorgan tal potestad, queda exento de responsabilidad por hechos tan sumamente graves. Pues bien, como digo, hay que entregarlos intactos ante su señoría aunque hayan acabado con la vida de un centenar de inocentes, ya que de no ser así, se levantan en oleadas de improperios los falsos defensores de tales derechos. Hoy, has podido comprobar tú mismo, que tus asesinos siguen siendo los amos de la calle, y que la democracia sigue velando incansablemente por sus derechos. En cambio tú, después de más de treinta años en una silla de ruedas, nos has dejado sin histerismos, sin invocar ningún derecho, como si morir fuese –que quizás lo sea- un servicio más.

La más sencilla de las profesiones exige una preparación; y ciertamente tú, no elegiste una profesión trivial, elegiste, bajo mi punto de vista, la más importante y la más generosa. Pusiste tu voluntad casi sin dudarlo al servicio de la disciplina; te consagraste en cuerpo y alma a ser toda tu vida un instrumento de paz; a ser un pronóstico feliz para el afligido; a poner la verdad ante el error, la confianza frente a la desesperación, armonía en la discordia, alegría en la tristeza, perdón en la ofensa, y, finalmente, a pagar con la propia vida los errores de los demás. Esto, no es una cosa trivial, esto es lo más grande y maravilloso que puede hacer una persona a lo largo de su vida.

Francisco Arias, víctima de los asesinos vascos de ETA.

Ni el nacimiento, ni la fortuna, ni el amor más tierno, han sabido sustraerte a la dura necesidad de sufrir. Con tu ejemplo, has dejado un mensaje valiosísimo, pues nada aborrece el gusto del placer como el estar saturado de satisfacciones. Habituarse a la idea del sufrimiento, mirarlo, aproximarse, aceptarlo e imponerse a él, es aprender a sufrir y, al mismo tiempo, a forjarse como hombre, en definitiva, a ser como tú, un guardia civil ejemplar.

Solo queda despedirme. Aquí quedamos nosotros junto a tus familiares, vecinos y amigos ¡Qué vacío más grande ha quedado en sus vidas! Pero, no te preocupes, todos ellos en el fondo se sienten enormemente orgullosos por tu valentía, y por el incalculable número de vidas que lograste salvar. También saben que los buenos españoles seguimos estando a su lado.

Abraza fuertemente a todas las víctimas del separatismo más brutal y sanguinario. Transmíteles por favor nuestro más humilde recuerdo, y nuestra gratitud más sincera.

Hasta la gloria, Francisco.