Un procés muy español
Más Policías que vigilan para que la gente pueda delinquir tranquila. La izquierda defendiendo ideas de derechas. La derecha asociándose a quienes tienen preparadas las latas de gasolina que servirán, llegado el momento, para quemar sus propiedades y negocios. Anuncios de actos ilegales hechos con luz y taquígrafos y transmitidos por televisiones públicas. Curas contando papeletas en medio de una misa. Un obispo -uno de los más conservadores del episcopado español- cometiendo públicamente un pecado de sedición. Una caja de plástico de la que venden los chinos, siendo fotografiada por una nube de periodistas, como si se tratara del último modelo de bikini de Ana García Obregón. Gente que ocultaba estas cajas en sus casas. Censos electorales virtuales (innovación que se aplica por vez primera en la historia de la democracia) que permiten votar dónde y cuántas veces se quiera. Un presidente de la Generalitat despistando a la policía, como en una película de cine negro. El Padre Padrone de todo este tinglado, votando tranquilamente acompañado por su beatífica señora, como un ciudadano ejemplar.
¿Quién ha dicho que esto no es español? Esto es un esperpento de Valle-Inclán y hunde sus raíces en Quevedo y en la picaresca. Éstas podrían ser escenas de una película de Berlanga y tienen el toque, mezcla de surrealismo y brutalidad, de las de Buñuel. Hasta sus mismos protagonistas podrían ocupar un espacio en una pintura de Goya o Solana. Puigdemont pasaría bien por un pícaro listo y trepa y Junqueras por un monje medieval en alguna de las historias del Arcipreste de Hita. Todo este montaje, entre absurdo y pintoresco, es difícilmente imaginable fuera de España. El famoso procés, es tan español como los toros o el pasodoble.