La inacción de los Mossos provocó ayer situaciones muy tensas cuando la Policía y la Guardia Civil recibieron la orden de suplirles en el operativo contra el referéndum del 1-O. En la imagen, un ‘mosso’ se enfrenta a un policía durante una de las actuaciones que se realizaron ayer en Hospitalet de Llobregat (Barcelona).

Fernando Lázaro/El Mundo.- «Tranquilidad, serenidad y firmeza». Éstas fueron las consignas que los responsables policiales transmitieron a sus unidades antidisturbios antes de su actuación. Se trataba de poner en marcha el mayor despliegue policial de la democracia. Los guardias civiles y los policías nacionales habían llegado a Cataluña por miles durante las últimas semanas para poner en marcha la denominada operación Copérnico.

Los agentes del servicio de información habían realizado la criba de los movimientos más radicales y emitido informes en los que advertían de que el «ambiente estaba muy caldeado» y que el match ball de la tranquilidad estaba en manos de los Mossos d’Esquadra. Si cumplían las órdenes de la juez y clausuraban ellos los colegios, el riesgo de enfrentarse a situaciones violentas se reducía considerablemente. Así coincidieron todos los especialistas. Pero la víspera estos mismos analistas ya alertaron de la cuando menos «pasividad» por parte de la policía catalana. «Lo que no hagan ellos tendremos que hacerlo nosotros», resumía uno de los mandos.

Y así fue. Los Mossos dieron un paso a un lado y la Policía tuvo que tomar el mando. Primero, sorteó los planes de los soberanistas para bloquear la salida de las unidades antidisturbios del puerto de Barcelona. Después, se desplegaron por las zonas de los colegios llamados a convertirse en sedes electorales. Y a esperar… a que se confirmarse que los Mossos no iba a intervenir. No quedaban dudas pero necesitaban que se plasmara su actitud. Y se plasmó. Y la Policía fue a los colegios. Allí se concentraban centenares de personas con dos misiones fundamentales: tratar de votar y evitar que la Policía Nacional se lo impidiera. Y llegó la policía al instituto Balmes.

Decenas de independentistas se sentaban en el suelo de la entrada para evitar que los agentes accedieran al colegio y se llevaran las urnas. En una intervención que no superó el cuarto de hora, ante la mirada de una patrulla de los Mossos, los agentes fueron levantando a los que estaban sentados, se hicieron un pasillo y accedieron al colegio donde intervinieron las urnas.

Los gritos de «fuera las fuerzas de ocupación» y de «votaremos», en catalán, acompañaron su intervención, salpicados por todo el diccionario de insultos, estos en castellano. Los manifestantes reclamaron ayuda a los Mossos.Otro grupo de agentes se desplazó a la Escuela Diputación. «El tener que esperar para ver qué querían hacer los Mossos ha provocado un retraso importante», apuntó un mando.

Ese retraso llevó a que en esta escuela (y en otras tantas) se congregaran medio millar de personas, muchas de ellas ancianas y otras con sus hijos a hombros. Varios de estos, con sus niños, fueron a participar en el frente que los independentistas crearon para impedir el avance policial hacia el colegio.

Los mandos, ante tanta gente y la presencia de niños, optaron por abandonar la zona para seguir actuando con «serenidad».Y se fueron a otro instituto. Llegaron no menos de una docena de vehículos. De nuevo lograron hacer un pasillo, entrar en el centro y requisar las urnas. Pero su salida fue tumultuosa. Acosados, insultados, vejados, empujados. Les lanzaron conos de tráfico y algún adoquín. Cuando estaban a punto de montar una barricada, uno de ellos puso fin al acoso. «Estaba perfectamente medido el acoso.

Las miradas de odio impactaban», apunta un agente. Otra etapa delicada fue Hospitalet, donde, cuando la Policía estaba retirando las urnas, apareció la alcaldesa, la socialista Nuria Marín, que fue insultada al grito de «traidora».