Campeón de la Supercopa tras vencer al United (2-1): El Madrid reafirma su reinado en Europa
El hexadesafío del Madrid llega al menos hasta el doble Clásico. Ante el United alargó su eurorreinado después de una hora completísima, bajo la cobertura de Casemiro e Isco, y un suplicio final producto de la falta de energía. La Supercopa, título del segundo escalón del podio, tuvo el sobrevalor de arrebatárselo a dos clásicos: el United y Mourinho, que en el Bernabéu dejó más pleitos que copas.
Aquel protomourinhismo que invadió el Madrid en los tiempos de esplendor del Barça de Guardiola se plantó sin disimulo ante el once de Zidane. Una alineación disfrazada de 4-3-3 en la planilla ofrecida a la UEFA y que ocupó el campo con tres centrales, dos laterales de media distancia, once jugadores detrás de la pelota, un achicamiento obsesivo del campo y un estado permanente de alerta para el contragolpe al calor de los treinta y tantos grados de Skopje. Si de la UEFA dependiera algún Campeonato del Mundo de esquí le caería a Benidorm en agosto.
El Madrid tramitó bien ese farragoso trabajo agrupando cuatro centrocampistas, fórmula científicamente probada que blanquea más el juego que cuando se reúne la bbC. Jugó Bale, cuyo fútbol pareció haber prescrito con su última lesión, una decisión interpretable como mensaje de consumo interno. Benzema, que a días es azúcar y a días vinagre, le sirvió de acompañante, porque imperó la prudencia con Cristiano, el único que de verdad no tiene relevo, que empezó en el banquillo. Y el galés fue de una banda a otra con más codicia y más pericia que en los principios del verano. Pero quienes llevaron el soplete a las puertas de De Gea fueron Casemiro, Isco y los laterales. Casemiro ya no es sólo el arnés del que cuelga el Madrid en sus peores días. Ya se ve un centrocampista de dos áreas, lo que ha dejado de ser Pogba, un jarrón chino al que no se le encuentra sitio en casa.
Casemiro, pues, le quitó al Manchester la pelota y el ánimo y levantó la barrera por la que se fueron colando los demás en campo inglés. Y es que el Madrid, que a los dos minutos pudo adelantarse de forma accidental en una pelota que le cayó del cielo a Bale, explicó después el porqué de su neoimperialismo en Europa. Se desplegó por las bandas, se afinó con la pelota, asistió a la degradación del United desde la posesión y acabó llegando de verdad con sus centrocampistas, con Casemiro en el centro del universo. Primero metió un cabezazo al larguero en un córner y después, quizá en fuera de juego, metió su izquierda de primeras en un envío largo e inteligente de Carvajal. Un gol que condecoraba su partido y que confirmaba que el Madrid es otro en días lectivos, especialmente en Europa.
La presión del United
Sólo entonces Mourinho activó la presión en campo contrario y disparó a Valencia, que entendió que Marcelo nunca fue tapón. No encontró rematadores, mientras el Madrid cambiaba de registro y se lanzaba al espacio. De Gea le quitó el segundo a Benzema antes del descanso y Lukaku, una pantera que Mourinho descartó en el Chelsea y ahora ha comprado por 85 millones, se vio preso de Ramos.
Mourinho metió al joven Rashford e hizo contorsionismo en la alineación para afilar al United en un 3-4-3, pero por ese asa tampoco agarró el partido. En un minuto el Madrid acarició el 2-0. Y acabó consiguiéndolo en una pared Isco-Bale que abrochó el embrujo del malagueño ante De Gea. Probablemente acabará con la inviolabilidad de la bbC, una vez confirmado como galáctico.
El segundo gol del Madrid hizo demasiado largo al United, que comenzó a tragarse las contras cocinadas por Modric e Isco. En una Bale mandó la pelota al larguero, pero en un mal rechace de Keylor a tiro de Matic Lukaku sacó al United de su abismo. Para entonces Mourinho ya había metido a Fellaini para aprovechar la segunda jugada. La RAF sobrevolaba a un Madrid corto de piernas.
Zidane ventiló el equipo con Asensio y Lucas Vázquez, que firmó una jugada de colección, y acabó apelando a Cristiano, cuya mordedura suele resultar mortal, incluso con síndrome postvacacional. Keylor pagó su deuda ganándole un mano a mano a Rashford en los peores momentos del Madrid, cuando cojeaba delante y detrás. Pero sufriendo, en un fútbol de cuerpo a cuerpo que no le convenía, alcanzó tierra. Es costumbre en Europa desde siempre.