Los adolescentes juegan con su salud cegados por las modas
Los llaman «desafíos» y no hay reglas para conseguirlos. Basta con subir una foto a alguna red social como Instagram o Facebook para mostrar al mundo sus resultados. No es una competición para resolver problemas matemáticos, tampoco de literatura. Ni deportiva. Es para ver quién consigue estar más delgado. Los adolescentes llaman a estas modas «thigh gap», «collarbone challege» «bellybuttonchallenge», «cintura Din A4», el «Ab crack» o la ya incluso «pasada de moda», el «bikinibridge».
Entre los nuevos desafíos a los que se entregan cada vez más jóvenes, obsesionados por la báscula y el aspecto físico, figuran, por ejemplo, lograr el mayor espacio posible entre los muslos, que se pueda colocar una ristra de monedas entre el hueco que queda entre la clavícula y el cuello, o que la cintura ocupe el ancho (y no más) de un folio Din A4.
Pero no solo el culto al cuerpo, la obsesión por la imagen o los desórdenes alimentarios están detrás de estas prácticas que a menudo consiguen efectos perniciosos. El juego llega a veces al extremo de la autolesión. Los jóvenes se hacen pequeñas heridas, siempre visibles, en las muñecas, los tobillos y alguna otra parte del cuerpo, hasta producirse desde simples arañazos a cicatrices. Es difícil que al ver estas imágenes no causen impresión, rechazo y lástima. Pero también encuentran su público, «medido» a través de los «me gusta» aprobatorios en Facebook o en los corazoncitos positivos en la red Instagram. Esta búsqueda de aceptación es la razón final por la que se atreven a hacerlo.
La aceptación es el fin
«Los adolescentes buscan gente que piense como ellos, que los entienda. Buscan provocar impacto y respuestas de un interlocutor que se identifique con ellos. No lo hacen por maldad, no pretenden mostrar cosas terribles, sino todo lo contrario, piensan que para ellos esto es la salvación», explica Ángel Peralbo, director del área de adolescentes del centro de Psicología Álava Reyes, y autor del libro «De niñas a malotas».
Detrás de estas conductas, a juicio de Peralbo, están las características propias de la edad: problemas emocionales y de ansiedad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos emocionales en la población de 17 años ronda el 20%.
Pero también, y por contradictorio que parezca, estos comportamientos buscan el bienestar: «No comen porque creen que van a estar mejor, se autolesionan para sentirse mejor…». Pero también hay algo de victimismo, sobre todo en el caso de las lesiones: «El adolescente se queja de que su padre ni el entorno les hacen caso, y descubrir que en las redes hay capacidad para que los entiendan y piensen como ellos, es muy reforzante», añade Peralbo. Las redes sociales actúan como altavoz y consuelo, por lo que los problemas que llevan a los jóvenes a sufrir este tipo de modas viene de hace tiempo, solo que ahora el «feedback» se multiplica y retroalimenta.
Efecto llamada de las redes
Benjamín Ballesteros, director de programas de la Fundación ANAR, asegura que entre los motivos de los desórdenes alimentarios y las autolesiones está el «efecto llamada» de las redes sociales, si bien reconoce que ambos comportamientos han registrado en la fundación un «aumento exponencial» de las llamadas con motivo de aulesiones. En 2013, registraron 176 llamadas por este motivo, en 2014 subieron a 344, y en 2015 a 832. «Desgraciadamente se ha puesto de moda, hay un contagio clarísimo», apunta. Advierte, por ello, de la cantidad de resultados sobre el tema que arroja Google o incluso «tutoriales» en YouTube. «Es fundamental que haya una regulación legal de este tipo de páginas, sobre todo ahora que falta conciliación porque ambos padres tienen que trabajar y los chicos están en casa solos hasta tarde», añade.
Para Peralbo, la solución no está en limitar el uso de las redes, ya que los jóvenes se han criado en un entorno digital, conviven con ellas y siempre encontrarán la forma de acceder. El problema, afirma, es más bien, interno. «El adolescente debe conocerse a sí mismo, comunicarse, desarrollar una buena autoestima y hacer un buen uso de las redes».
En el caso de los desórdenes alimentarios, los «desafíos» o competencia por adelgazar se convierten también en comportamientos imitativos que pueden llegar a la patología, ya sea bulimia, anorexia o ambas. «En estos casos también hay autolesión, aunque lo motivos tienen que ver con autoestima y una visión distorsionada del cuerpo, que se conoce como dismorfofobia»
Si bien los problemas emocionales han sido una constante de la adolescencia, los expertos advierten de comportamientos cada vez más preocupantes entre los jóvenes españoles y que no se habían visto antes. «A la autolesion y problemas alimentarios se suman también un aumento de la violencia, en todos los ámbitos, así como una sexualidad mal aprendida, que muchas veces es consumida no solo en internet sino también en medios más tradicionales como la televisión». Desde luego, concluye Ballesteros, tiene que haber un control legal pero también de los jóvenes.
Hay que quererse, cuidarse y respetarse esa es la belleza
cAgados por las modas, no cegados.
Que coman menos, así habrá más alimento para todos.