Cuidados climáticos y planetarios
“Tomó pues Yavé al hombre, y le puso en el jardín de Edén para que lo cultivase y guardase (Génesis 2,15) , lo cual quiere decir que el entorno cósmico está al servicio de la mayor obra del Creador, que es el humano, creado a imagen y semejanza de Dios y llamado a la bienaventuranza eterna. Consiguientemente “cultivar y guardar” el planeta nos hace usufructuarios del mismo, pero no dueños absolutos de éste, como si pudiésemos destruirlo y poner fin a todas las futuras generaciones, creadas también para esa gloria de Dios y multiplicidad de nuevos miembros invitados a esa inconmensurable mesa celestial. Igual que el inquilino que alquila una casa, al marchar ha de dejarla perfectamente habitable para el próximo inquilino. Abusar de los recursos naturales es autodestruirnos y concebir el mundo como realidad puramente material, en disfrute pagano irresponsable, egoísta y como si el hombre hubiese sido su creador, que a nadie tiene que dar cuenta de sus actos.
Las especies están para nuestro alimento, vestido y elementos médicos conservadores de la salud; incluso para nuestro disfrute cinegético y de ocio sacando una cosecha de ellos sin cortar el árbol ni extinguir la especie. Por eso la idolatría de la vida por la vida, es un grave error naturalista y ateo. Al respecto, los animalistas, ecologistas y esa fauna, son los devastadores de especies protegiendo unas contra otras y desequilibrando el natural desarrollo de las mismas reguladas con sus instintos naturales. Se contradicen pues los antitaurinos y los defensores de las alimañas, por ejemplo.
El abuso que envenena el clima con la emisión descontrolada de humos, CO2, plásticos arrojados a ríos y mares, incendios forestales de miles de hectáreas, abuso en el uso de los automóviles, calefacciones hasta en la Costa del Sol, basuras sin reciclar en montones malolientes, son signos del consumismo irresponsable que altera la marcha natural repercutiendo hasta en los arrecifes de coral y las cadenas biológicas marinas, de las cuales nos nutrimos como obligado alimento complementario de los animales terrestres.
El ser humano, no puede crear, pero abusando de su libertad e inteligencia sí puede destruir la grandiosa obra del Creador. Inteligencia y libertad que se nos dan para el progreso integral en el ordenamiento divino, y que de hecho, puede volverse contra nosotros por el mal uso de esas divinas semejanzas con el Creador.
Ya dice el Eclesiastés que “el número de tontos es infinito”. El misterio de usar la inteligencia para lo contrario de su sabia misión, es fruto de la malicia diabólica, del pecado y la soberbia.
Hemos de cuidar el entorno planetario si no queremos multiplicar las enfermedades, infecciones, hambrunas y guerras consecuentes por los recursos.
¡La estupidez humana, no es infinita… pero es indefinida!
Muy de acuerdo sobre las críticas hacia la destrucción del Medio Ambiente. Nuestra inconsciencia y egoísmo van a ser duramente ajusticiadas por la sabia madre Naturaleza y por los dioses (si los hay). Pero quería hacer al Padre Calvo un par de preguntas, con todo mi sincero cariño y respeto que sabe que le tengo por mis otros comentarios en este medio: 1) ¿Piensa que hay alguna diferencia entre los ateos de origen político como marxistas y liberales que además son pro-homosexualidad, pro-neofeminismo, pro-aborto, pro-fragmentación de las naciones, pro-mestizaje, anti-católicos, pro-islámicos, -pro-judaicos, en comparación con los ateos científicos y currantes… Leer más »
El Eclesiastés (I:15), desde el 2º Concilio Vaticano (1965) en que fue “re-traducido” (NEO-LENGUA) ya NO dice aquello de que “el número de tontos es infinito”, ahora dice: “Lo torcido no se puede enderezar, ni se puede contar lo que falta”; el croata San Jerónimo ¿estaba errado? al traducir los Ketuvim del Tanaj del hebreo al latín para la Vulgata de la Biblia católica.
http://www.vatican.va/archive/ESL0506/__PMQ.HTM