El desafío español ante la amenaza islámica
Tenemos el derecho de combatir el islam que nos agrede, pero también tenemos la obligación de conocerlo para poder oponernos a él de manera eficaz.
Debemos rechazar cierto etnocentrismo que nos lleva a mirar las otras culturas con nuestros prejuicios occidentales. Hay que tomar el islam como un sistema en sí en su coherencia y no prestarle, como se suele hacer, nuestros conceptos, nuestras metas, nuestra visión del mundo y de Dios. Esta visión etnocentrista está en parte en el origen de nuestra ceguera. A los ilusos que afirman que la amenaza islamista está sobredimensionada, que no hay conflicto con el islam, que los islamistas sólo llevan a cabo contra Occidente combates esporádicos y desordenados, hay que responderles que los islamistas nos hacen la guerra a su manera y no según los principios de nuestras escuelas militares.
La amenaza es real, los mismos islamistas no hacen un misterio de sus propósitos. El peligro de una islamización rápida y completa de España debe ser considerada con seriedad y realismo, pues el proceso está ya iniciado, y mucho más avanzado que lo que la mayoría de los españoles que tienen una vaga conciencia del problema piensan. España, por su situación geográfica, se encuentra en la frontera del islam como una marca y constituye por tanto la primera nación europea prometida a la islamización, que puede tener lugar, según profetizan los islamistas, en el siglo en curso. A esta situación de próximidad con el territorio físico del islam, hay que añadir ahora la entrada masiva de una población musulmana que llega para quedarse, que constituye la avanzadilla de las legiones aún por venir, la cabeza de puente de la invasión en marcha y que actúa ya como la quintacolumna del proyecto de conquista de España. Al enemigo no solamente lo tenemos enfrente, camina entre nosotros. El bárbaro que estuvo durante siglos acampado al pie de nuestros muros ya ha entrado en tropel en la ciudad por las puertas que insensatamente le hemos abierto de par en par.
La certeza de la definitiva victoria islámica descansa: 1) sobre el poderoso renacimiento del islam como fuerza política; 2) sobre el crecimiento dramático de la población musulmana mundial y más particularmente de los países del Magreb, inacabable reserva humana en continuo desbordamiento sobre las naciones cristianas del norte del Mediterráneo, y sobre las previsiones demográficas concernientes a las comunidades islámicas en Europa y muy especialmente en España; y 3) sobre la decadencia de Europa en general, muy acentuada en España. La mayoría de los musulmanes consideran a España un país a conquistar, una tierra arrebatada a sus antepasados y que heredarán sus hijos, ya que no ven en España ni fuerza ni voluntad para oponerse a la conquista islámica.
Frente a una España aborregada considerada como un botín ofrecido a los predadores, el partido islamista cuenta con un plan. ¿En qué consiste ese plan?
-Evitar todo lo que pudiera provocar una reacción enérgica de los dirigentes españoles, anestesiar a las élites, las cuales por su parte se encargan de mantener al pueblo en la ignorancia de lo que ocurre. El reblandecimiento intelectual y el relajamiento moral imperantes en España es un factor decisivo en la concreción de ese plan. La invasión cuenta además con la colaboración de un ejército de renegados y colaboracionistas pagados o ad honorem.
-Favorecer la instalación en España de la mayor cantidad posible de musulmanes, provengan de donde provengan (Magreb, África subsahariana, Oriente Medio, Paquistán, etc…) y obtener para ellos los derechos de ciudadanía en el plazo más corto posible para influir en los procesos electorales mientras dure el sistema actual, antes del asalto final, momento en que la nacionalidad de “papel” ya no sea un elemento útil para esa conquista, que de pacífica (sin dejar de ser conflictiva en grado sumo) pasará a ser violenta si en esa etapa los españoles muestran alguna oposición resuelta al intento de someterlos al yugo islámico.
-Favorecer el adoctrinamiento del colectivo musulmán a través de la enseñanza religiosa, implantar el estudio del árabe y del Corán, imponer el uso del velo o pañuelo islámicos (hiyab, chador o cualquier otro trapo de la misma categoría), multiplicar la construcción de mezquitas y madrasas (escuelas coránicas), en suma: acostumbrar a los españoles al “hecho musulmán”, ponerlos ante una “nueva realidad”.
-Masificar a los millones de musulmanes que habrá pronto en España organizando su reunificación identitaria alrededor del islam, e impidiendo por todos los medios dejarlos a su libre albedrío para integrarse y aceptar los valores de la sociedad occidental.
-Obtener un estatus jurídico propio para los musulmanes, reivindicación en la que contarán con el apoyo de los multiculturalistas, tontos útiles de variado pelaje y demás “compañeros de viaje” del proyecto islamista.
Así empezarán a aparecer las primeras “manchas en la piel del leopardo”, y con los mismos métodos y las mismas complicidades esas manchas se agrandarán hasta cubrir la totalidad del territorio español. Este es el programa de la jihad para España. No pensemos que los islamistas nos propondrán una guerra abierta poniendo frente a frente a los combatientes. La conquista no será militar, pero tampoco será incruenta. Habrá atentados y episodios insureccionales cuando estos sean considerados necesarios para el avance de sus propósitos, pero la conquista no se llevará con un ejército tradicional, sino con esas muchedumbres de inmigrantes que entran a centenares de miles de cada año por nuestras indefendidas fronteras y con el inagotable fruto del fertilísimo vientre de sus mujeres.
No sabemos casi nada del islam, mientras que “ellos” lo saben todo de nosotros. El desconocimiento del islam se encuentra en el origen de ese islam soñado del pensamiento único, edulcorado por las fantasías multiculturalistas de una izquierda bobalicona y de una derecha llena de complejos que le va a la zaga. Este islam ideal, inocuo e incluso benéfico es en gran parte un producto de la mala conciencia de Occidente con respecto del mundo otrora sometido al colonialismo.
El pensamiento políticamente correcto, y por lo tanto cretino, repite incansablemente que el “islamismo radical” no es más que una excrecencia enfermiza limitada y episódica que puede ser erradicada. La verdad es que el islamismo no es ni más ni menos que el resurgimiento en la época contemporánea de la forma en que el islam ha prevalecido a lo largo de la historia, y que no ha cedido aquí o allá más que bajo la presión occidental: Reconquista española, reino franco de Jerusalén, Lepanto, colonización del norte de África por Francia, España, Italia y Gran Bretaña, dominio franco-británco de Oriente Medio (Siria y Libano por un lado y Palestina, Jordania e Iraq por el otro), guerras balcánicas de las potencias europeas y los pueblos cristianos de la zona contra el Imperio otomano hasta la expulsión final de Turquía de la península, guerras ruso-turcas con la conquista del Caúcaso por Rusia, etc….
Estamos siendo víctimas de una terrible intoxicación. Se nos presenta al islam como una “riqueza”, una “oportunidad”, se nos la quiere vender como una cultura de tolerancia, una religión compasiva, una civilización brillante, cuya incorporación a Europa sería deseable, positiva y benéfica, como si el mundo no tuviera ya detrás de sí una larga experencia y conocimiento de lo que es el islam y su bárbara estela de miserias y brutalidades sin cuento. Las lacras del islam nos son presentadas como la consecuencia de la herencia del colonialismo europeo, de la dominación occidental, de las injusticias de origen foráneo, nunca como la expresión de sus esencias más verdaderas. Según ese discurso, nuestra sería la culpa de su atraso, de sus regímenes corruptos, de sus gobiernos ineptos, de sus dinastías medievales, de su fracaso histórico, de su incapacidad de progresar, de su fanatismo secular. En pago de esa “deuda” Occidente debe “abrirse” al islam, reparar sus “fechorías” entregándose a la colonización islámica: someterse al pueblo de Alá, renunciar a su identidad y desaparecer.
El lavado de cerebro al que estamos diariamente sometidos nos quiere hacer creer que el fundamentalismo islámico, el “islamismo radical”, es una simple desviación que será pronto corregida, que el origen de este fanatismo y esa violencia es la pobreza y la injusticia… Sin embargo el islamismo no puede ser vencido ni con palabras ni con dinero. El fundamentalismo islámico no es tratable por el economisismo: las riquezas que han surgido en el siglo XX en Arabia Saudita y en otros lugares del orbe musulmán no han hecho retroceder la violencia y el fanatismo islámicos, por el contrario esa riqueza ha servido para su expansión. La ofensiva islamista no nace de la miseria sino de la frustración por el dominio perdido y las ansias de poder.
Plantear públicamente la problemática islámica en términos de análisis crítico es un tabú en el que participan la clase política y los medios de comunicación en su inmensa mayoría. Ambos tienen un sólo objetivo: mantener a la opinión pública en el letargo, impedir que el conocimiento cabal de lo que está ocurriendo lleve a la sociedad española a una toma de conciencia acertada y a una oposición activa al proceso de islamización en curso, que la clase política rechaza combatir y que la prensa de régimen se niega a denunciar. Para contrarrestar una realidad que va en sentido contrario a sus discursos, se han inventado un islam nuevo, moderado, inofensivo con el que se puede dialogar y llegar a acuerdos para “convivir en el respeto y en la armonía”. Pero el islam es de naturaleza fundamentalista y totalitaria, y no aspira a otra cosa que no sea la conquista total, el dominio absoluto. No puede haber entendimiento o acuerdo alguno con el islam, pues este es radicalmente incompatible con nuestro sistema y nuestros valores. Toda política “con” el islam es el camino al suicidio. De momento no aparece en el horizonte el menor signo de importancia de una reacción adecuada y una voluntad decidida de enfrentar esa amenaza que pesa dramáticamente sobre nuestros destinos.
España se está convertiendo en una sociedad multiétnica y multicultural, etapa previa para la islamización completa. El país está balcanizado: es el estadio previo a la juxtaposición de comunidades étnicas y religiosas con su propio derecho y con destinos separados. Y al final, el enfrentamiento entre los invadidos y los invasores, cuyo desenlace verá la restauración nacional o el triunfo definitivo de nuestros enemigos.
El invasor avanza resuelto, mientras el pueblo español, caído al nivel de un rebaño de lobotomizados, babea absorto ante la televisión, berrea enronquecido en los estadios de fútbol o se arrastra alcoholizado entre los vómitos del botellón. Nosotros solamente esperamos que ante el desafío de una nueva Al-Ándalus, los españoles tengan el valor de luchar en una nueva Reconquista.
Sinceramente, una cultura homofoba, racista y misogina, no se como puede estar subvencionada. La desgracia de España es su clase política. En ningún otro país del mundo, se realizan las discriminaciones positivas contra la población autoctona como se ha hecho aquí. La cara dura de los políticos españoles, que no dimiten hasta que no los obliga un juez. Sumado al hecho de que la población ha sido dividida por falsas regionalidades, ha creado el marco perfecto para que los “listos” se perpetuen en el cargo, y los “caraduras” se aprovechen de unas leyes que sólo son permisivas con los foraneos.
Cuanta razón tienes !!
En España ha entrado el islám subvencionado por países expansionistas invasores, financiando mezquitas,proyectos y untando bolsillos de los tontos progres pero útiles a su proyecto de islamización dictatorial de España.
creen que nos pueden engañar y cierto es que a muchos pijos progres si.
No me hable de este islam “nuevo, inventado”, que en cierto blog -no el mío, que ahí no se atreven a ir-, las conversas catalanas se despeinan intentando hacer creer que estamos equivocados, que somos unos redomados racistas y xenófobos porque el islam es un remanso de paz y de una cultura que supera a la española. Nacidas catalanas de generaciones se dicen, y tan, tan “cultas”, que cuesta entender lo que escriben porque ni siquiera lo hacen como los áraboparlantes, que confunden las vocales, sino como analfabetas profundas. La ignorancia siempre ha sido presa de cualquier secta y estas… Leer más »