Por qué el escándalo de los e-mails podría costarle las elecciones a Hillary Clinton
Si hay una palabra que ha puesto los pelos de punta a Hillary Clinton durante la campaña presidencial, no ha sido precisamente el nombre de su rival, si no el vocablo “e-mail”. No hay nada que haya hecho tambalear con tanta fuerza su paso hacia la Casa Blanca, que hasta hace unos días parecía imparable, que sus constantes problemas con los correos electrónicos . En realidad, es un problema que arrastra desde 2013, pero el FBI ha resucitado el escándalo al reabrir la investigación sobre el uso de un servidor privado por parte de la candidata demócrata a pocos días de las elecciones.
“A colación de un caso no relacionado, el FBI ha tenido conocimiento de la existencia de mensajes de correo electrónico que parecen ser pertinentes para la investigación”, explicaba el director del FBI James Comey en la carta en la que justificaba la apertura. Según el diario The New York Times se trata de investigaciones que el FBI está llevando a cabo sobre mensajes de texto enviados a una adolescente de 15 años en Carolina del Norte por el excongresista Anthony Weiner, el todavía esposo (se han separado) de Huma Abedin, una importante ayudante de Clinton en la campaña electoral.
Clinton ha reclamado al FBI que dé a conocer el contenido de los nuevos documentos y se mostró convencida de que la decisión tomada hoy por el FBI no perjudicará sus aspiraciones presidenciales, porque los estadounidenses ya “tienen una idea” de todo lo que rodea al escándalo de los correos. No obstante,el último sondeo del The Washington Post publicado después de la reapertura del caso pone ahora a Donald Trump un punto por delante de la ex secretaria de Estado, haciendo sonar todas las alarmas en el cuartel general de la candidata demócrata, que se mantenía como favorita desde mayo.
¿Cómo empezó todo?
Cinco meses después de dejar su puesto como Secretaria de Estado en 2013, una investigación del Congreso sobre el asalto a la embajada estadounidense en Bengasi (otra de las polémicas que la candidata no puede quitarse de encima) reveló que Hillary Clinton había estado utilizando su correo personal para sus comunicaciones oficiales, exponiéndose a ataques informáticos que podrían haber puesto en peligro la seguridad nacional.
El pasado mes de julio, Clinton fue sometida a un interrogatorio de más de tres horas en el cuartel general del FBI sobre el asunto, y días más tarde el Departamento de Justicia decidió cerrar el caso por recomendación de la oficina de investigaciones, que no encontró indicios para presentar cargos en su contra. No obstante, en aquella ocasión Comey indicó que la ex secretaria de Estado había actuado de manera “extremadamente descuidada” con el manejo de la información al frente de la diplomacia estadounidense.
La candidata demócrata reconoció entonces que habría sido “más inteligente” usar una cuenta oficial y entregó 55.000 páginas de correos electrónicos de esa etapa al Departamento de Estado para su publicación, pero el caso generó interrogantes sobre si trató indebidamente información clasificada del Gobierno al usar su cuenta personal. El Departamento de Estado identificó alrededor de 2.100 correos electrónicos del servidor de Hillary Clinton con información confidencial. 32.000 correos fueron borrados “por error”.
¿Qué ha descubierto ahora el FBI?
Poco. Las autoridades están tratando de averiguar cuántos de los correos compartidos entre Anthony Weiner y la ex secretaria de Estado son relevantes para la investigación sobre sus correos electrónicos y, precisamente, si entre ellos se encuentran algunos de los 33.000 mensajes que la demócrata borró por supuestamente ser personales y por tanto no los entregó para su revisión al Departamento de Estado. Una vez que toda esa investigación se haya completado, existe la posibilidad de que las autoridades no encuentren nada para inculpar a Clinton por haber puesto en peligro información confidencial.
Esta reapertura ha sido duramente criticada por la campaña demócrata e incluso por algunos republicanos al considerar que la intención del director del FBI James Comey era echar un capote a Donald Trump a menos de dos semanas de las elecciones. Y si nos remitimos a los sondeos, parece que ha funcionado. Casi cien exfuncionarios criticaron su actuación en una carta abierta lanzada por la campaña de Clinton. “La carta
Y además… Wikileaks
Pese a que han quedado silenciados por el griterío de Donald Trump, quizás los correos electrónicos más preocupantes son los filtrados por Wikileaks pertenecientes al jefe de la campaña demócrata, John Podesta. En ellos se evidencian los estrechos lazos entre el partido y su candidata con los poderes fácticos de Wall Street o Silicon Valley.
Uno de los documentos más reveladores es la trascripción de las conferencias que Clinton pronunció a puerta cerrada (y previo pago) en diversos bancos de Wall Street entre 2011 y 2014. En 2013 Clinton afirmó ante ejecutivos de Goldman Sachs: “En cuanto a la regulación, demasiada es mala y demasiada poca también. ¿Cómo se logra el término medio, la llave de oro? Pues la gente que sabe más es precisamente la gente que trabaja en el sector. O sea, Wall Street”. En otro discurso ante inversores inmobiliarios asegura que “hay que tener una posición privada y una posición pública”.
Y no sólo eso, los e-mails de Modesta evidencian la influencia de los multimillonarios donantes en las políticas y las designaciones en el partido, insinúan nepotismo… En definitiva, ratifican las ‘teorías conspirativas’ por las que se criticaba a Donald Trump cuando acusaba a la candidata de “reunirse secretamente con los bancos internacionales para planificar la destrucción de la soberanía estadounidense con el fin de enriquecer a las potencias financieras globales, a sus amigos lobbistas y a los donantes a sus campañas”.