Romojaros y botejaras
No, no son Capuletos o Montescos, Hatfields o McCoys, sino toda la oferta política española para la supuesta izquierda moderada, y para la pseudoderecha adoctrinada y unidireccional, sumisa a las prédicas del fraile Gabilondo, que no es otra cosa que algo escasito, repetitivo, poco edificante y por supuesto de una simpleza que espanta. ¿Cómo es posible tanta mentecatez? Los sectarios, impotentes con la libertad (¿para qué?) y el conocimiento (esfuerzo), introducen sus patitas en todo lo que pueden y nos reparten generosamente su frustración, sus taras, su amargura y sus fracasos.
La judicatura, con papel de fumar en mano y togas grises marengo, cualquier día intentará retorcer las leyes de la termodinámica y de la gravedad. No les quepa duda. Lo que no hará, porque no toca, es abandonar la manga ancha para todo lo que signifique escarnio, burla, mofa, befa y falta de respeto con el pueblo cristiano, que no me cabe duda de que reverdecerá cruzada way, sencillamente porque lo hará algún día, harto de la grisalla descomprometida. No tendrá más remedio y siempre lo ha hecho, incluso desde el suelo y tras ser diezmados. Que no espere que la norma es para la mayoría, sino para las minorías lobbyneas, las oprimidas, que han podido proliferar como los hongos gracias a la piedad y al buenísmo de ojitos azules y la metedura de pata sistemática.
Pero todo tiene un límite y en USA, que no es moco de pavo, han pinchado en hueso y siguen pataleando la victoria del pie en pared y el manotazo en la mesa, a lo George Patton –un militar rico, con perdón- que se hubiese llegado a Moscú, ya que estaba aquí, de buen grado, a apagar aquel desastre que llevaba 28 años dando cera y duró hasta 1989. En el pentlatón de los juegos olímpicos de Estocolmo de 1912, sus dos disparos pasaron por el mismo agujero. No se lo admitieron y quedó perdedor, como no le dejaron seguir hasta Moscú, lo que significó una medalla de menos en la olimpiada, pero cuarenta y cuatro años más de desastre soviético y telón de acero para millones de personas. Un acierto estratégico.
Antes de que llegue eso, se van a borrar del diccionario de la lengua española palabras tan ofensivas como acondroplasia, fimosis, sífilis, calvicie, bizquera, narigón, moro, culón, cuatrojos, culibajo, gordo, chusquero, turuta, soplavainas, tonto l´haba y cosas así, no sea que molesten a alguien, que se encuentra a alguien, sabe Dios donde y que no sea cristiano, claro, porque, si no, estaría justificado e incluso indicado.
Porque es muy malo llamar a las cosas por su nombre de pila o de pilila, y puede molestar o ir en detrimento de su dignidad, en cambio si es un cristiano el pobre hombre, que le den. Es mejor hacer el gilipollas como se hiciera en su día, llamando empleadas de hogar a las asistentas, ingenieros técnicos a los peritos, ATS a las enfermeras y degradar a profesores de EGB a los maestros y cosas de esa jaez. Mejor hubiera sido pagar decentemente a los maestros, darles carta blanca, autoridad y vara alta, como en Finlandia y mejorar la raza y la media cuadrática de conocimiento y competencia, para bien de todos. Otro gallo nos cantara. ¡Dame pan y llámame perro! Total, para nada. Continuaron igual, pero cursimente. Ese es el resultado de las pericias sociales, los experimentos pedagógicos y las ocurrencias del sesteo y la mansedumbre estéril. Cuando el diablo no tiene nada qué hacer, con el rabo mata moscas. La realidad se impondrá, no les quepa duda. Es tozuda. ¡Los niños tendrán pilila y las niñas vulva, no lo duden, y lo niegue quién lo niegue, es biología y genética, naturaleza, por más que se opongan!
Ingenierías son otra cosa, como intenta hacer en el occidente de culo fácil -exceptuando USA- el comunismo marxista-leninista con su pensamiento único y cochambroso de la cosa del género, del caso de las minorías sexuales, étnicas, del resentimiento, de las malformaciones y del número de las mayorías obedientes y borreguiles, para crear miseria endémica, ignorancia, miedo y despotismo sin ilustrar; y como las misiones cristianas en tierra de paganos a costa de sacrificio, ejemplo y para el bien del prójimo, mientras en Canarias hacen escarnio impunemente y los fiscales dan el pase negro. Lo preocupante, para estas buenas gentes, es una verdad como un templo que viaja en autobús rojo. Los cromosomas son lo que son en los mamíferos placentados. Las patologías son las patologías. Cualquier día les molesta el principio de Arquímedes y hay que abolirlo a la carrera y no, no puede ser.
Si a la fiesta del poblado la llamas civilización y te alías con ella, pues nada de nada. Todo lo más te levantas mojado, como el que con niños se acuesta. Si te vas allí, donde puedes civilizar, enseñar, curar, alimentar, orientar, entonces bien, pero no llamar a las cosas por su nombre es lo que hacen las avestruces cobardes y lo más distintivo de ellas son las plumas, el tamaño de sus huevos y las coces que sueltan.
Parece ser que a la vieja Carmena, la comunista de partido, del partido comunista, mira tú qué cosas, no le agrada que los niños tengan pitilín o pitorro como los botijos y que las niñas tengan vulvita o rajita como las alcancías. Es mejor que lo tengan los concejales y las concejalas, indistintamente al poder ser, para celebrar el centenario de aquella revolución incruenta, que, total con IVA y todo, se saldó con cinco muertos y poco más, según el último recuento. Eso sí, sin fiesta nacional y sin circos como los de toda la vida, porque la fiesta la quieren ellos con su circo desastroso de seres humanos muertos a millones y dirigido por los grandes simios, como era el caso de Stalin –seminarista- y de Brézhnev y de Jrushchov, por cierto, maestros nacionales. No eran de políticas. Hay que tener cara dura, ignorancia arrasadora y odio africano al frenazo que se les dio en España, hace 78 años de reloj, por alguien que sabía con quién se jugaba los cuartos.
¡Qué mal lo digieren y aun van a la repesca, inútilmente!