El comportamiento de los padres de Nadia no es un caso aislado
Fernando Blanco y su esposa Margarita Garau iniciaron en 2008 una campaña para recaudar fondos a favor de su hija Nadia, supuestamente afectada por tricotiodistrofia, una enfermedad genética rara. Estos padres se han gastado ya 600.000 euros, unas dos terceras partes del dinero recaudado, pero no han empleado el dinero en abonar los carísimos tratamientos médicos que, según el padre, precisaba la niña -como una supuesta operación en Houston-, sino en bienes para su uso y disfrute particular como viajes, ropa de marca, joyas, drogas, etc.
De inmediato, la gran mayoría de los medios de comunicación y las formaciones políticas representadas en el Parlamento, se han pronunciado sobre este hecho calificándolo como un “hecho aislado”. Los medios de la Conferencia Episcopal, como no podía ser de otra manera, han sido los más madrugadores en lanzar sus editoriales para pedir al conjunto de la sociedad, que no se sienta engañada ni estafada; que el fin que perseguían con su donativo era el correcto; y que una sociedad que pierde la confianza, no puede construir absolutamente nada. O sea, una forma de pedirle a los buenos españoles que sigan aportando puntualmente sus donativos, para no poner en peligro el sostenimiento de decenas de asociaciones, fundaciones, oenegés, plataformas, etc., que gestionan un dinero, al objeto de ayudar a refugiados, inmigrantes, excluidos sociales, personas sin recursos y, en definitiva, luchar contra la marginación y la pobreza.
Si publicásemos aquí y ahora, la lista de procesos judiciales donde se han visto involucradas “asociaciones benéficas” que decían servir a una causa justa, y que han utilizado el dinero recaudado a través de donativos y subvenciones para el lucro personal de sus administradores, desmontaríamos de inmediato este mensaje que lanzan ahora ciertos medios, cuando ven que los ciudadanos honestos y bien nacidos, fruncen el ceño y abren los ojos un poquito más.
La desconfianza de los españoles está más que justificada. Señoras y señores de los medios de comunicación buenistas, España, por si todavía no se han enterado o no quieren enterarse, vive un clima de desencanto, de desesperanza, de inseguridad y de pesimismo. Son tantos los casos de estafas, engaños, abusos de confianza, y puñaladas traperas que se están dando en este país -donde antes se sellaba un contrato entre las partes con un apretón de manos-, que se desconfía incluso de los documentos validados en una notaría por temor a que hayan sido falsificados, teniendo que ser objeto de autenticación en un Tribunal de Justicia.
Las personas honestas, bien nacidas, y con buen corazón, como las que han aportado donativos a los padres de Nadia, son tildadas por los más jóvenes de panolis, mientras que los no tan jóvenes los califican de pardillos e incautos. La televisión hace su papel. Hoy, en España, a cualquier asociación creada por una institución o formación política y publicitada a través de los medios de comunicación, se le cree ciegamente aunque diga una verdad entre cien mentiras, mientras el resto de los mortales pierden toda credibilidad si dicen una mentira entre cien verdades. No es de extrañar por tanto, que copiar a uno es plagio y hacerlo con muchos es investigación ¿Acaso no nos bombardean a través de los medios con publicidad sobre productos contra la alopecia, cuando está científicamente probado -permítanme la ironía-, que lo único que detiene la caída del cabello es el suelo?
Este caso de supuesta estafa cometido por los padres de Nadia, y a pesar de la repercusión social, bajo mi particular punto de vista, es directamente proporcional, por ejemplo, a lo que Luis Roldán y sus secuaces hicieron con el dinero de los huérfanos de la Guardia Civil; es directamente proporcional a lo que los directivos de Bankia hicieron abusando de la confianza de sus clientes; y, por supuesto, no es más grave que cualquier caso donde personas ancianas o dependientes, son víctimas de brutales palizas, robos, y también de asesinatos, por abrir confiados la puerta de su domicilio a quienes dijeron venir en nombre de la solidaridad.
Cuidado con banalizar con estos temas y decirle a la gente –como he escuchado yo en la cadena COPE a las 07,00 horas, del día 10.12.2016)-, que siga confiando y siendo solidaria porque sin confianza no se construye nada, en lugar de advertir a los buenos españoles de los riesgos que corren si permiten la entrada masiva de refugiados musulmanes e inmigrantes ilegales en España; si permiten la entrada en su domicilio a quien busca posada, sin llamar antes a la Policía; si socorren a alguien que muestra haberse quedado tirado en la carretera o haciendo autostop; si entregan donativos a asociaciones o fundaciones sin informarse primero, o, como en este caso, si se conmueven ante una causa que, aparentemente, suponían noble y justa.
Los que banalizan con estos atropellos en lugar de prevenir a los ciudadanos de los riesgos que corren si actúan como buenos samaritanos, sin tomar precauciones y sin una mínima información al respecto, seguramente estén pensando en los miles de euros que dejarían de recaudar si los españoles honestos despiertan, y en los cientos de caraduras y vividores que se quedarían sin un puesto en el pesebre o en la ubre.
Claro que hay que ser solidario y tener caridad cristiana, pero convendrán conmigo, que en esta democracia del crimen donde sentirse español es casi un delito, no está el horno para bollos. La raíz del problema no estriba solamente en el distanciamiento entre los españoles como consecuencia del cáncer autonómico, ni tampoco en el comportamiento que haya exhibido éste o aquel desaprensivo, sino todo en su conjunto, y al socaire de una corrupción institucional y social a todos los niveles, que lo ha contaminado todo, y que es el resultado de la putrefacción del sistema constitucional de 1978.
La estafa de la nena enferma a la que hay que operar en Houston es muy vieja, las sectas feministas llevan usando este truco en internet desde finales de la decada de 1990, supuestas mujeres solas y lloriqueantes con un hijo enfermo sacan dinero en internet desde siempre a todo el que sea lo suficientemente gilipollas como para enviarselo. Mi opinion es que los medios generalistas estan publicitando este caso concreto porque aqui ha sido posible criminalizar al padre, al varon, al macho, pero como digo esta estafa es viejisima y tradicionamente era perpetrada por mujeres.
Brillante como siempre José L. Román. Ha hecho usted una exposición impecable del caso que nos ocupa, desgranando las razones que deben primar a la hora de informar a los buenos españoles.
Como usted deja entrever muy bien, no se trata como dice algún medio, de que sin confianza no se construye nada, sino que sería más correcto apostillar que, “SIN SEGURIDAD NO HAY LIBERTAD, NI ABSOLUTAMENTE NADA”.
Totalmente de acuerdo. Yo en ese aspecto estoy en cuarentena. No doy ni la hora.
Ni yo. El que quiera dinero que curre como todo hijo de vecino. Y las “enfermedades raras” que se inventan muchos para llenarse el bolsillo que las demuestren los mismos médicos que las diagnostican.