Pedro Sánchez, “el Empecinado”
En Roa (Burgos), vino a morir el célebre Cardenal Cisneros, regente de España, cuando viajaba para recibir a Carlos V y entregarle sus poderes. Pero también murió en este lugar, solo que no de muerte natural, el guerrillero Juan Martín Díez (Castrillo de Duero (Valladolid) 1775 – Roa (Burgos) 1825), quien pasó a la historia como “el Empecinado”. Cuando lo llevaban a la horca por oponerse al absolutismo del rey felón, Fernando VII, “el Empecinado” rompió las esposas y lo mataron a golpes de bayoneta. Después, le colgaron. Hoy, Roa sigue estando donde estaba, pero ya no se cuelga a nadie.
Hago este preámbulo citando un breve pasaje de nuestra historia, porque curiosamente y después de casi dos siglos, ha surgido en España un personaje en la vida política con un grado de odio, de revanchismo, de resentimiento, y con tal espíritu de venganza, que bien podría pasar a los anales de la historia como “el Empecinado”. Me estoy refiriendo naturalmente, al exsecretario general del PSOE, Pedro Sánchez.
Este hombre, cuyas ansias de poder y su vanidad no le dejan ver la realidad de todo lo que le rodea, no se ha dado cuenta todavía, no ya del estado en el que se muestra visiblemente afectado, sino de que su ideología y su doctrina están absolutamente trasnochadas, obsoletas y caducas. Si la socialdemocracia surgida de aquel marxismo que descafeinaron, ha sido un rotundo fracaso a tenor de lo que viene sucediendo en los países de Europa donde ha gobernado durante muchos años, apañado va el PSOE si de la mano del “Empecinado”, éste sigue además la línea marcada por Podemos y sus mareas.
Por tal motivo yo invito, a todo el que esté pensando que con “el Empecinado” el PSOE logrará salvarse del desastre y quizás de su disolución, a que lea esta lección magistral titulada: “Un profesor suspende a la totalidad de la clase”. Después, que cada uno saque sus propias conclusiones. Dice así:
“En una universidad americana, un profesor de economía decía que nunca había suspendido a un solo alumno, hasta que una vez suspendió a toda la clase.
Esa clase en particular, había insistido en que el socialismo realmente funcionaba: con un gobierno asistencial intermediando en la riqueza, nadie sería pobre y nadie sería rico, todo sería igual y justo.
Entonces, el profesor les dijo:
– “De acuerdo, vamos a hacer un experimento socialista en esta clase.
En vez de dinero, usaremos sus notas, las que obtengan de las pruebas.
Todas las notas serán concedidas con base a la media de la clase y por tanto serán “justas”.
Todos recibirán las mismas notas, lo que en teoría, significa que nadie será suspendido, así como también que nadie recibirá un 10″.
Tras la primera prueba, el profesor calculó la media y todos recibieron un “7”.
De esta forma, quienes estudiaron con dedicación quedaron indignados; pero los alumnos que no se esforzaron, quedaron muy felices con el resultado.
Tras la aplicación de la segunda prueba, los estudiantes flojos estudiaron mucho menos (ellos esperaban sacar notas buenas de cualquier forma); y los que al inicio habían estudiado mucho, decidieron que ellos también aprovecharían el tratamiento propuesto para sus notas.
Como resultado, la media de la segunda prueba fue de “4”.
Por supuesto, a nadie le gustó.
Después de la tercera prueba, la media general fue de “1”.
Si bien, las notas no volvieron a niveles más altos, surgieron los desacuerdos entre los estudiantes y la búsqueda de culpables llevó a malas palabras, que pasaron a ser parte de la atmósfera de la sala de aquella clase.
La búsqueda de “justicia” entre los estudiantes, había sido la causa principal de las quejas, mientras que el odio y el sentido de injusticia se convirtieron en parte común de ese grupo.
Al final de todo, nadie quería estudiar más para beneficiar al resto de los estudiantes del curso.
Por tanto, todos los alumnos repetirían aquella materia…
Para su gran sorpresa, el profesor explicó:
– “El experimento socialista fracasó, porque cuando la recompensa es grande, el esfuerzo por el éxito individual es grande; pero, cuando el gobierno quita todas las recompensas, tomando los logros de otros para darlos a los que no se esforzaron por ellos, entonces nadie más va querer hacer su mejor esfuerzo.
1. No se puede llevar al más pobre a la prosperidad, quitando la prosperidad del más rico.
2. Para cada uno que recibe sin haber tenido que trabajar, hay una persona trabajando sin recibir.
3. El gobierno no consigue dar nada a nadie, sin que para ello tenga que quitar algo a otra persona.
4. Al contrario de lo que predica el socialismo, es imposible multiplicar la riqueza intentando dividirla.
5. Cuando la mitad de la población entiende la idea de que no necesita trabajar, entonces la otra mitad entiende que no vale la pena trabajar para sustentar a la primera mitad. En ese momento llegamos al comienzo del fin de una nación”. Winston Churchill