Por José L. Román.- Comenzaré diciendo que no soy aficionado a los toros, pero apoyo enormemente la fiesta nacional de España respetando a todos y cada uno de los que forman parte del mundo taurino. Por lo tanto, vaya desde aquí mi consideración más distinguida para todos los que sufren en su carne el ataque sistemático de los antitaurinos integrados en la izquierda radical y separatista, porque todos sabemos que los toros son solamente un pretexto para disimular su verdadero y único objetivo: España.

Dicho lo cual, quiero referirme hoy de manera muy particular a esos arrestos demostrados por el diestro Cayetano Rivera en la plaza de toros de Bilbao, en el día grande de la capital vizcaína. Días atrás Antonio Ferrera, en el mismo coso, se negaba a banderillear a un astado cuando el público pitó porque las banderillas llevaban los colores de la bandera nacional de España. El diestro explicó que “exigía respeto a España” y que él se sentía “muy español”.

Pues bien, aquel gesto gallardo de Ferrera ante un público contrariado por sus arrestos, lo ha rubricado Cayetano Rivera sin blandear ni cobardear en tablas. Desafiando a los pitos y abucheos de los adoctrinados separatistas, ordenó a su cuadrilla que colocara sobre el morlaco las banderillas con los colores de nuestra bandera nacional. Por lo tanto, ¡gracias maestro!

Gracias por enfrentarte gallardamente a los que se escudan en la masa para descargar su odio. Esos arrestos que has demostrado en la plaza de toros de Bilbao frente a los que pitan los símbolos de nuestra nación, no hace más que corroborar dos cosas, la primera, que la dignidad de ser y sentirse español no es algo baladí con lo que se deba jugar, y la segunda, que durante cuarenta años nuestros gobernantes, al haberse quedado sin dignidad por complicidad o por cobardía, son rehenes de una izquierda radical y secesionista, minoritaria pero envalentonada, cuyo mensaje de libertad a través de los medios antiespañoles consiste, en justificar el terrorismo abrazando a los islamistas, pero escupiendo y odiando a los buenos españoles.

El maquillaje político ya no sirve de nada. Subestimar y tratar a los radicales de izquierdas y separatistas como un residuo social, ya solo puede convencer a los parroquianos de Tele-5. La situación es muy grave, tan grave, que para frenar la epidemia que amenaza con propagarse por toda la nación, hace falta un antídoto tan agresivo que nadie tiene el valor de administrar. El Gobierno, con Rajoy a la cabeza, tiene más miedo que siete zorras. El 1 de octubre está a la vuelta de la esquina, pero don Mariano no sabe que hacer. Aquella mayoría absoluta conseguida por el PP en 2011 y cobardemente desaprovechada, dio alas a izquierdistas y separatistas para volar a sus anchas. Su complejo y cobardía los dejó anestesiados, y la corrupción hizo el resto.

Rajoy no gobierna, gobierna “La Secta”; tampoco manda, lo hacen Roures y García Ferreras. Rajoy no reacciona, es de galbana, pero muy amable, asquerosamente amable. Por donde pasa no ensucia, pero tampoco limpia. Piensa que la porquería política no afecta ni a la salud ni a la convivencia, pero la cruda realidad es que la suciedad del perroflautismo, la agresividad y la violencia, altamente contagiosas, se han propagado por toda nuestra geografía como una pandemia.

Pero Rajoy no reacciona, ha tenido que ser un torero, un humilde torero, quien de manera simbólica haya mostrado en Bilbao los arrestos que hay que tener para que el público le siga. Lo que muestra con claridad, utilizando un símil taurino, que la gente, el público, y la sociedad en su mayoría, están pidiendo un cambio de tercio en la política española para abolir las autonomías políticas, devolver al Estado las competencias en seguridad, educación y justicia, y meter a los izquierdistas y secesionistas en cintura.