La neutralidad de Franco
Pío Moa.- Hay hechos en la historia que no admiten discusión, los grandes hechos en general, que componen una especie de macrohistoria. Así, Franco ganó la guerra civil; Churchill mantuvo la guerra cuando Hitler le ofrecía la paz: los soviéticos vencieron en la importantísima batalla de Moscú; Roma venció a Cartago; España descubrió América. Etc. Son datos evidentes y a los que debe remitirse cualquier análisis. Sin embargo existe también lo que llamaríamos micro historia, es decir, el examen de los detalles, decisiones parciales y procesos concretos, a menudo muy complejos, inciertos y contradictorios, que han llevado a tal o cual resultado. Así, la paz con Hitler estuvo muy cerca de ser aceptada por Inglaterra; Roma estuvo al borde de perder frente a Cartago; el descubrimiento de América pudo haber correspondido a otro país; Hitler no culminó la destrucción del ejército inglés en Dunquerque, probablemente para facilitar la paz… Y se piensa también que final neutralidad de España pudo resultar, no de una decisión clara, sino de azares imprevisibles contra un deseo real de Franco de entrar en la contienda.
Suele interpretarse que al caer Francia, Franco se ofreció a Hitler para beligerar. Es posible que la oferta de Franco tuviera ese sentido, pero nada seguro por cuanto se suponía entonces que la guerra ya había concluido. La intención de Franco tendría relación más bien con el nuevo orden que parecía instalarse en Europa. Por lo demás, a Hitler no le interesó la oferta, por creer que ya el conflicto estaba resuelto y porque entendía a España más bien en la órbita italiana.
Las cosas cambiaron cuando se hizo claro que Inglaterra –es decir, el Imperio inglés o británico–, continuaba la lucha. Esto complicaba las cosas, y cambió drásticamente la percepción de Hitler: España se convirtió en un punto clave de su estrategia, para cerrar el estrecho de Gibraltar y fortificar el litoral marroquí. A su vez, también complicó la posición de Franco, que definió su política, muy claramente, por cierto, en una carta en que recomendaba a Serrano Súñer o Suñer la política a seguir al respecto: “Si nos garantizan una guerra corta, solo se necesitan completar los preparativos militares”. Se entiende que Franco no tenía simpatías por Inglaterra, que entre otras cosas no le había ayudado en la guerra civil y humillaba permanentemente a España con Gibraltar. Una guerra rápida y victoriosa, un paseo militar, en el fondo, con pérdidas mínimas, le permitiría además participar con cierta posición en el Nuevo orden. Pero en caso de guerra larga, “debemos tomar garantías para que no os puedan arrastrar a la intervención sin tener resueltos los problemas en forma soportable a nuestro pueblo”. En otras palabras, si la guerra se prolongaba, España debía atender de manera primordial a su reconstrucción y no dejarse arrastrar. Es difícil exponerlo de forma más precisa.
La fecha de la carta, 24 de septiembre de 1940, es por demás significativa. Una semana antes Hitler había abandonado la idea de invadir la isla, sus pérdidas aéreas eran ya excesivas y la batalla de Inglaterra se decantaba en contra de Alemania. La guerra, por tanto, no iba a ser corta. Además, Franco era muy consciente de la estrategia inglesa de resistir hasta que Usa abandonase a su vez la neutralidad, como le señalaría a Hitler en la conferencia de Hendaya.
A partir de ese momento la táctica de Franco fue dilatoria. Algo muy difícil, porque el poder de Hitler llegaba a la frontera española por los Pirineos. No pudiendo rechazar abiertamente las presiones germanas, lo que hizo fue pedir más y más suministros, en cantidades que sabía fuera del alcance de Alemania, y de paso grandes extensiones del Imperio francés, que también sabía que Hitler no concedería. El 23 de octubre, en Hendaya Hitler hizo un último esfuerzo y volvió a fracasar ante dicha táctica dilatoria. El riesgo de provocar una invasión alemana era grande, pero Franco lo evitó con promesas de intervenir “en el momento oportuno”. El 6 de febrero, en expresivísima carta, Hitler instaba a Franco a entrar en guerra de una vez, porque su decisión podía cambiar el curso de la historia y el tiempo apremiaba. Pese a la insistencia de Hitler en el valor del tiempo, Franco tardó un mes entero en entregar su respuesta, una carta no menos expresiva declarando obsoleto el acuerdo de Hendaya, que por lo demás no tenía fecha. Hitler desistió y concentró sus esfuerzos en Rusia.
Estas solas tres cartas resuelven perfectamente la cuestión, como he expuesto en Años de hierro y en diversos artículos, y contra ellas se estrellan todas la interpretaciones contrarias difundidas en estos años. Lo que no impide que dichas interpretaciones (Marquina, Preston, Viñas, Tusell, Reig Tapia, Murray y Millet y tantos más), prosigan utilizando la microhistoria, es decir, citando-interpretando diversos documentos secundarios para negar el mérito de Franco en la neutralidad española y atribuírselo en cambio ¡al propio Hitler! Mérito enorme, pero que por ello mismo necesitan negar de cualquier forma, porque según ellos Franco era un tirano brutal, poco inteligente y aventurero. Por consiguiente se ha hecho preciso descender a mil detalles y ponerlos debidamente en su contexto, cosa que han hecho Luis Suárez en Franco y el III Reich (2015) y ahora Fernando Paz en La neutralidad de Franco (Ediciones Encuentro). Paz aborda todos los detalles y puntos en los que se basan las distorsiones de autores como los citados y otros echándolas por tierra una y otra vez.
Un detalle significativo: en otra carta a Serrano Suñer escribía el Caudillo: Una cosa es que los españoles sean entusiastas de Alemania como buenos españoles y otra tomar posturas de mal gusto con los vencidos. Como recuerda Paz, Franco en ningún momento aprovechó la derrota y desmoralización francesa para atacar a Marruecos, cuya posesión, según pretenden diversos autores, le obsesionaba en su calidad de “africanista”. Por el contrario, no solo no hizo nada al respecto sino que procuró coordinar su política con la de Pétain para fortalecer a una Francia que pudiera contrapesar la hegemonía alemana. Con esto queda en evidencia la idea de que Franco se había hecho ilusiones de entrar en el conflicto si Hitler le concedía las supuestamente ambicionadas posesiones francesas. Franco era hombre realista, como demostró mil veces, y no se hacía ilusiones que sabía infundadas. Si pidió colonias francesas fue por lo mismo que pedía cantidades desmesuradas de suministros: porque sabía que no podía obtenerlas, pero le permitían retrasar la beligerancia… hasta que Hitler abandonó sus planes sobre el Mediterráneo occidental y Marruecos y los concentró en Rusia, su verdadero y fundamental objetivo estratégico en aquella guerra. El libro de Paz es valioso porque desbarata gran parte de las seudoargumentaciones de muchos autores que intentan utilizar la microhisoria para negar o difuminar la macrohistoria. O para hablar de los árboles e intentar ocultar el bosque.
Totalmente de acuerdo
De nuevo Don Pio acierta conla descripcion de unos hechos tan trascendentales para nuestra historia, y gracias a lo cual podemos seguir siendo una Nacion. Yo tambien y como creyente, doy gracias a Dios por habernos situado en la historia de esta vieja Nacion a un personaje como Franco, al que todos los españoles tenemos que dar gracias por su existencia.