Un rosal en Cataluña
Ya ven, el catolicismo está tan de moda, tan a la vuelta de la esquina, tan posible, que las calles de Barcelona se poblaron de fieles para aclamar a Benedicto XVI. Hasta 500.000 personas vitorearon al Santo Padre en su recorrido por las calles de la Ciudad Condal. No está mal para tratarse de una institución que, a decir de muchos, forma parte del pasado y no del presente ni aún menos del futuro. ¡500.000 personas! No hay líder político, ni estrella musical, ni actor de Hollywood, ni crack deportivo, ni mucho menos acontecimiento social, que arrastre a toda esa gente por las calles de una misma ciudad. Cataluña vibró con el Papa, que es tanto como asegurar que el corazón de Cataluña aún palpita sano, a pesar de la cantidad de cerdos de dos patas, separatistas patanegra los primeros, que han querido evitar la existencia del Papa, su magisterio moral, su mínima posibilidad…
La presencia del Papa en Cataluña ha sido como abonar un rosal con fielmo de la más alta calidad. El Papa habló de muchas cosas, la mayoría de un calado intelectual y de una sensibilidad social al alcance de muy pocos. Habló de que todos, ricos y pobres, tienen el mismo derecho a gozar de los bienes de la tierra, cuyo destino es universal. Los que suelen identificar el mensaje de la Iglesia con la ideología de la derecha más conservadora suelen saltarse menciones como ésta para poder mantener su discurso anticatólico. Porque ya quisieran muchos líderes mundiales de la izquierda poder sostener hoy ante la humanidad, como sí hace la Iglesia, eso del “destino universal de los bienes”.
El Papa aprovechó también su visita a España para hablar de la dignidad de la vida, de la vigencia de la familia, del destino de Europa, de la unidad de los pueblos de España, del deber de los inmigrantes a integrarse en el país de acogida respetando sus leyes y su identidad cultural.
Así pues, gracias al Santo Padre por su visita. Y también a nuestros enemigos, que con sus fobias católicas no han hecho sino agigantar la histórica visita. Naturalmente más a los políticos que se dicen católicos, que suelen ser de siempre los peores enemigos del Occidente cristiano en la figura del Papa aún representado. Y que Dios proteja el vientre generoso de la Iglesia católica.