AR.- No perderé el tiempo tratando de convencer a un catalán adoctrinado, al que años de pedagogía nacionalista han hecho interiorizar el mantra de que España le roba, de que España le niega sus derechos, de que España les reprime. No voy a perder el tiempo con ellos. Yo no creo en la majadería de que hablando se entiende la gente. Yo no creo en el “Imagine” ni demás mariconadas como respuesta efectiva a un fanático charnego resentido con su origen y consumido por el odio. Yo no creo que se pueda adelantar nada hablando con esta gente.

Llevo muchos años advirtiendo que los catalanes están instalados en una realidad paralela y que las cesiones y contemplaciones nutrirían aún más su deslealtad. Reconozco que ingenuamente, en alguna ocasión, he albergado la esperanza de tamizar mi escepticismo y conciliarme con ellos. Inútil pretensión. Hoy soy yo el que me he cansado de ellos. Estoy cansado de los catalanes. Muy cansado.

Estoy cansado de que nos llamen vagos cuando el absentismo laboral en Cataluña es dos veces mayor que en la comunidad donde vivo.

Estoy cansado de que los nacionalistas catalanes no cesen de apretar el dogal en el cuello de la nación y de traficar con el odio.

Estoy cansado de escuchar que España les roba cuando la realidad es que Cataluña vende al resto de España más del 60 por ciento de lo que produce.

Estoy cansado de una región pilotada durante décadas por ladrones y corruptos, con una acción política basada en el victimismo y la codicia.

Estoy cansado de que me digan que el nacionalismo es pacífico, cuando todos los días podemos leer decenas de historias de profesores que muestran a sus alumnos el camino del odio, de comerciantes que son multados por rotular sus establecimientos en español, de rechazo larvado a quienes no piensan como ellos, de alegatos ofensivos contra España, de personas agredidas por portar símbolos españoles, de periodistas avivando el frentismo, de quema de banderas españolas, de mossos d’esquadra tomando partido en favor de los soberanistas.

Estoy cansado de que piten el himno español y que se rasguen las vestiduras cuando otros pitan a Piqué.

Estoy cansado de que se les permita expresar su intolerancia y exhibir sus banderas en los recintos deportivos.

Estoy cansado de que millones de españoles tengan que bajar su nivel de vida para incrementar la de ellos.

Estoy cansado de su victimismo y su permanente deslealtad, de sus mentiras y falsedades, del sofisma como argumento político.

Estoy cansado de que aceptemos la nomenclatura catalana y que en cambio ellos utilicen su propio idioma para referirse a nuestras ciudades.

Estoy cansado de que me pidan ser tolerante con una población que ha utilizado nuestro dinero para financiar las mezquitas y asociaciones islámicas que salpican sus pueblos y ciudades.

Estoy cansado de ver a todas horas al “eminente jurista” Jordi Évole enmendándole la plana a la juez Lamela.

Estoy cansado de que se sientan superiores a nosotros como consecuencia de la propaganda supremacista y racista que ha sido alentada desde las instituciones corruptas catalanas.

Estoy cansado de que me digan que tengo que ayudar a los empresarios catalanes que durante años se han mantenido en una calculada y repugnante ambigüedad con los separatistas.

Estoy cansado de que llamen “presos políticos” a los autores de gravísimos delitos tipificados como tales en nuestro ordenamiento jurídico.

Estoy cansado del victimismo patológico de los separatistas catalanes, especialmente enardecido tras la encarcelación de los Jordis y una parte del Govern.

Estoy cansado de tanta obsequiosidad y falta de carácter ante ellos, que se les permita conservar intactas las estructuras golpistas, con TV3 al frente.

Estoy cansado de la corrupción moral de los separatistas, que no deban enfrentarse al severo correctivo de los suyos, cuando todos sus argumentos se han demostrado infundados o falsos.

Estoy cansado de la superioridad moral que le hemos concedido, hasta el punto de que la catalanofobia fuese admitida por todos los que sufrimos a diario sus insultos y vejaciones, como por ejemplo acudir a Bruselas para desprestigiar internacionalmente a las instituciones españoles, con el consiguiente daño a nuestra imagen como nación.

Estoy cansado de que el derecho de España a conservar su integridad territorial haya sido pisoteado en instancias extranjeras con dinero procedente de las arcas publicas españolas.

Estoy cansado de que nos hablen de ‘seny’ los que siguen sin bajarse del vagón del independentismo, aún cuando no haya máquina que lo arrastre o cuando la máquina los lleva al abismo, señal inequívoca de cretinismo mental, de ligereza o de vocación de suicidio.

Estoy cansado de esos legisladores que dictan leyes pensando más en ellos que en nosotros. Estoy cansado del ambiente de corrección política que nos han impuesto cuando hablamos de Cataluña; que no podamos sacar nuestros símbolos patrióticos sin ser difamados.

Estoy cansado de que se toleren manifestaciones en las que se exalta a los terroristas y a los sediciosos

Estoy cansado de que me piden ser comprensivo con los utilizan a sus hijos como escudos humanos en nombre de un ideal violento y sediento de sangre.

Estoy cansado de que los curas y obispos catalanes hayan abandonado a su suerte a sus fieles no nacionalistas. Me repugna que compartan trincheras con sus antiguos matarifes o que no se haya alzado una sóla voz entre ellos advirtiendo que el separatismo genera y alimenta conflictos, empezando por los económicos.

Estoy cansado de la guadaña nacionalista pendiendo sobre nuestras cabezas, mientras exacerban el victimismo de cara al descuartizamiento de la nación española.

Estoy cansado de que no se mencione el expolio demográfico de las tierras del interior de España para dotar a la industria catalana de una mano de obra dócil y barata. Estoy cansado de los hijos de esa mano de obra, que hoy se manifiestan codo con codo con los expoliadores de sus padres y abuelos.

Y estoy cansado, sobre todo, de tener que escribir un día más sobre la cuestión catalana. Que al menos nuestro desprecio y hartazgo nos mantenga lo suficientemente lúcidos para boicotear sus productos hasta convertir Cataluña en un erial económico. Si van a seguir victimizándose a costa nuestra, que al menos esta vez sí tengan una razón de peso.