Se cumple un año del incidente en la discoteca Pulse de Orlando
La noche del sábado 12 de junio de 2016 iba a ser una noche de fiesta latina en la discoteca Pulse de Orlando, un local de referencia para la comunidad LGTB de esta ciudad de la Florida central famosa por sus parques temáticos de Disney y Universal. Pero a las dos de la madrugada todo cambio. Omar Mateen, un ciudadano de origen afgano, irrumpió en el local con un fusil de asalto y una pistola y empezó a disparar, desencadenando la mayor matanza con armas de fuego en la historia de los Estados Unidos. El resultado, 49 víctimas mortales y 68 heridos. Después de tres largas horas sitiado por la policía, con clientes atrincherados en un baño y alguno incluso haciéndose el muerto para evitar ser rematado, la Policía entró en el interior y acabó con la vida de Mateen.
El autor residía con su segunda esposa en Fort Pierce, localidad costera del estado del sol situada a cien kilómetros de Orlando, y se había radicalizado por internet. En conversaciones con la policía durante aquella noche, declaró su lealtad a Daesh y dijo actuar en represalia por los bombardeos aliados en Siria.
Un año después, las heridas siguen abiertas en Orlando. Kaliesha Andino, de 20 años, se encontraba aquella noche en el Pulse. Aunque sobrevivió al incidente y se ha recuperado de sus heridas físicas, las psíquicas permanecen. Desde entonces, no deja de acordarse por las noches de su escondite de las balas tras una barra de la discoteca, cuando se encuentra en habitaciones llenas de gente busca una salida y no ha podido trabajar. «Nunca se terminará», ha señalado a Reuters, añadiendo: «Tengo que vivir ahora. Tengo que hacer frente a esta situación».
En las horas siguientes a la masacre, con la ciudad todavía bajo estado de shock, otro de los supervivientes, Ramsés Tinoco, relataba su experiencia. Él había salido a fumar a un patio cuando se desató el caos en el interior, con la gente gritando y escapando como podía: «Había una salida, que estaba cerrada. No tenía candado, pero había que quitar la llavecita que tenía. Empujé el portón, junto con muchas personas, se rompió y salí gateando. Los tiros salían hacia afuera, o sea que muchos cayeron al piso. En eso la policía entró y empezó a disparar». Tinoco, que en aquel momento tenía 35 años, «solo pensaba en sobrevivir, en que tenía que hacer todo lo posible para no morir». «No quería que fuera mi día. Quería llegar a mi cumpleaños, el 16 de junio. Y pensaba en mi madre, en qué iba a ser de ella, con 75 años y que solo me tiene a mí».
La tragedia de Orlando reactivó el debate sobre la violencia con armas de fuego. El entonces presidente de EE.UU., Barack Obama, trató de impulsar el establecimiento de más controles, pero la oposición republicana y el lobby de las armas frenaron ese intento, amparándose en la Segunda Enmienda de la Constitución, que protege el derecho de los ciudadanos a defenderse.
Este domingo se rinde tributo a las víctimas con una serie de actos, entre ellos un homenaje con el lema «Reflexiones y Recuerdo» en lo que fue la discoteca Pulse, que no ha vuelto a abrir como sala de fiestas y que se convertirá en un memorial para honrar a los asesinados, los heridos, los supervivientes y el personal policial y de emergencias que intervino aquella noche y en los días siguientes a la tragedia.
La mayoría de los afectados por el tiroteo masivo pertenecen a la comunidad LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales) y son de origen hispano, sobre todo puertorriqueño. En los últimos años, la población latina ha experimentado un notable incremento en el centro de Florida, hasta superar el 28% del total, en buena parte por el asentamiento en la región de habitantes de Puerto Rico movidos por la crisis en la isla.
El alcalde de la ciudad, Buddy Dyer, junto con la regidora del condado de Orange al que pertenece, Teresa Jacobs, han declarado el 12 de junio como el «Día de Orlando Unido». «Nuestra comunidad nunca olvidará la tragedia del Pulse ni el dolor de aquellos que perdieron a sus seres queridos», ha señalado.