Hernando de Soto, capitán general y gobernador de los actuales EEUU (de Florida a Texas pasando por Tennessee) (1537-1542)
José María Ortuño Sánchez-Pedreño.- Hernando de Soto nació en Villanueva de la Serena (Badajoz), entre 1496 y 1500. Hidalgo de nacimiento, se encontraba en América central cuando Pedrarias Dávila, Lugarteniente General de Castilla del Oro (Panamá) confió a varios capitanes la conquista de los territorios vecinos. En aquellas correrías se distinguió Soto, que entonces era muy joven pues dichas campañas se verificaron entre 1516 y 1520.
Acompañando a Francisco Fernández de Córdoba que, por orden de Pedrarias, salió (entre 1523 y 1524) de Panamá, con una escuadrilla. Desembarcó Hernando de Soto, que ya tenía título de capitán, en las costas de Nicaragua. Fernández de Córdoba, que ejercía las funciones de teniente general, fundó Bruselas en el pueblo indio de Orotina. Estuvo en la provincia de Nequecheri. Levantó la ciudad de Granada a orillas del lago del mismo nombre. Pasó a la provincia de Imabite. Echó los cimientos de la ciudad de León, recorrió el lago y parte del río San Juan, aunque sin llegar a su desembocadura. Conquistó y colonizó parte de Nicaragua, sosteniendo feroces combates y fundando ciudades que hoy aún existen. En el territorio de Honduras llegó hasta cerca de Olancho. En todas estas empresas debió de tomar parte Soto, pues sabemos con toda la veracidad que en ellas Hernando de Soto no se separó de las fuerzas que comandaba Francisco Fernández de Córdoba. Éste, en Olancho, supo que cerca se hallaba Gil González Dávila. Contra él envió Fernández de Córdoba a Hernando de Soto, con fuerza suficiente y orden de capturar a quien consideraba rebelde.
Pero Gil González Dávila, en un pueblo de indios llamado Toreba, acometió de improviso a los de Soto contando con la oscuridad de la noche. El combate fue reñido pero, al poco rato, los soldados de Hernando de Soto llevaban la mejor parte. Visto lo cual, González Dávila recurrió a un engaño y levantando la voz dijo: “Señor capitán, paz, paz por el Emperador”. Aunque no faltó quien dijera que aquellos gritos eran una estratagema de González Dávila, que sin duda esperaba refuerzos, Hernando no dio crédito a dichas palabras de advertencia y entró en pláticas de arreglo. Cuando en ellas estaba Soto, llegó la gente que González Dávila había dejado en San Gil y a la que había llamado a toda prisa. Sin respeto alguno a la fe empeñada, aquél y los suyos cayeron contra los de la hueste de Soto, al que derrotó completamente, quitándole 130.000 pesos de oro bajo. Después, dejando en libertad a Soto y a los demás prisioneros, marchó Dávila a Puerto Caballos. No por ello perdió Hernando de Soto el crédito del que gozaba, antes bien, logró fortuna y honores y fue el primer regidor de León. En esta ciudad acogió a Nicolás Rivera el Viejo, quien, por orden de Francisco Pizarro, fue a proponerle que tomase parte en la conquista del Perú. Soto se unió a Pizarro en Panamá con dos naves en las que se hallaban sesenta soldados aguerridos y diez caballos.
Pizarro, reconociendo la importancia de Hernando de Soto, le eligió para segundo de sus tropas, no sin oposición de los hermanos de Pizarro. Fue Hernando el primer español que habló con Atahualpa, en su carácter de embajador de Pizarro en el campamento del Inca, y logró que éste aceptase la invitación de pasar a Cajamarca (1532). En su prisión tomó Atahualpa gran cariño a Soto, en el que vio siempre un defensor. Para el historiador peruano Ricaldo Palma, “Hernando de Soto era tremendamente caballeresco, y tal vez el único corazón noble entre los 170 españoles que apresaron al hijo del Sol. Aún nos llega de la tradición que Soto pasaba horas acompañando en su prisión al desventurado monarca y enseñándole a jugar al ajedrez. El discípulo llegó a aventajar al maestro”.
Obedeciendo órdenes de Francisco Pizarro, acompañó Hernando de Soto a Diego de Almagro en una exploración. Con éste se encontraba en 1534 en Vilcas, a poca distancia de la ruta que seguía Pedro de Alvarado, que parecía que aspiraba a disputar el botín inca a los descubridores del Imperio indígena. Al tener noticia de los planes de Alvarado, dispuso Almagro que Hernando de Soto se quedase en Vilcas, haciendo frente a un cacique que estaba en guerra con los españoles en aquellas tierras. Regresó Soto al lado de Pizarro cuando Atahualpa ya había sido decapitado. Gran enojo manifestó enseguida por el crimen de sus compañeros y, disgustado cada vez más con la conducta de la familia Pizarro, regresó a España en 1536 con 17.700 onzas de oro que le correspondieron en el rescate del Atahualpa.
Fernando Denís resume así la vida de Soto en el Perú: “Resuelto, inteligente, infatigable, ganó bien pronto el favor de los Pizarro, que en muchas ocasiones le emplearon en misiones peligrosas o delicadas; también estuvo encargado particularmente de la guarda de Atahualpa, cuando el inca perdió su libertad”. Y Palma escribe: “La historia es injusta. Toda la gloria, en la conquista del Perú, refleja sobre Pizarro y apenas hace mención del caballeroso Hernando de Soto”.
Ya en España, Soto contrajo matrimonio en Madrid en 1537 con Inés de Bobadilla (otros la llaman Leonor o Isabel), hija de Pedrarias Dávila. Gozaba en Sevilla el fruto de sus campañas cuando los exagerados relatos de Cabeza de Vaca y la Florida le inspiraron el deseo de intentar la conquista de una comarca que creía no menos rica que el Perú. Vendió sus bienes, juntó soldados y jinetes, compró caballos y armó por su cuenta y riesgo cuatro naves y concertó una Capitulación con Carlos I de España y V de Alemania para ir a conquistar y poblar la provincia del Río de las Palmas hasta la Florida (o sea los estados actuales de Estados Unidos de Florida, Alabama, Mississippi, Luisiana y Texas, en la zona costera), expedida en Valladolid el 20 de abril de 1537. La colonización de dicha zona había estado encargada por la Corona, en años anteriores a Juan Ponce de León (la Florida y el Bimini o tierra del agua de la eterna juventud), el 23 de febrero de 1512, a Lucas Vázquez de Ayllón (la Florida), el 12 de junio de 1523 y a Pánfilo de Narváez (de Florida al Río de las Palmas), el 11 de diciembre de 1526. Todas estas expediciones se forjaron en virtud de una Capitulación entre la Corona y el conquistador de “tierras nuevamente descubiertas” o por conocer, pacificar y poblar, deberes éstos propios de los Adelantados en América. Las expediciones de los citados Adelantados fueron todo un fracaso, de ahí que se otorga a Hernando de Soto el oficio de Adelantado, porque su misión era pacificar el territorio de su jurisdicción y poblarlo.
En la Capitulación de la Corona con Hernando de Soto, se le concede a éste el gobierno de la isla de Cuba, para tener más facilidades para preparar su expedición al territorio que va desde Florida al Río de las Palmas y por su interior. Este dinero saldrá de las rentas y “provechos” correspondientes al rey. De acuerdo con la Capitulación, Soto tendrá que nombrar un Alcalde mayor letrado, con salario de 200 pesos de oro al año, que ejercerá su jurisdicción en la isla de Cuba. Igualmente se le nombra Adelantado de dicho territorio de doscientas leguas de Florida al río Balsas y Justicia Mayor del mismo. Como Adelantado que es, habrá de construir en el vasto territorio de su provincia tres fortalezas de piedra a su costa.
Se le permite coger de las islas Cabo Verde o de Guinea 500 esclavos, de los cuales un tercio serán hembras. La Corona permite, a su vez, que los que fueren con Hernando de Soto a conquistar desde Florida a Texas que paguen el diezmo del oro que se cogiere en las minas durante los seis primeros años. Después, dice la Capitulación, “cumplidos los dichos seis años nos paguen el noveno y así, descendiendo en cada un año hasta llegar al quinto”. Pero del oro y otros bienes que se obtuvieran en “rescates y cabalgadas, o en otra manera”, han de pagar el quinto de todo ello. Hernando de Soto, en tierras de los actuales Estados Unidos, ha de dar solares a la hueste, “conforme a los que se ha hecho y hace en la isla Española”, y hacer la encomienda de los indios entre los miembros de la expedición que prepara Soto. Ha de llevar oficiales de la Hacienda real en su expedición, así como personas religiosas o eclesiásticas “que por Nos serán señaladas” para instrucción de los naturales de aquella provincia a la Santa Fe Católica.
La expedición la componían 600 hombres y unos 200 caballos, aproximadamente. En ella había seis o siete de los que en el Perú habían acreditado su valor y adquirido algunas riquezas. Los 600 hombres, fuera de la marinería, eran todos voluntarios y robustos, pues, como dice el cronista, no había ninguno que tuviese canas. La expedición también se componía de ocho clérigos, dos dominicos, un franciscano y un trinitario. Soto socorrió con largueza a los que lo necesitaban y en el día del embarque se hizo éste en siete naves grandes y tres pequeñas de que, en principio, se componía la armada. Hernando de Soto tomó para sí, su mujer y familia, la nave capitana, nombrada San Cristóbal. Confió la segunda, nombrada la Magdalena, a Nuño Tovar, uno de los conquistadores del Perú, a quien hizo su teniente general, y en las otras naves dio el mando a las personas de mayor confianza. A esta armada se incorporó otra de 20 navíos que, destinada a Veracruz, debía estar subordinada a Hernando de Soto mientras siguiesen las mismas aguas.
El 6 de abril de 1538 partió la expedición de Sanlúcar con las treinta embarcaciones. Durante la primera noche se adelantó la que mandaba Gonzalo de Salazar, la cual estuvo a punto de naufragar o de causar el naufragio de la capitana. Soto quiso cortar la cabeza a Salazar, dice Herrera, sabido que lo hecho fue por ambición, pero las sumisiones y disculpas y las muchas intercesiones le salvaron. Con feliz viaje, a los quince días de navegación, llegaron los españoles a la Gomera, en las Islas Canarias. En ella se detuvieron tres días y a su señor pidió Soto una hija natural que tenía, de diecisiete años de edad, muy hermosa, para que acompañase a su mujer y para proporcionarle un casamiento ventajoso. Accedió el padre y la armada continuó su viaje, que siempre fue feliz.
Cerca de Cuba se apartaron las naves destinadas a Veracruz y, con las diez restantes, llegó Hernando de Soto a Santiago de Cuba, cuyos habitantes, al distinguir las velas, las tomaron por enemigas, por lo cual, desde la playa dieron a la capitana falsas señales para procurar su naufragio. Deshecho el error, cuando las naves se acercaron más, cambiaron las señas, pero no a tiempo para evitar que la quilla de la capitana diese un gran golpe en una peña. Sin embargo, el daño fue escaso. Desembarcó Soto, tomó posesión de Gobernador de Cuba, a la vez que el obispo fray Bernardo de Mesa de su silla. Fueron uno y otro obsequiados con danzas, saraos y máscaras. Se jugaron cañas y toros. Se repartieron sortijas y joyas de oro y plata, amén de seda y brocados como premio a los vencedores y, tomando parte en las fiestas los que acababan de desembarcar, duraron aquéllas casi tres meses.
En este tiempo, Hernando de Soto visitó los pueblos inmediatos a Santiago de Cuba, dándoles cuanto consideró necesario para su aumento y pacificación. Compró muchos caballos para la futura jornada de la Florida y del territorio de los actuales Estados Unidos de América. Como en la isla abundaban los caballos de excelente raza, juntó en breve una lucida caballería para su tropa.
Cuando Soto tuvo noticia del incendio y saqueo de la villa de San Cristóbal de la Habana por los corsarios franceses, dispuso que el capitán Mateo Aceituno pasase con gente por mar a reparar sus ruinas. Como debía ausentarse, nombró Soto por su teniente de gobernador a Gonzalo de Guzmán, para que administrase justicia en la ciudad de Santiago y su comarca. Para los negocios superiores de gobierno de Cuba dejó plena autoridad a su mujer. Enseguida continuó los preparativos para ir a su provincia en Estados Unidos, por entonces tierra de indios, siéndole muy provechoso el auxilio de Vasco Porcallo de Figueroa.
A finales de agosto de 1538 salió la armada, con viento favorable, del puerto de Santiago hacia el de La Habana, adonde se dirigió Hernando de Soto por tierra con los caballos y el resto de la tropas. Los caballos eran 350. Con corta diferencia de días llegaron a La Habana el ejército terrestre y la armada, aunque ésta tardó más. Soto socorrió con su propia hacienda a los vecinos para que pudieran reedificar sus casas y atendió en lo posible a la reparación de iglesias, altares e imágenes. También dispuso Hernando de Soto que el sevillano Juan de Añasco, excelente marino y cosmógrafo, saliese con dos bergantines a descubrir, sondear y demarcar los puertos y las bahías de la Florida, para que sirviese este conocimiento a la posterior navegación de la armada. En La Habana confió a Mateo de Aceituno la construcción de una fortaleza que protegiera el puerto y la villa, que comenzó a levantarse al final del canal y boca del puerto, recibiendo el nombre de Real Fuerza.
Al cabo de dos meses volvió Añasco con algunas noticias de Florida y dos indios de ella. Juzgando insuficientes aquellos datos, hizo Soto que Añasco repitiera el viaje, que duró tres meses y, esta vez, sí que Hernando de Soto quedó satisfecho. Hernán Cortés había sido nombrado Adelantado, Capitán General, Gobernador y Justicia Mayor de Méjico, pero el rey Carlos I no quiso, por una u otra razón, nombrarle Virrey. En cuanto Hernando de Soto supo que el primer Virrey de Nueva España (Méjico), Antonio de Mendoza, reunía gente para la conquista de la Florida, envió a un soldado gallego, Sanjurjo, para que mostrase al Virrey Mendoza las Reales Cédulas y el título de Adelantado de la Florida a Texas que se habían concedido a Hernando de Soto.
Volvió Sanjurjo, pasados algunos meses, diciendo que el Virrey de Nueva España estaba dispuesto a favorecer la empresa de Hernando de Soto, ya que el Virrey (nombrado en 1535) entendía que entre sus tropas y las de Soto no habría choques, bien porque se dirigían a diversas tierras, bien porque en la gran extensión de la Florida había tierra para todos.
Como Hernando de Soto había ordenado que los jinetes se trasladasen desde Santiago a La Habana en grupos de cincuenta, con intervalo de algunos días y las jornadas eran cortas, la última fuerza de caballería no llegó a La Habana hasta principios de abril de 1539. Por aquellos tiempos, entró en La Habana una nave llamada Nombre de Dios, en la que iba Hernán Ponce, a quien, no obstante su mala fe, agasajó Soto, que ratificó con él la sociedad que, en tiempo anterior, habían formado en el Perú.
Dispuesta ya la armada para el viaje, se vio que constaba de ocho navíos, una carabela y dos bergantines. Tres navíos había de porte, los demás eran menores. En las naves se embarcaron unos 1000 hombres, sin contar la marinería, todos de disposición y valor y tan bien armados que se tuvo por la mejor fuerza de cuantas se habían juntado para la conquista del Nuevo Mundo. Iban en la armada Vasco Porcallo de Figueroa, Gómez Suárez de Figueroa (hijo natural de aquél y de una india de Bayamo), gran nadador, que sabía ventar y sacar por el rastro la situación y camino de los indios, lo cual evitó muchos peligros en la Florida, Diego de Oliva, mestizo de Cuba, y otros. También llevó Soto treinta cerdos, con ánimo de que se reprodujeran en la Florida, embarcando asimismo abundantes víveres, armas, herramientas y cuanto juzgó necesario para su empresa.
Del puerto de La Habana, salió con la armada el 19 de mayo de 1539. Al cabo de diecinueve días ancló sus naves en la bahía que llamaron del Espíritu Santo. Desembarcó a su gente el 1 de junio y el día 3º de llegar a su destino, rechazaron un ataque de los indios merced al auxilio de Porcallo. Consintió Soto que el mismo Porcallo volviera a Cuba, si bien dejando a su hijo Gómez Suárez. Pasaron el Capitán General, Gobernador y Adelantado Soto con los suyos, no sin muchas dificultades, una ciénaga grande situada en las tierras del cacique Hirrihiagua, y, continuando el reconocimiento, se adentró la hueste en el interior de la Florida, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Georgia y Alabama. Visitó, con pérdida de gente, las provincias de Acuera, Ocali, Ochile, Vitacucho y Osachile, con otras poblaciones, siendo su propósito siempre llegar a su territorio de Apalache, cuya fertilidad y condiciones marítimas juzgaba muy aptas para sus intentos.
Pacificado el Apalache después de algunas hostilidades, hizo Soto reconocer las costas y bahías del territorio de su jurisdicción, Ya en octubre de 1539 mandó aquél a Juan de Añasco con 30 hombres a la Bahía del Espíritu Santo, donde había quedado la armada y gente de tierra. Añasco, con los dos bergantines, debía seguir la costa hasta la Bahía de Aute, en la dicha provincia del Apalache, a la que iría el capitán Pedro Calderón con el resto de la gente y con los comestibles y utensilios para los que estaban en la costa.
Al mismo tiempo, Gómez Arias volvió a La Habana con la carabela para que la mujer de Hernando de Soto conociese los adelantos de la conquista. Hernando dispuso además que se gratificase a los indios amigos. Venciendo inmensas dificultades, Añasco llegó a la Bahía del Espíritu Santo y comunicó todas las órdenes que llevaba. Enseguida salió con los dos bergantines hacia la Bahía de Aute. Gómez Arias marchó a La Habana, donde se celebró con fiestas los triunfos de los españoles en la Florida. Hernando de Soto se había ganado el afecto de los que vivían en la isla de Cuba, donde estaban ya los despachos reales en que a Soto se le hacía merced de un hábito de Santiago, honor que nunca llegó a conocimiento del conquistador extremeño. Después que llegó Juan de Añasco a la Bahía de Aute con los dos bergantines y después que Pedro Calderón entrara con el resto de la gente a la provincia del Apalache, Diego Maldonado, por orden de Soto, verificó el reconocimiento. Más tarde, el mismo Hernando hizo que Maldonado marchase a La Habana.
A fines de marzo de 1540, Hernando de Soto, con su ejército, salió de la provincia de Apalache para reconocer el interior de la tierra hacia el Norte. Se adentró la expedición en los actuales estados de Estados Unidos de América de Georgia, Carolina del Sur y Carolina del Norte. Reconoció las provincias de Altapaha, Achalaque, Cofa, Cofaquí y otras, en que fue bien recibido principalmente por la mujer indígena Cofachiquí, en cuya provincia y en la de Xuala halló muchas y muy gruesas perlas. Pero en la provincia de Tascaluza los indios presentaron batalla, que duró nueve horas y en la que los españoles alcanzaron la victoria a costa de salir heridos Hernando de Soto y casi todos los capitanes y soldados. El inca Garcilaso refiere que los vencedores se curaron más de 1670 heridas, que murieron más de 70 españoles, amén de 11.000 indios e indias. El pueblo de Mauvila fue destruido y pasto de las llamas, que consumieron los víveres de los españoles.
En Tascaluza supo Hernando que en las costas de Achusí estaban unos navíos españoles, que eran los dirigidos por Diego Maldonado. La noticia llenó de consuelo a Soto, porque creía poder llegar en breve tiempo a dichas costas, cuya distancia creía ser de menos de 30 leguas. Pero la fatiga del ejército le obligó a descansar por algunos días. Cansados los españoles de tantas marchas y trabajos, que no tenían por premio las riquezas que habían soñado, resolvieron muchos de ellos, a espaldas de Hernando, abandonarle al llegar a Achusí y embarcarse hacia Méjico o el Perú. Conocedor de estos planes, Soto los desbarató, avanzando hacia el interior, donde no quedaba otro recurso que morir o conquistar. Se aventuraron así hacia tierras del norte, pasando por los actuales Estados de Georgia, Tennessee y Kentucky.
Hernando de Soto pasó a la provincia india de Chicaza, en la que, en una batalla nocturna (diciembre de 1540), perdió más de 40 soldados y de 50 a 80 caballos, quedando muchos soldados heridos. Aunque sufría todas las noches algún ataque de los indígenas, perdiendo siempre algún soldado, permaneció Soto en aquella provincia cuatro meses. La expedición era atacada por los indios que varios siglos después lucharían contra el expansionismo de los Estados Unidos de América.
A principios de abril de 1541 movió Soto sus tropas y, a las cuatro leguas aproximadamente, halló un fuerte de estacadas, al que llamaban de Alibamo y en cuya conquista fueron heridos casi todos los españoles y muchos muertos. Del bando contrario perecieron más de 2000 indios, pero el ejército del Adelantado y Capitán General quedó con tantos heridos que se hizo necesario un descanso de algunos días para curarlos. No obstante las continuas pérdidas, Hernando siguió hacia el interior, por el actual Estado de Arkansas, deteniéndose en el territorio de Utiange. Ya en abril de 1542 reconoció, o acabó de reconocer, siete provincias pequeñas, después de las cuales llegó a unas extensas, a la que los indios llamaban Anilco y Guachoya. Se hallaba Hernando de Soto en ésta última cuando le acometió una pequeña fiebre, que, agravándose al tercer día, le obligó a prevenirse como católico, dice el cronista. Hizo testamento en presencia de sus capitanes, nombró sucesor en el mando del ejército a Luis de Moscoso y Alvarado y se despidió de todos recomendándoles disciplina. Al sexto o séptimo día, aumentada la fiebre, falleció Soto sin haber logrado su propósito de llegar por tierra a la Nueva España (Méjico). Contaba 42 años de edad. Garcilaso da, como fecha de su muerte el año de 1542. Herrera refiere la muerte en el año de 1543. Los españoles dieron sepultura a su jefe en un hoyo que los indígenas habían abierto cerca de un pueblo, a fin de sacar tierra para sus edificios. Aunque lo sepultaron de noche y con precauciones para que los indios ignorasen su situación, temiendo luego que lo descubrieran, desenterraron el cadáver pasados algunos días y, cortando un grueso tronco de encina, formaron una concavidad suficiente para el cuerpo, el cual, bien colocado en ella, arrojaron por la noche en el río Mississippi. Algunos autores dicen que el cuerpo había sido encerrado en un ataúd de plomo y no en el tronco de un árbol, opinión ésta minoritaria a la luz de las crónicas del viaje.
Ricardo Palma traza así el carácter de Hernando de Soto: “Animoso, prudente y liberal, es Hernando de Soto la figura más simpática entre los hombres que acompañaron a Pizarro para la captura de Atahualpa”. Desprendido de la riqueza, fue hombre de gran juicio y cautela. Según el erudito Ignacio José de Urrutia “de más que mediano cuerpo, airoso a pie y a caballo, diestro en el manejo de ambas sillas, alegre de rostro, de color moreno, pacientísimo en los trabajos con que esforzaba el sufrimiento de sus soldados, venturoso en sus jornadas, severo en castigar los delitos de malicia, al paso que benigno en perdonar los de fragilidad, honrador de sus tropas, valiente y esforzado en las batallas, hasta estimarse las ventajas de su lanza por tanto como otras diez de su ejército. Cuantas veces entraba en batalla hacía con ella amplio lugar a los que le seguían. En los rebatos de día fue el primero, o a lo menos el segundo, que tomaba el arma y en los nocturnos siempre fue el primero. De cuantas lanzas pasaron al Nuevo Mundo, Hernando de Soto fue generalmente graduado por la segunda porque sólo se le concedió primacía a la de Gonzalo Pizarro”.
La hueste de Hernando de Soto había estado y descubierto los siguientes estados de Estados Unidos de América: Florida, Georgia, Carolina del Sur, Carolina del Norte, Alabama, Tennessee, Missouri, Arkansas, Luisiana y Texas.
El nombrado por Soto su sustituto al mando de la hueste, Luis Moscoso de Alvarado, llevó a cabo el proyecto que ya tenía Soto en su mente, consistente en la construcción de unos bergantines con los que logran llegar tras numerosas penalidades al Pánuco (Méjico), en septiembre de 1543.
*Historiador y Doctor en Derecho
Entre 1539 y 1542 una tropa al mando de Hernando de Soto poniendo rumbo al Oeste, recorrió el territorio La Florida, Georgia, las dos Carolinas, Tennessee, Louisiana, Mississippi, Arkansas, Texas y Oklahoma. De Soto y sus hombres avistaron y cruzaron el Río Mississippi asomándose a las grandes praderas. Después de cuatro años de peregrinaje en donde no encontraron oro, sino campos de maíz y fríjoles, y una tierra difícil y poblada de indios conflictivos y hostiles: cherokee, choctaw, creek, chikasaw, natchez y caddo,
E NÃO FOI ALGO POSITIVO NÃO TROCARAM POR ALGO MENOS PIOR E SIM POR LIXEIRA
A RELAÇÃO SIMBIOTICA ENTRE ESPANHA E FRANÇA COM POVOS NATIVOS ERA BEM SUPERIOR AO QUE VIMOS DEPOIS QUE ESSAS TERRAS CAIRAM EM MÃOS ANGLO PORTUGUESAS A ADULTERAÇÃO DEMOGRAFICA FOI BEM MAIOR
O ROUBO DESSAS ZONAS CONTRA ESPANHA E FRANÇA SEJA AMERICA PORTUGUESA INGLESA ETC NÃO TEVE MUITOS PONTOS POSITIVOS NA AMERICA PORTUGUESA SÓ AMPLIOU A ZONA ALOGENA LIXO NA AMERICA INGLESA SÓ AMPLIOU A ZONA LATIFUNDIARIA DO SUL QUE DESTRUIU TUDO VIA MIGRAÇÃO POSTERIOR E DEPOIS O NORTE TEVE DE IR ARRUMAR OUTROS BODES PRA NÃO DIZER A REAL
NÃO SÓ TENESSEE MAS GEORGIA CAROLINA DO SUL CAROLINA DO NORTE ETC ERAM PARTES DA CAPITANIA DE CUBA E FLORIDA E DA NOVA ESPANHA A DIVISA FICAVA NA FOZ VISTO QUE A FRONTEIRA ACTUAL DA FLORIDA DIVERGE DA ORIGINAL PARA DAR SAIDA COSTEIRA A DOIS ESTADOS
Razorbacks Los puercos cimarrones que hoy en dia son tan desvastadores en jewsa so n descendientes directos de los que llevo de soto en su entrada a la florida y no es cierto que solo estuvo en el sur de jewsa la comiZION presidencial que trazoel derrotero de de soto, oculto su verdadero alcance de la expedicion por motivos de envidia y falso patritismo pues llego hasta illinois y los grandes lago en la famosa cabalgada de los cuarenta jinetes, asi lo provo un historiador americano