Los cuentos de ZP: Cuentos chinos
Juan Antonio Megías.- El Diccionario de Uso del Español -como diría mi buen amigo Luis Romero López-Briones, el ‘doña’ sólo corresponde por derecho propio en España a las Infantas, a doña Concha Piquer, en cuestión de coplas, y a doña María Moliner, en cuestión de diccionarios- el diccionario, digo, de doña María Moliner, señala que cuento chino es una invención o mentira. Por su parte, el de la Lengua Española se despacha aún más telegráficamente diciendo que el cuento chino es un embuste. A lo que se ve, los diccionarios no se andan con cuentos chinos para explicar lo que es uno de ellos, y para mí que ambos se quedan algo cortos.
Un cuento en sentido coloquial es en sí mismo una invención, una mentira o un embuste. Para que, además de cuento, sea chino, hace falta que el embuste sea florido y enrevesado, provisto de mil finales posibles, un poco inverosímil en sus planteamientos y mucho más en su desenlace y, sobre todo, muy oriental y muy español, pues no sé si saben que la verdadera patria de este tipo de cuentos chinos no es China, como pudiera parecer a los incautos, sino España. Ciertamente que hay otra clase de cuentos chinos, la de los auténticos cuentos chinos, de los que se dice en China que son un atajo a la verdad. Pero a los que nos tienen acostumbrados aquí es a los primeros.
Uno de los espacios más amplios del maletín de presidente de la Señorita Pepis es el reservado a los cuentos chinos. La Alianza de Civilizaciones, la Memoria Histórica, la Guerra de Irak y las Misiones de Paz en Afganistán, los Devaneos con Chavez y Castro, la Educación para la Ciudadanía, las Soluciones Habitacionales, la Constitución Europea, la Champion League Económica, el Agua para Murcia, el Talante son sólo algunos ejemplos de la oriental vena literaria de Zapatero. Frente a esos cuentos chinos yo les propongo hoy tres cuentos muy cortitos y, como se trata de auténticos cuentos chinos, se explican solos y no requieren versión adaptada, les obsequiaré con una traducción conjunta al lingala, cedida gentilmente por el señor Moratinos.
El zorro que aprovechó el poder del tigre. Un tigre apresó a un zorro. “A mí no me puedes comer”, dijo el zorro, “el Emperador del Cielo me designó rey de todos los animales y, si me comes, el Emperador te castigará por desobedecer sus órdenes. Y si no me crees, ven conmigo. Verás cómo todos los animales huyen apenas me ven y nadie se acerca”. El tigre accedió a acompañarlo y, apenas los otros animales los veían llegar, escapaban. El tigre creyó que temían al zorro y no se daba cuenta de que escapaban por él.
La sospecha. Un hombre perdió su hacha y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho: exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven: como la de un ladrón. Observó también su forma de hablar: igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable del hurto. Pero, más tarde, encontró su hacha en un valle. Y, después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes a los de un ladrón.
El espejo del cofre. Un hombre, que nunca antes había visto un espejo, se miró en él y creyó ver la cara de su padre. Maravillado, lo compró, lo llevó a su casa y, sin decir nada a su mujer, lo escondió en el fondo de un cofre que guardaba en el desván. De tanto en tanto, cuando se sentía triste, iba al cofre “a ver a su padre”. La mujer sospechó de las visitas de su marido al desván y un día descubrió el espejo en el fondo del cofre. Al mirarse en él vio a una mujer cuyos rasgos le eran familiares pero no supo de quién se trataba. Por ello hubo una gran pelea entre marido y mujer, pues ella decía que en el fondo del cofre había una mujer, y él aseguraba que quien estaba allí era su padre. En esto, pasó por allí un monje muy venerado en el pueblo y, al verlos discutir, quiso poner paz entre ellos. Los esposos le explicaron el dilema e invitaron al monje a mirar dentro del cofre. Así lo hizo y, ante la sorpresa del matrimonio, les aseguró que en el fondo del cofre quien realmente reposaba era un monje zen.
Traducción conjunta al lingala: Nalingui botondi Real Murcia mandanga, nayebi nagai te. Merengue mindango kendeke malamu. Moningo Zanguango milonga ezali te, akolinga te kotika bisó bisomoko. Banana mondongo República Española del Congo Zapatongo, castaña pilonga. Zapatero Zen.
Y colorín, colorero, si quieren más cuentos chinos, voten a Zapatero. De nada.