Diego Puerta, el torero con récord de cornadas: 58 heridas de guerra tatuaban su piel
Se cumplen cinco años de la muerte de Diego Puerta, el torero con récord de cornadas: 58 navajazos tatuaban su piel y un corazón indomable. Diego Valor lo llamaban, aunque Puerta fue mucho más que casta y valentía: aunaba torería, genio, gracia y arte.
«Los pantalones del valor». Así tituló Antonio Díaz-Cañabate la crónica de la Corrida de la Prensa de 1965. Cuatro palabras que condensan una tarde, una carrera colmada de trayectorias de sangre y de angelicales faenas. Contaba El Caña que sus chicuelinas se parecían a las de otros como un huevo a una castaña: «Las transforma en adorno, en esencia dramática».
El torero del barrio del Cerro del Águila, que cosechó un total de ocho Puertas Grandes en Las Ventas, confirmó la alternativa en 1963 con un triunfo de dos orejas [cortó 30 en total en Madrid]. Llegaba el sevillano con la aureola de su heroica faena a un toro de Miura bautizado como «Escobero», nombre que puso luego a su finca. Ese mismo año gustó con un pablorromero y triunfó de nuevo en la alternativa de El Viti. Inolvidable fue la tarde más sevillana de 1967, con Puerta, Curro y Camino en volandas.
Diego Puerta, una de las grandes figuras del toreo del siglo XX, murió en el otoño de 2011, a los 70 años, en la urbanización sevillana de Las Canteras.
Con Luis Miguel
Tomó la alternativa el 28 de septiembre de 1958: Luis Miguel Dominguín, en presencia de Gregorio Sánchez, le doctoraba en la plaza de Sevilla, en plena Feria de San Miguel. A partir de ahí, Puerta comenzó a labrar una carrera repleta de triunfos, muchos teñidos de sangre. De las 58 cornadas que formaban un mapa de carreteras en su cuerpo, 30 fueron de mucha gravedad. Pero nunca se amilanó por los percances y cada vez que regresaba a la arena lo hacía con mayor fuerza, valor y pasión.
Durante los 16 años que estuvo en activo, triunfó en los principales ruedos de España, Francia y toda la América taurina. Nacido en Sevilla el 28 de mayo de 1941, desde muy niño sintió la llamada del toreo y se escapaba del colegio para ir al antiguo Matadero.
Entre sus épicas, se recuerdan, entre otras muchas, la de la Feria de Abril con el miura «Escobero» o la de un día después en solitario, cubierto de vendas y esparadrapos. O el rabo que cortó a «Gallineto» en 1968. Inolvidables sus paseíllos en Madrid, 30, idéntico número que en Pamplona, donde conquistó 44 orejas y tres rabos. Diego Puerta, un fenómeno imparable e irrepetible.