El televisivo “Minuto de Dios” que lleva 60 años con los pobres de Colombia
Cada noche el rostro del sacerdote Diego Jaramillo aparece en millones de hogares colombianos con “El Minuto de Dios”, uno de los programas televisivos más antiguos del mundo, con más de 60 años en el aire, y con el que se ha levantado una poderosa fundación de ayuda a los más necesitados.
A las siete en punto los principales canales interrumpen su programación trufada de telenovelas, farándula y noticiarios para ofrecer una breve reflexión espiritual que con los años ha ayudado a erigir el imperio que es hoy “El Minuto de Dios”, una obra social que cuenta con museos, universidades y hasta barrios en varias ciudades del país.
Sólo en el barrio que la entidad creó en Bogotá hace décadas hay centenares de estudiantes en colegios de primaria y bachillerato, 30.000 universitarios y decenas de miles de vecinos que habitan las casas que construyó el fundador de esta tele-obra social, el sacerdote Rafael García-Herreros, con las aportaciones de los millones de colombianos que lo veían a diario por televisión.
Para financiar su obra, García-Herreros creó “El banquete del millón”, una cena austera a la que aún se invita a gente pudiente para hacer donaciones.
“El Minuto de Dios quiso dar respuesta a todas las necesidades del hombre, ofreciendo un desarrollo integral, no hay ningún aspecto de la vida humana que se haya descuidado, desde el alimento a la salud, pasando por la educación o la cultura”, explicó en una entrevista Jaramillo, sucesor de García-Herreros, fallecido en 1992 a los 83 años de edad.
Jaramillo celebra el progreso social que han vivido miles de personas gracias a la obra de la fundación, nacida hace más de medio siglo, cuando se emitió por primera vez “El Minuto de Dios”, difundido de forma (casi) ininterrumpida desde 1950 por radio, y desde 1955 también por televisión.
Según confesó este párroco que se mueve con desenvoltura entre ricos y menesterosos, jóvenes y mayores, eruditos y estudiantes, el programa de “El Minuto de Dios” sólo se dejó de emitir en una ocasión, en 1963.
“En ese momento el padre Rafael criticó a unos jueces que habían dejado en libertad a los atracadores de un almacén en Bogotá, también habían estallado unas bombas y él lo relacionó con el descontento de los obreros y los campesinos. Entonces el ministro de Comunicaciones dijo que no se podía tolerar y ordenó censurar el programa antes de cada emisión”, relató.
Esa fue la primera y única noche en toda la historia del programa en la que Rafael García-Herreros no salió al aire con la tradicional cruz de madera torcida a sus espaldas para dirigir sus palabras a la nación.
“Al día siguiente el padre llamó al entonces presidente Guillermo León Valencia, quien le dijo que podía hacer su programa en libertad, pero que no dijera nada porque le podría causar una crisis en su Gobierno”, abundó Jaramillo, quien está al frente del programa y de la fundación desde los años 90.
García-Herreros se agarró a su valioso minuto para contribuir a la paz en Colombia, especialmente cuando la violencia de la guerrilla de las FARC y la de los narcotraficantes sacudía el país a diario.
El primer telepadre de “El Minuto de Dios” también utilizó su influencia para ayudar a que Pablo Escobar, el jefe del cártel de Medellín, se entregase a la justicia en 1991, una intervención que le valió no pocas críticas.
Preguntado sobre los retos que plantea el momento que vive Colombia tras la firma del acuerdo de paz con las FARC, el padre Jaramillo subraya la importancia de ir a las raíces de esta guerra en el campo colombiano.
“Muchos jóvenes de las zonas rurales se sumaron a la lucha armada porque no tenían otras alternativas, pero les tenemos que cambiar los fusiles por arados o computadores que les permitan vivir y sobrevivir. Me preocupan las zonas rurales del país”, advirtió el sacerdote de 85 años, quien ya anda buscando quien le sustituya al frente del programa televisivo más longevo de Colombia.
En todo caso, Jaramillo se muestra confiado y lleno de energía para colaborar en la integración de los insurgentes a la vida civil ya sea construyendo casas, abriendo universidades o reclamando ante poderosos y ricos, pero sin olvidar la mítica frase con la que García-Herreros, en proceso de beatificación, cerraba a diario su programa.
“Dios mío, en tus manos colocamos este día que ya pasó y la noche que llega”.