La sombra del “pucherazo” se extiende a la elección de Maduro como presidente en 2013
La descomposición acelerada del chavismo es un hecho. En las que probablemente van a ser sus últimas horas, la dictadura cleptocrática que encabeza Nicolás Maduro suma el descrédito al ridículo: la revelación de que el recuento de los votos a la Asamblea Constituyente fue burdamente manipulado deja al régimen en una situación insostenible. Lo que pretendía ser el principal argumento para legitimar su mantenimiento en el poder se ha convertido ya en la demostración indiscutible de que no puede permanecer al frente de Venezuela ni un minuto más. Si la comunidad internacional había optado por no reconocer los resultados de las elecciones, por ser claramente inconstitucionales, el anuncio de que el escrutinio fue alterado, realizado nada menos que por la compañía encargada de supervisarlo, echa por tierra todos los planes del tirano para aferrarse al poder. Al contrario, acumula un delito más -y no de los menos graves- a la lista de crímenes por los que merecería responder ante un tribunal internacional.
El elemento más grave es, precisamente, el hecho de que la dictadura haya cegado ya cualquier salida electoral en la que esté presente. Es decir, a partir de ahora, nadie en su sano juicio podría confiar en que pueda haber elecciones libres en Venezuela mientras las organice el chavismo, lo que deja a la inmensa mayoría de los venezolanos y sus peticiones de libertad en el más absoluto desamparo, confrontados a la horrible perspectiva de verse abocados a una guerra civil. Por este motivo es tan importante la labor de la comunidad internacional y, particularmente, la de España, a cuya instancia la Unión Europea comenzó ayer adoptar decisiones que contribuyen a deslegitimar y desenmascarar a Maduro. El futuro de los venezolanos depende de ello.
Smartmatic, la empresa encargada del voto electrónico en Venezuela, denunció este miércoles la manipulación de los resultados de las elecciones celebradas el pasado domingo. El consejero delegado de la compañía, Antonio Múgica, aseguró desde Londres que entre el recuento anunciado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el que registró el sistema (en Venezuela todo el voto es electrónico) hay una diferencia de «al menos un millón de votos». «Hubo manipulación de los datos en la elección de la Asamblea Constituyente», aseguró.
Smartmatic, empresa de origen venezolano y siempre cuestionada por haber crecido bajo el manto del chavismo, denunciaba así que el CNE se inventó la cifra de 8.089.320 electores. Es probable que quisiera superar los 7,68 millones de votantes que la oposición aseguró haber movilizado en su referéndum contra la Constituyente de dos semanas antes.
Pero Smartmatic, como en elecciones anteriores, daba por buenos los votos registrados por el sistema, cuando todo indica que el chavismo aprovecha especialmente las últimas horas de la jornada electoral para producir votos falsos, operando ilegalmente las máquinas de votación.
Esta vez, dada la posibilidad de que Estados Unidos acabe sancionando a la compañía y de que esta se vea afectada comercialmente en otros países en los que opera por el evidente fraude, Smartmatic ha denunciado la manipulación. Lo ha hecho tres días después, ante la reacción internacional; la empresa atribuye el retraso a haber dado tiempo para la salida del país de sus veinte técnicos y evitarles represalias por parte del régimen.
La emisión de millones de votos falsos ha sido confirmada en gran medida por la agencia Reuters, que asegura que hasta las 17.30 horas del domingo (media hora antes del cierre de los centros electorales) se habían registrado solo 3,7 millones de votos, según pudo saber de datos del propio CNE.
Los expertos consideran estadísticamente imposible, además de materialmente complicado, que hubiera cuatro millones de votantes después, en las dos horas que el CNE alargó el tiempo de votación, algo que este facultó sin que hubiera colas que lo justificaran.
Posible «pucherazo» en 2013
También en las elecciones presidenciales se produjo una inexplicable avalancha de votos cuando llegó la hora del cierre oficial de centros. Hasta entonces las elecciones las estaba ganando el opositor Henrique Capriles, de acuerdo con el monitoreo ilegal que realizaba el PSUV, según atestiguó Leamsy Salazar, jefe de seguridad de Diosdado Cabello. Al final se proclamó vencedor a Nicolás Maduro.
Estudios posteriores han indicado que ese vuelco se produjo especialmente en centros de una y dos mesas de votación, en los que no se abren las urnas de comprobantes para verificar si el resultado se corresponde con el voto electrónico registrado. Muchos centros están además en áreas chavistas, de difícil monitoreo para la oposición.
Aunque en los últimos procesos electorales se estima que el chavismo contaba con la posibilidad de emitir un máximo de dos millones de votos falsos (colchón que fue insuficiente para el oficialismo en las parlamentarias de 2015, dada la impopularidad de Maduro), en las elecciones del domingo apenas hubo límite al fraude, ya que la oposición no participó y no hubo ningún tipo de supervisión. No hay que olvidar que, además, el Gobierno obliga a todos los funcionarios y beneficiarios de sus programas sociales a votarle.
El presidente de la Asamblea Nacional, el opositor Julio Borges, acogió la revelación de Smartmatic como «un terremoto». «Lo que se venía diciendo a gritos ha tenido confirmación completa», dijo. La Asamblea ha pedido a la Fiscalía abrir una investigación penal contra el CNE.