Los que utilizan como insulto la palabra “facha” han quedado con las vergüenzas al aire
Según la RAE, la palabra “facha”, se refiere por ejemplo a persona o cosa muy fea, ridícula o extravagante. Pues bien, si esto es así, no entiendo como por ejemplo Oriol Junqueras, utiliza esta palabra para insultar a alguien. O peor aún, cualquier perroflauta, para señalar a quien les recrimina su falta de higiene y de compostura.
Pero, ¿qué esconden realmente aquellos que utilizan la palabra “facha” para insultar a alguien, cuando quien recibe el “insulto” puede ser una persona estilizada, bien parecida, atractiva y elegante?
Veamos. Nos podemos encontrar con personas que utilizan la palabra “facha” sin apenas saber lo que significa, simplemente la lanzan porque se puso de moda a finales de los setenta. En segundo lugar, puede tratarse de alguien víctima de la LOGSE, o sea, que ha sido adoctrinado en la escuela por ciertos profesores o la progresía pudiente, para que utilice la acepción con todo aquel o aquella que no acepte sus postulados. Y, en tercer y último lugar, llegamos a lo más grave y penoso; aquellos que necesitan imperiosamente hacer público que no se sienten españoles, que repudian a todo lo que signifique español, y por consiguiente, que reniegan abiertamente de esta gran nación que todavía seguimos llamando España.
La palabra “facha” la puso de moda la izquierda durante la Transición para señalar a todos aquellos que no ocultaban su españolidad y eran tachados de franqusitas. Naturalmente, ellos (la izquierda) no lo cuentan así, pero sin embargo, ahí están las hemerotecas. El PSOE llegó a llevar en su programa electoral la disolución de la Guardia Civil y de La Legíón si ganaban las elecciones, pero posteriormente y una vez en la poltrona, las cosas se vieron de otra manera. Impusieron la moda de que las palabras patria, España, y español, estaba prohibido pronunciarlas. Siempre utilizaron país, estado, o territorio del estado, ciudadanos y ciudadanas. O sea, se habían alineado y coincidían en esto, con los separatistas vascos y catalanes, y, cómo no, con los terroristas de la ETA y Terra Lliure.
Todo este plan puesto en marcha por la izquierda y la extrema izquierda junto a separatistas y terroristas, se llevó sin ningún escrúpulo hasta los centros de enseñanza para que los profesores, colocados estratégicamente con la llegada al poder del PSOE en 1982, y las transferencias posteriores de la educación a las comunidades autónomas, llevaran el plan a buen puerto.
No nos debe extrañar por tanto, que los discípulos más “distinguidos y aplicados”, fieles a sus viejos maestros y encuadrados ahora en su mayoría en formaciones como Podemos o la CUP, sigan defendiendo con uñas y dientes aquel plan desintegrador que con tanto entusiasmo y diligencia les fue transmitido.
Actualmente, aquellos viejos maestros de los cien años de honradez ya no piensan lo mismo. Ahora tienen cierto estatus gracias a la política. Ya no visten chaquetas de pana, sino trajes de Armani. Atrás dejaron el mitin y la “manifa”. Ahora viven en buenas mansiones y atesoran un riquísimo patrimonio. Y finalmente, tras años en el escaño u ocupando diferentes cargos en la administración, unos optaron por las puertas giratorias y otros por presidir alguna asociación financiada con dinero público, pero eso sí, todos podrán gozar de la pensión máxima.
Y, como quien siembra vientos recoge tempestades, ahora estamos asistiendo y lamentándonos del capítulo doloroso que se vive en Cataluña. Cuarenta años de adoctrinamiento en el odio a España y de “caza al facha”, es evidente que dan para mucho. Sin embargo, aquellos que pusieron en marcha la piqueta demoledora contra España como nación, cuando han visto que el sistema del que fueron artífices corre un grave riesgo de volar por los aires, salen a la palestra para señalar y criminalizar a quienes ellos mismos alimentaron con las mejores viandas.
Los golpistas, fieles discípulos de sus mentores, intentan defenderse, y para hacerlo, aunque parezca paradójico, ya no solo llaman “fachas” a los que les hemos venido reprochando su antiespañolismo, sino también a sus maestros socialistas a quienes tachan de traidores.
Llaman “fachas” a quienes les dieron el biberón y el oxígeno necesario para subsistir. Y por último, al verse seriamente acorralados, llaman “fachas” a toda una nación que se levanta para defender su unidad. Una nación que por fin ha reaccionado ante la tiranía. Una nación que ha descubierto que la ETA, la CUP, Podemos, los independentistas, y todos los grupos que les apoyan, tienen como denominador común no solo la destrucción de España, sino el llamar “facha” a todo ciudadano libre que no se avergüence de ser y sentirse español, sea cual sea su condición o estrato social.
La acepción “facha” como contracción de fascista, de franquista, es a la vez estigma, insulto y etiqueta política que busca la muerte civil y apunta igualmente al deseo de eliminación física de quién lo sufre. Puesto que es imposible deshacernos de esta cruz, o más bien estrella de David, ¿por qué no adoptarla voluntariamente para desactivar y volver el arma simbólica contra sus promotores?